Un pulso por Chen

Tras el traspi¨¦ inicial de la diplomacia estadounidense, el curso de los acontecimientos sugiere la reconducci¨®n del caso del disidente chino Chen Guangcheng. La decisi¨®n de permitirle solicitar un visado para estudiar en EE UU parece abonar la idea de un compromiso que permitir¨¢ al activista invidente abandonar China e instalarse con su familia en Nueva York. Pero, de momento, Chen est¨¢ bajo arresto domiciliario y ayer puso en aprietos al Gobierno en Pek¨ªn para que dejara claro que su situaci¨®n no se deb¨ªa a una decisi¨®n de este, sino de las autoridades de la provincia de Shandong donde reside.

La crisis no est¨¢ cerrada. El caso Chen, a rengl¨®n seguido de la purga de Bo Xilai del sanedr¨ªn comunista, es el peor incidente diplom¨¢tico en a?os entre China y EE UU. Si Pek¨ªn adoptara finalmente represalias contra ¨¦l y los familiares y amigos que le ayudaron durante la dram¨¢tica primera huida de su largo arresto domiciliario, no solo cometer¨ªa un nuevo e inadmisible gesto de desprecio por los derechos humanos; humillar¨ªa tambi¨¦n a Barack Obama y asestar¨ªa un duro golpe a su credibilidad en a?o electoral. Rara vez en la ¨²ltima d¨¦cada las complicadas relaciones entre las dos superpotencias han dependido tanto de la suerte de un solo hombre, al que su denodado y desigual combate contra el leviat¨¢n del comunismo chino le ha convertido en s¨ªmbolo.

M¨¢s all¨¢ de su desenlace inmediato, el caso toca de lleno la m¨¦dula del autoritario y arbitrario r¨¦gimen comunista. Los dirigentes chinos, que este a?o entregan el poder a una nueva generaci¨®n, predican el final de la corrupci¨®n, el imperio de la ley y la necesidad de encauzar las reivindicaciones ciudadanas. Pero la realidad desmiente su serm¨®n. El definitivo dilema del impune partido ¨²nico reside en que necesita la ley para gobernar a 1.300 millones de personas, pero someterse a ella implica la p¨¦rdida de su omn¨ªmodo poder y privilegios.