Saliva
Ortega sentenci¨®: lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa
Tal vez habr¨ªa que remontarse al final del siglo XIX, cuando Espa?a termin¨® por perder las ¨²ltimas colonias de Cuba y Puerto Rico y se estaba desangrando en la guerra de Marruecos, para hallar una ca¨ªda moral, una confusi¨®n pol¨ªtica y un desprecio por la propia patria semejante a la que atenaza a los espa?oles en este momento. Ganivet hab¨ªa escrito entonces que el problema de este pa¨ªs se solucionaba echando un mill¨®n de espa?oles a los cerdos. La Generaci¨®n del 98 hizo del pesimismo nacional su est¨¦tica literaria. Ortega sentenci¨®: lo que nos pasa es que no sabemos lo que nos pasa. Parece que aqu¨ª hoy tampoco sabe nadie la forma de salir de la crisis, salvo la de ensayar una vez m¨¢s la curaci¨®n por la saliva, propia de un pa¨ªs de leguleyos r¨¢bulas, pol¨ªticos bur¨®cratas y sacamuelas de tertulia, de modo que al final el problema de la econom¨ªa se disuelve en un flato ensalivado de opiniones arbitrarias, juicios vanos e insultos en una algarab¨ªa de corral de gallinas. ¡°Espa?a se hunde en la miseria, necesita otro cirujano de hierro¡±, exclama un contertulio. De momento ¨¦l ya tiene la vida resuelta diciendo gilipolleces por varios canales y emisoras distintas en un solo d¨ªa. Han vuelto los cesantes y mendigos galdosianos. ?Ad¨®nde habr¨¢ que mirar para salvarse? ?Al palacio de la Zarzuela? ?A la presidencia del Tribunal Supremo? ?A la Moncloa? ?A los diputados? ?A los banqueros? ?Al Vaticano? ?A los j¨®venes del 15-M, acampados en la Puerta del Sol? En cualquier punto donde fijes la mirada no hallar¨¢s sino a un Rey que mata elefantes y a su yerno que mete mano en el erario p¨²blico; al primer magistrado del Supremo envuelto en un esc¨¢ndalo de hortera; a un presidente del Gobierno que exhibe en p¨²blico el impudor de sus dudas; a los banqueros que se premian con una masa ingente de dinero despu¨¦s de arruinar a los accionistas; a los obispos que bendicen este infame Cafarna¨²n con palabras hip¨®critas pronunciadas con el cuello blando. Est¨¢ bien. Quedan los ciudadanos que cumplen con su deber. Quedan los j¨®venes airados y su utopia. En Sodoma, Yav¨¦ estaba dispuesto a detener la lluvia de azufre si hab¨ªa un solo hombre bueno. Buscad a un buen panadero. A partir de un panadero honrado se puede levantar de nuevo una gran naci¨®n.
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