Elecciones en M¨¦xico: ?fin de un ciclo?
El PRI afrontar¨¢ el desaf¨ªo de demostrar que hoy es pol¨ªtica y moralmente diferente
Dicen que las elecciones no se ganan ni se pierden: se explican. Y se explican en muy buena medida por los costos que suponen para el partido en el poder, justo lo que parece estarle ocurriendo al Partido Acci¨®n Nacional (PAN), la formaci¨®n que ha gobernado M¨¦xico durante estos a?os, y que est¨¢ contra las cuerdas de cara a las presidenciales del pr¨®ximo 1 de julio.
Para tratar de entender el fen¨®meno, muchos observadores de la pol¨ªtica mexicana se preguntan por qu¨¦ un partido de innegable tradici¨®n democr¨¢tica como el PAN, que logr¨® una alternancia hist¨®rica tras la prolongada hegemon¨ªa del PRI en el siglo XXI, puede ser tan r¨¢pidamente relevado por el mismo partido al que destron¨® apenas 12 a?os atr¨¢s. La hip¨®tesis m¨¢s obvia es que el PRI ha realizado una campa?a profesional con un candidato muy efectivo, el PAN ha cometido innumerables errores y su gobierno muestra desgaste, y la vieja izquierda ha contribuido a atomizar el voto anti-PRI. Pero las razones de fondo son m¨¢s complejas.
Lo primero que sobresale es que, a los ojos de una ciudadan¨ªa fr¨¢gil como la mexicana, la llegada a la democracia no produjo los bienes p¨²blicos que se esperaron, sino m¨¢s bien un desencanto que se asocia a un voto de castigo contra el partido que ayud¨® a hacerla posible. El Latinobar¨®metro m¨¢s reciente muestra que mientras la media de apoyo a la democracia en Am¨¦rica Latina es de 61%, en M¨¦xico es de 49%, uno de los tres porcentajes m¨¢s bajos en la regi¨®n, y en el Democracy Index, que mide la calidad de la democracia en 167 pa¨ªses, M¨¦xico aparece en el lugar n¨²mero 50, calificado como una ¡°democracia deficiente¡±.
Desde luego que las causas de ese resultado son varias. Una es que la sociedad alberg¨® esperanzas inalcanzables, en particular porque las expectativas creadas por la alternancia del 2000 fueron elevad¨ªsimas, y le pidi¨® a la democracia el ¨¦xito, el crecimiento y el bienestar que no dependen directamente del voto sino de regulaciones e instituciones eficaces, pol¨ªticas p¨²blicas creativas, reformas estructurales y de segunda generaci¨®n o circunstancias internacionales favorables.
La primera presidencia panista (2000-2006), en ese sentido, no supo o no quiso invertir su enorme capital pol¨ªtico y transformarse, es decir, dejar de ser oposici¨®n, volverse gobierno y responder, al menos en parte, a lo que no solo sus votantes sino tambi¨¦n quienes, sin preferir esa opci¨®n partidista, esperaban de la nueva administraci¨®n.
Es verdad que, como escribi¨® Gideon Lichfield, entonces corresponsal de The Economist, el problema para el PAN fue que la atipicidad del r¨¦gimen priista le dej¨® poco margen para hacer grandes reformas: ¡°M¨¦xico tuvo su perestroika durante los a?os noventa. Cuando el PRI perdi¨® finalmente el poder, ya hab¨ªa cambiado al pa¨ªs hasta dejarlo irreconocible, realizando reformas que la mayor¨ªa de los pa¨ªses del antiguo bloque comunista a¨²n no han efectuado (¡). Hay bastante por hacer. El problema es que mucho de lo que hay no es visible, ni dram¨¢tico, ni r¨¢pido de ejecutar. La parte m¨¢s gruesa ya (hab¨ªa sido) realizada por el PRI¡±.
La media de apoyo a la democracia en Am¨¦rica Latina es de 61%, en M¨¦xico el 49%
De hecho, el relativo fracaso de la presidencia de Vicente Fox tuvo su expresi¨®n m¨¢s evidente en el estrecho margen (0.56%) con que el siguiente candidato panista, Felipe Calder¨®n, venci¨® en 2006 a Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, del Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica y hoy, nuevamente, aspirante de la izquierda mexicana.
Una segunda raz¨®n es que la falta de crecimiento econ¨®mico, la profundizaci¨®n de la inequidad y la delicada situaci¨®n nacional en materia de inseguridad y violencia, han agudizado la percepci¨®n de que el pa¨ªs va mal. Una encuesta de abril de este a?o, por ejemplo, revel¨® que el 78% de los mexicanos piensa que la situaci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y de seguridad es peor que antes, un sentimiento que no corresponde del todo a los hechos pero que en una campa?a electoral es letal.
No hay duda de que el gobierno panista ha sido muy prudente al mantener la estabilidad macroecon¨®mica del pa¨ªs: las finanzas p¨²blicas son equilibradas, el nivel de reservas es el m¨¢s alto en la historia (116.000 millones de euros), y la inflaci¨®n, los tipos de inter¨¦s y el d¨¦ficit est¨¢n bajo estricto control. Pero M¨¦xico no crece: la econom¨ªa lleva 10 a?os con una tasa anual menor al 2%, el ritmo de generaci¨®n de empleos formales, que anda por los 400.000 cada a?o, es sumamente lento frente al mill¨®n de nuevos puestos de trabajo que se necesitan, y la inequidad es palpable: mientras que la distancia media del ingreso entre el m¨¢s rico y el m¨¢s pobre en los pa¨ªses de la OCDE es de 9 veces en M¨¦xico es de 26.
Todos esos indicadores negativos, a pesar de que la aprobaci¨®n a la gesti¨®n del presidente Calder¨®n est¨¢ en el 52%, han sido facturados naturalmente a la cuenta de las administraciones del PAN.
El PRI, por su parte, aprovech¨® en todos estos a?os la inexperiencia de gobierno y la falta de vocaci¨®n de poder del PAN, no solo para recuperar terreno electoral en el pa¨ªs, gobernar en dos tercios del territorio y ocupar la mayor¨ªa en la C¨¢mara de Diputados, sino sobre todo para regular o decidir, en la pr¨¢ctica, los principales componentes de la agenda pol¨ªtica y galvanizar, sin mella alguna, su cohesi¨®n interna, atra¨ªdo por el formidable incentivo de regresar a la presidencia mexicana.
Lo ¨²nico que el PRI necesitaba era un candidato estrat¨¦gico, que no repitiera el desastroso patr¨®n de las elecciones de 2006
Parte del resurgimiento se explica adem¨¢s porque el PRI se ha conducido con un pragmatismo puro y duro. Por un lado, aprovech¨® un marco jur¨ªdico, institucional y pol¨ªtico que en esencia es el mismo que cuando gobernaba y vio pl¨¢cidamente c¨®mo se desmoronaban las presidencias panistas y dejaban un vac¨ªo, en especial a escala regional, que fue directamente ocupado por los liderazgos priistas. Y, por otro, permiti¨® que sus distintas corrientes, antes administradas por un presidente fuerte y ahora dispersas entre los liderazgos territoriales, navegaran entre pol¨ªticas, acciones y programas heterog¨¦neos e incluso opuestos entre s¨ª, pero que aseguraban el equilibrio interno.
Esta ambig¨¹edad, consustancial al c¨®digo gen¨¦tico del PRI, m¨¢s que un problema fue una virtud: le permiti¨® acomodarse a la coyuntura, evitar fracturas internas, agradar a porciones diversas del electorado y disolver las antiguas contradicciones de los a?os noventa. Debidamente ensambladas todas esas variables, lo ¨²nico que el PRI necesitaba era un candidato estrat¨¦gico, que no repitiera el desastroso patr¨®n con que compiti¨® en las elecciones de 2006 y lo confin¨® al tercer lugar, y lo encontr¨® en el gobernador del Estado m¨¢s importante del pa¨ªs, despu¨¦s de la ciudad de M¨¦xico, y de una generaci¨®n distinta.
Finalmente, desde un punto de vista sociol¨®gico ?qu¨¦ lleva a una porci¨®n mayoritaria del electorado mexicano a votar de nuevo por una formaci¨®n tan pol¨¦mica? De una parte, el hecho de que, m¨¢s que un partido, el PRI ha sido un modo de hacer pol¨ªtica y ese modo conecta mejor con lo que el ciudadano supone que es una formaci¨®n m¨¢s experimentada para manejar los problemas actuales del pa¨ªs, en especial el de la inseguridad p¨²blica. Y, de otra, como presagi¨® en 2000 Enrique Krauze cuando ocurri¨® la primera victoria del PAN: ¡°un liderazgo nuevo e imaginativo puede descubrir la inmensa oportunidad que (el PRI) tiene enfrente: pagada la cuota de la derrota (y habida cuenta de que su balance hist¨®rico no es, ni remotamente, tan negro como el de sus remotos hom¨®logos en la era comunista), la posibilidad de la alternancia operar¨ªa desde ahora a su favor¡±.
Eso es, justamente, lo que podr¨ªa ocurrir y entonces el PRI afrontar¨¢ un desaf¨ªo central. Demostrar que quienes hoy lo personifican son pol¨ªtica y moralmente diferentes; que cuentan con las credenciales adecuadas como para hacer un gobierno competente y eficaz, y que estar¨¢n en condiciones de ejecutar un programa de gobierno concreto, cre¨ªble y viable que permita alcanzar grandes objetivos a corto plazo.
Otto Granados es director del Instituto de Administraci¨®n P¨²blica del Tecnol¨®gico de Monterrey.
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