Una tarde en el hip¨®dromo en Bamako
Pocos d¨ªas despu¨¦s del golpe militar de Mal¨ª, mi amiga Oumou me llev¨® a las carreras de caballos en Bamako, siguiendo con esa vida cotidiana normal que coment¨¢bamos en un post anterior. Era domingo por la tarde, y se hac¨ªa lo que cualquier otro domingo por la tarde. El hip¨®dromo, adem¨¢s de nombre de barrio, es una enorme y polvorienta pista de carreras oculta por colinas hasta tal punto que da la sensaci¨®n de que te encuentras en un valle natural y no en el centro de una urbe hacinada como Bamako. En uno de los cerros se encuentra el Palacio presidencial, el mismo que unos d¨ªas antes se convirti¨® en escenario de combates entre los golpistas y los soldados leales a ATT, el Presidente; desde donde sonaron los disparos en toda la ciudad hasta altas horas de la noche.
Las entradas para las carreras cuestan 500 CFA francos (0,75€) para las gradas cubiertas, el precio de un plato de arroz y carne, y es un poco m¨¢s barato para el resto de asientos (ver calendario). Dentro del hip¨®dromo cientos de ni?os reventaban las gradas, una tropa variopinta de muchachos j¨®venes vistiendo camisetas cutres y sandalias de pl¨¢stico. Se ve¨ªan algunos hombres mayores sentados con los brazos cruzados y un plato de carne a la parrilla a sus pies, a la espera de los hambrientos clientes y chicas, bien flacas, vendiendo esas bolsitas de agua fresca colocadas en un recipiente de metal o pl¨¢stico que lleva bien equilibrado sobre su cabeza. El sol se sumerg¨ªa ya bajo la l¨ªnea del cielo, produciendo una c¨¢lida luz que convert¨ªa la tierra roja en a¨²n m¨¢s rojo intenso.
Cuando los caballos y sus jinetes comenzaron a entrar en el ensilladero, Oumou y yo nos acomodamos en las gradas cubiertas. Una hilera de hombres con boubous (t¨²nicas) y sus mujeres se sentaron junto a nosotros en sillas de pl¨¢stico. Compramos latas de Coca-Cola y luego apareci¨® un amigo de Oumou, impresionante, con en un traje verde de magn¨ªfica seda almidonada, y se?al¨® a su caballo que se llamaba como ella. Oumou parec¨ªa divertida. A pesar de que hab¨ªa pasado toda su vida en Bamako, era la primera vez que asist¨ªa a las carreras, un pasatiempo de domingo por la tarde muy popular all¨ª, aunque no tanto como los es en Sud¨¢frica o Mauricio, verdadero negocio con sus apuestas habituales, siempre emocionante deporte, hermosos caballos... Mi visita era para ella una oportunidad de ver un lado de la ciudad que a¨²n no conoc¨ªa.
Los hermosos caballos comenzaron a desfilar con sus jinetes encaramados sobre sus magros flancos. Uno de los jinetes llevaba una camisa roja, pantalones ajustados blancos y calcetines a rayas rojas y blancas estirados hasta las rodillas. Su caballo, un moteado blanco, ten¨ªa el s¨ªmbolo de diamante negro marcado en su pata trasera, y su cola se hab¨ªa sumergido en un tinte negro, de negro tan intenso, que su mitad inferior parec¨ªa tililar con en el viento c¨¢lido.
Otro jinete llevaba una camiseta amarilla con estrellas negras, pantal¨®n blanco, medias azules y blancas y zapatos finos de algod¨®n. Su caballo, tambi¨¦n blanco, ten¨ªa su cola blanca te?ida en henna para que el extremo brillara en un rojo profundo. Este caballo resopl¨® y tir¨® de las riendas, los pies del jinete colgaban casi hasta el suelo. Otro llevaba un pedazo de tela verde y plata de oropel alrededor de su cuello; un jinete, zapatos de color rosa brillante... Aquello era un verdadero desfile de moda.
En el momento en que la carrera se puso en marcha, la gente a nuestro alrededor salt¨® de sus sillas como en estampida y corri¨® hacia la parte delantera del pie para aplaudir a sus caballos favoritos. Un grupo de j¨®venes hab¨ªa tra¨ªdo tambores, incluyendo un tama o tambor parlante, que un hombre sosten¨ªa bajo el brazo y apretaba para conseguir un ruido que parec¨ªa recorrer de arriba a abajo la escala de sonidos. El resto de ellos tamborileaba como si del aliento de los caballos mismos se tratara. Cuando los animales corrieron hacia la l¨ªnea de llegada, cientos de espectadores en las gradas salaron al campo, al igual que hab¨ªan hecho los cientos de personas sentadas mirando desde el otro lado. Inmensas nubes de polvo se levantaban sobre el suelo y era dif¨ªcil respirar.
Cuando los corredores cruzaron la l¨ªnea de meta, los grupos de ni?os se abrazaron unos a otros jubilosos, bailaban en c¨ªrculos y daban volteretas en la arena. Uno corri¨® por la pista empujando un juguete que hab¨ªa hecho con un neum¨¢tico de caucho. Algunas mujeres j¨®venes con trajes bonitos y peinados cuidadosamente elaborados se re¨ªan y abrazaban. Los m¨¢s mayores se implicaban en los acalorados debates sobre qui¨¦n deber¨ªa haber sido descalificado y cual era el competidor que lo hab¨ªa hecho mejor. Todos estaban muy emocionados, sobre todo nosotras, porque el amigo de Oumou, Champi¨®n, hab¨ªa ganado la carrera.
Cuando el hip¨®dromo se despej¨®, Oumou y yo nos fuimos a los establos para reunirnos con jinetes, propietarios y animales. Los primeros viven en los terrenos cercanos al hip¨®dromo en casas baratas de hormig¨®n y chapa construidas por los due?os que tambi¨¦n pagan por su manuntenci¨®n. Ser empresario de caballos de carreras es un negocio muy costoso, dec¨ªa un amigo de Oumou, mali¨¦nse bien amable, que se alzaba por encima de m¨ª con su chandal brillante. "Tengo siete o m¨¢s caballos" me dijo, "pero nunca se puede ganar suficiente dinero para su sustento. Lo hago porque los amo".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.