Por qu¨¦ Reino Unido necesita m¨¢s libertad de expresi¨®n
Los brit¨¢nicos somos menos libres por culpa de unas pesadas cadenas, como el poder de los medios de comunicaci¨®n de Rupert Murdoch, cuya dimensi¨®n estamos conociendo ahora, y una polic¨ªa superpoderosa
A principios de esta semana, un hombre se subi¨® a un escenario en el centro de Londres y cant¨® una canci¨®n sobre un tipo que asesina a su novia en un ataque de ira y celos. La letra parec¨ªa echar la culpa, sobre todo, a la mujer. Desde una grada pr¨®xima contemplaban al cantante el primer ministro brit¨¢nico, gran parte de la familia real y el arzobispo de Canterbury. Segu¨ªan el ritmo e incluso coreaban el estribillo: ¡°Why, why, why, Delilah?¡±. Algunos, incluso ondeaban peque?as Union Jack, las banderas del Reino Unido, para celebrar esa agradable balada de cr¨ªmenes y asesinatos (¡°sent¨ª el cuchillo en mi mano y ella dej¨® de re¨ªr¡±). Se me ocurre una pregunta: ?por qu¨¦ la polic¨ªa no se apresur¨® a detener a todos, los pr¨ªncipes, el primer ministro y el arzobispo, en virtud de la secci¨®n 5 de la Ley de Orden P¨²blico del Reino Unido?
No sea absurdo, dir¨¢n. ?Pero ser¨ªa m¨¢s absurdo que apelar a esa misma secci¨®n 5 para detener a un estudiante por decir a un polic¨ªa montado ¡°disculpe, pero no s¨¦ si se dado cuenta de que su caballo es gay¡±? ?O a Kyle Little, de 19 a?os, acusado y condenado ¡ªaunque luego absuelto tras el recurso presentado¡ª por lanzar lo que se calific¨® de ¡°un gru?ido tonto¡± y un ¡°guau guau¡± a dos perros labradores? ?O a un chico de 16 a?os al que citaron ante el juez por presentarse ante la sede central de la Iglesia de la Cienciolog¨ªa en Londres con un cartel que dec¨ªa ¡°La cienciolog¨ªa no es una religi¨®n, es una secta peligrosa¡±? (Que conste que, al repetir aqu¨ª esas palabras, las asumo como propias. Agentes, ya saben d¨®nde localizarme.)
?O al activista de los derechos de los homosexuales Peter Tatchell, detenido y acusado de gritar esl¨®ganes y mostrar pancartas que criticaban a los Gobiernos isl¨¢micos por perseguir a gais, bisexuales y transexuales durante una concentraci¨®n de la organizaci¨®n Hizb ut-Tahrir? ?O a un predicador cristiano evang¨¦lico condenado y multado por mostrar un cartel casero en el que, junto al lema ¡°Jes¨²s es el Se?or¡±, proclamaba ¡°No a la inmoralidad, no a la homosexualidad, no al lesbianismo¡±?
Una ley cuyo prop¨®sito es prevenir el acoso se ha convertido en una licencia para que la polic¨ªa acose a ciudadanos corrientes
Todos estos son casos reales en los que la polic¨ªa brit¨¢nica ha abusado de una ley redactada con tal vaguedad que invita a cometer dichos abusos. Por eso se ha constituido hace poco una coalici¨®n nada habitual, formada por cristianos, ateos, activistas de los derechos de los gais y pol¨ªticos de todas las tendencias, para poner en marcha una campa?a que pretende modificar la secci¨®n 5 de la ley. Sin embargo, si lo que queremos es una plataforma transparente y segura para la libertad de expresi¨®n en Reino Unido, necesitamos ir m¨¢s all¨¢.
La secci¨®n 5 de la Ley de Orden P¨²blico de 1986 dice que una persona ¡°es culpable de un delito si (a) emplea palabras o conductas amenazadoras, abusivas o insultantes, o (b) exhibe un texto, cartel o cualquier otra representaci¨®n visible que sea amenazadora, abusiva o insultante, al alcance del o¨ªdo o la vista de una persona que probablemente vaya a sentirse acosada, alarmada o angustiada por ello¡±.
Esta redacci¨®n tan polivalente tiene dos pegas. El primero que, a diferencia de la secci¨®n 4 de la misma ley, y de la legislaci¨®n brit¨¢nica sobre la incitaci¨®n al odio por motivos religiosos o de orientaci¨®n sexual, no requiere ninguna prueba de que haya intenci¨®n de causar acoso, alarma o angustia. El criterio por el que se rige es ¡°probablemente¡±. ?Qui¨¦n decide lo que es ¡°probablemente¡±? En la calle, la polic¨ªa. S¨ª, ya s¨¦ que despu¨¦s la fiscal¨ªa de la corona puede decidir no perseguir, y el tribunal puede desestimar el caso?¡ªReino Unido no es Ucrania¡ª, pero, mientras tanto, el chico de 16 a?os que quiere defender un argumento totalmente razonable y el estudiante que cuenta un chiste malo son quienes tienen que padecer una alarma o una angustia innecesarias. Una ley cuyo prop¨®sito es prevenir el acoso se ha convertido en una licencia para que la polic¨ªa acose a ciudadanos corrientes.
Luego est¨¢ la palabra ¡°insultante¡±. Uno de los argumentos que ha utilizado el Gobierno para oponerse a su eliminaci¨®n es que entonces los tribunales tendr¨ªan la ingrata tarea de distinguir entre lo que es meramente insultante y lo que es abusivo o amenazador. En una opini¨®n legal redactada el a?o pasado, Lord (Ken) Macdonald, antiguo director de la fiscal¨ªa p¨²blica de Reino Unido, echaba por tierra esta objeci¨®n. Es perfectamente posible distinguir entre los significados de las palabras; es lo que hacen los jueces todo el tiempo. Y lo de ¡°insultante¡± es ir demasiado lejos. En una sociedad libre, debemos tener la libertad (aunque, por supuesto, no la obligaci¨®n) de insultar, pero no de amenazar ni humillar.
Si queremos que las leyes brit¨¢nicas sobre libertad de expresi¨®n sean claras, liberales y coherentes, no solo deber¨ªamos eliminar la palabra ¡°insultante¡± de la secci¨®n 5, sino la secci¨®n 5 entera. (Podr¨ªa alegarse que tambi¨¦n deber¨ªamos eliminar la palabra ¡°insultante¡± de la secci¨®n 4, aunque esa parte se ocupa, y hace bien, de las verdaderas amenazas de violencia). Tambi¨¦n deber¨ªamos restablecer el requisito de demostrar la mala intenci¨®n (que figuraba hasta 1976) en el texto sobre la incitaci¨®n al odio racista, para que sea coherente con la ley sobre incitaci¨®n al odio por motivos religiosos o de orientaci¨®n sexual. Un pa¨ªs maduro y multicultural debe ser capaz de tener unas leyes de libertad de expresi¨®n que exijan siempre que, sean cuales sean las diferencias que mantengan unas personas, est¨¦ claro que el acoso, la alarma o la angustia son intencionales y probables.
En una sociedad libre, debemos tener la libertad de insultar, pero no de amenazar ni humillar
Todo esto debe verse en un contexto m¨¢s amplio. El fin de semana pasado, pens¨¦ que iba a sentir total indiferencia respecto a las celebraciones del jubileo de diamantes de la reina. Sin embargo, sent¨ª una extra?a emoci¨®n ¡ªins¨²ltenme si quieren, con toda confianza¡ª al ver el concierto delante del palacio de Buckingham (que incluy¨® a Tom Jones cantando su famoso ¨¦xito Delilah), el servicio de acci¨®n de gracias en la catedral de San Pablo y las majestuosas valkirias brit¨¢nicas del coro de c¨¢mara del Royal College of Music que, empapadas hasta los huesos por la lluvia, en lo alto de la barcaza orquestal que recorr¨ªa el r¨ªo T¨¢mesis, cantaban a grito pelado y con una sonrisa: ¡°?La tierra de la esperanza y la gloria, la madre patria de la libertad!¡±.
Pero esa ¡°madre¡±, hoy, es historia antigua. Los brit¨¢nicos actuales, los descendientes de esa madre, no somos tan libres como solemos pensar. Somos menos libres por culpa de unas pesadas cadenas medio sumergidas, como el poder de los medios de comunicaci¨®n de Rupert Murdoch, cuya dimensi¨®n, por fin, estamos conociendo ahora, y una polic¨ªa superpoderosa, que se ha dedicado a encerrar a manifestantes inofensivos mientras se acomodaba en el bolsillo del magnate de la prensa.
Debemos bajar los humos y poner en su sitio a toda esa gente. No es un asunto partidista. Es un asunto que tiene que ver con la libertad. Y con lo que significa ser brit¨¢nicos.
www.timothygartonash.com
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos: ideas y personajes para una d¨¦cada sin nombre.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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