Las implicaciones de una victoria del PRI
El hecho de que Pe?a Nieto gane las elecciones el 1 de julio en M¨¦xico no significa que se produzca una restauraci¨®n autoritaria, corrupta, nacionalista y desacreditada, y no debe ser motivo de miedo o preocupaci¨®n
Las elecciones mexicanas del 1 de julio han generado infinidad de comentarios en M¨¦xico y un casi nulo inter¨¦s en el resto del mundo, abrumado por sus propias tribulaciones: la supervivencia del euro, los pr¨®ximos comicios presidenciales en Estados Unidos, el enfriamiento de las principales econom¨ªas de Am¨¦rica del Sur y, por supuesto, de la India y China. Parte de la indiferencia ante los inminentes acontecimientos mexicanos proviene tambi¨¦n de la falta de incertidumbre en el resultado: los mercados, los apostadores y las encuestas dan por descontada una victoria, por un margen de 8 a 12 puntos, del candidato del PRI, Enrique Pe?a Nieto. Pero los amigos y socios de M¨¦xico har¨ªan bien en mirar m¨¢s de cerca el paisaje pol¨ªtico azteca: el desenlace no est¨¢ en duda, pero sus implicaciones, s¨ª. La discusi¨®n es sencilla, y la disyuntiva se antoja meridiana: seg¨²n algunos ¡ªuna mayor¨ªa de los comentaristas, y una minor¨ªa de los votantes¡ª un triunfo del PRI constituir¨ªa una restauraci¨®n autoritaria, corrupta, nacionalista y desacreditada; ?ser¨¢ Pe?a Nieto un Luis XVIII m¨¢s joven y delgado que el de 1815, que, junto con sus amigos y colaboradores de la Corte borbona, ¡°n¡¯a rien appris, ni rien oubli¨¦¡±?O, de acuerdo con otros, m¨¢s all¨¢ de las personas y sus atributos, talento y debilidades, el regreso del PRI a Los Pinos equivaldr¨ªa m¨¢s bien al funcionamiento normal de la alternancia en democracia, incluso en una democracia imperfecta, incipiente y precaria como la mexicana. Viniendo de alguien que dedic¨® buena parte de su vida desde finales de los a?os ochenta a procurar el fin de la dominaci¨®n pri¨ªsta, y que contribuy¨® de manera modesta o decisiva a su primera derrota en el a?o 2000 como estratega de Vicente Fox, puede parecer parad¨®jica mi respuesta: la posible victoria de Pe?a Nieto el 1 de julio no es una restauraci¨®n, ni debe ser motivo de miedo o preocupaci¨®n para los mexicanos y nuestros amigos en el mundo. No es el resultado deseado por m¨ª, pero tampoco es el fin del mundo. Por supuesto que hubiera preferido otra cosa: el triunfo de un candidato independiente (el PRI en la C¨¢mara de diputados no quiso); de un social-dem¨®crata moderno, globalizado y democr¨¢tico ¡ªm¨¢s all¨¢ de deseos piadosos, no existe¡ª, o incluso de un aspirante del PAN que defendiera lo bueno de los sexenios de Fox y de Calder¨®n, y rompiera con lo malo ¡ªla guerra optativa, sangrienta e in¨²til de Calder¨®n contra el narco (no hubo tal). Pero no me espanta la alternativa, por tres razones fundamentales.
En primer lugar, aunque los pri¨ªstas no lo digan en p¨²blico y solo lo reconozcan en voz baja, Pe?a Nieto ser¨ªa el primer presidente del PRI en la historia electo por el sufragio universal, no por el ¡°dedo¡± de su predecesor. A¨²n Ernesto Zedillo, el ¨²ltimo presidente pri¨ªsta, que arrib¨® a la primera magistratura hace 18 a?os, reconoci¨® tiempo despu¨¦s de su llegada al poder que su elecci¨®n fue limpia, pero no equitativa. E igual, fue nombrado candidato por Carlos Salinas de Gortari, en lugar de ser producto de un proceso interno de un tipo o de otro. Ni que decir de todos sus predecesores: como lo describ¨ª en La Herencia, un libro basado en entrevistas con cuatro expresidentes de M¨¦xico, cada jefe de Estado escog¨ªa a su sucesor; las elecciones representaban un tr¨¢mite, o un fraude. Ni yo ni nadie garantiza las convicciones democr¨¢ticas de Pe?a Nieto, pero s¨ª estoy convencido que no es lo mismo ser designado por ¡°dedazo¡± que ser electo: moral, pol¨ªtica y personalmente, la rendici¨®n de cuentas... cuenta.
Ser¨ªa el primer presidente del PRI electo por sufragio universal, no por el ¡°dedo¡± de su predecesor
En segundo lugar, M¨¦xico no es el mismo: el contexto es absolutamente distinto al que prevalec¨ªa en 1994. Cualquier candidato que gane el primer domingo de julio enfrentar¨¢ los mismos contrapesos, obst¨¢culos y retos que Fox y Calder¨®n: carecer¨¢ de mayor¨ªa en por lo menos una c¨¢mara legislativa; salvo L¨®pez Obrador, del PRD de izquierda, tendr¨¢ frente a s¨ª en el Distrito Federal al segundo personaje electo m¨¢s poderoso del pa¨ªs del PRD, con el segundo o tercer presupuesto de M¨¦xico; si es Pe?a Nieto, la tercera parte de los gobernadores provendr¨¢n de partidos distintos al suyo, y casi seguramente obtendr¨¢ menos del 50% de los votos.
Aunque su calidad deje en ocasiones mucho que desear, los medios de comunicaci¨®n mexicanos son m¨¢s libres y poderosos que nunca; a pesar de su persistente debilidad, la sociedad civil mexicana se encuentra m¨¢s organizada y es m¨¢s vigorosa que en cualquier momento de nuestra historia.
Sobre todo, el nuevo mandatario deber¨¢ convivir con una importante cantidad de entes o instituciones aut¨®nomas, que el pa¨ªs ha construido en estos a?os, y que no conforman simples cajas de resonancia para las instrucciones de Los Pinos. La primera, y la m¨¢s importante, es la Suprema Corte de Justicia, que le ha infligido severos dolores de cabeza a Fox y a Calder¨®n, y grandes beneficios a la sociedad mexicana. La segunda es el Instituto Federal Electoral, que a pesar de sus altos y bajos recurrentes, le imprime un sello de legitimidad a cada elecci¨®n federal en M¨¦xico, desde la presidencia hasta los 628 legisladores. El Banco de M¨¦xico fue dotado de plena independencia desde 1993, y constituye una garant¨ªa parcial de prudencia marco-econ¨®mica, por lo menos en lo que corresponde al ¨¢mbito monetario. El Instituto Federal de Acceso a la Informaci¨®n, aut¨®nomo tambi¨¦n, es fuente de transparencia y de jaquecas para todos los poderes en M¨¦xico, y el de Estad¨ªsticas, con mejores y peores momentos, lo es de datos objetivos y confiables sobre la econom¨ªa y la sociedad mexicanas. Ni Pe?a Nieto ni nadie podr¨¢ domar a estas burocracias, suponiendo que deseara hacerlo (lo l¨®gico), y solo podr¨¢ en una peque?a medida con otros entes reguladores semi-aut¨®nomos: de banca y valores, de telecomunicaciones, de competencia, de hidrocarburos.
El contexto externo tambi¨¦n ha cambiado. M¨¦xico hoy se halla inmerso en una verdadera mara?a de acuerdos de libre comercio, con cl¨¢usulas contra la corrupci¨®n, democr¨¢ticas y de respeto a los derechos humanos, laborales, ambientales, de g¨¦nero, ind¨ªgenas, etc, que no pueden ser desconocidos o menospreciados por capricho. No todas las cl¨¢usulas han resultado eficaces: se han recrudecido las violaciones a los derechos humanos bajo Calder¨®n, sin que por ello su gobierno pague un costo internacional oneroso (a¨²n); pero como la Puerta de Alcal¨¢, all¨ª est¨¢n. A ello hay que agregar el sin n¨²mero de otros instrumentos internacionales suscritos y/o ratificados por M¨¦xico desde 1998, y que hoy nos someten a un escrutinio externo doloroso, en ocasiones irritante, pero siempre bienvenido para quienes creemos en el valor universal de ciertos principios. Esto es quiz¨¢s lo esencial.
Hay que escoger: o hemos construido una democracia representativa o la victoria del PRI es intolerable
La integraci¨®n econ¨®mica, social, cultural y geo-pol¨ªtica de M¨¦xico a Am¨¦rica del Norte, y su creciente apertura al mundo entero, ha generado una mirada externa diferente. Ya no es la fascinaci¨®n con la cultura, la historia o las playas mexicanas: es el examen riguroso, a veces arrogante e injerencista, de los derechos de propiedad, de la probidad de las instituciones, de la transparencia de las empresas p¨²blicas y privadas, de la seguridad de las personas, de la libertad de prensa, de la rendici¨®n de cuentas. El caso Walmart y la denuncia de sus repetidos ejemplos de soborno a autoridades locales, denunciado en tres planas enteras por The New York Times, es emblem¨¢tico: ni el diario, ni la SEC, ni los accionistas de la empresa m¨¢s grande del mundo se interesaban antes as¨ª por M¨¦xico, o ahora por otro pa¨ªs.
Quiz¨¢s habr¨¢ pri¨ªstas que sigan intentando robar; habr¨¢ tambi¨¦n, como bajo Fox y Calder¨®n, muchos vigilantes que los desnuden. Pe?a Nieto cumpl¨ªa apenas dos a?os de edad cuando sucedi¨® la masacre de Tlatelolco, perpetrada por los expresidentes pri¨ªstas Gustavo D¨ªaz Ordaz y Luis Echeverr¨ªa. Ten¨ªa 16 cuando Jos¨¦ L¨®pez Portillo nacionaliz¨® la banca en 1982; 22 al momento del fraude electoral de 1988 a favor de Salinas; y 28 a?os en el fat¨ªdico 1994, cuando se alzaron los zapatistas, fue asesinado Luis Donaldo Colosio, y el pa¨ªs sufri¨®, a finales de a?o, la peor crisis econ¨®mica y financiera de su historia moderna. Sigue rodeado de personajes de aquellas ¨¦pocas; sus deslindes frente al pasado son pocos, y tenues.
Pero hay que escoger: o los mexicanos hemos construido una democracia representativa funcional, en cuyo caso la alternancia que resuelvan los electores, no la comentocracia, es tan v¨¢lida y leg¨ªtima como cualquier otra; o la victoria de los derrotados del 2000 es intolerable, y entonces la democracia que tenemos es in¨²til. M¨¦xico ha sobrevivido a una gran cantidad de desgracias en su historia; sobrevivir¨¢ al regreso del PRI, y en una de esas, hasta prosperar¨¢ con la elecci¨®n ¡ªesta s¨ª de verdad¡ª de Pe?a Nieto.
Jorge G. Casta?eda es analista pol¨ªtico y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos.
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