Cuervos

Los cat¨®licos deben enfrentarse a dos clases de misterios: los que se derivan de la teolog¨ªa propiamente dicha y los que anidan en los bajos fondos del Vaticano. A los no creyentes les trae sin cuidado que Dios sea uno y trino, o que la Virgen fuera concebida sin pecado, pero les excita sobremanera que Roberto Calvi, el causante de la quiebra del Banco Ambrosiano, apareciera colgado del puente de los Frailes Negros de Londres. M¨¢s que la sagrada comuni¨®n a los agn¨®sticos les interesa saber qu¨¦ clase de brebaje le dieron a probar al Papa Luciani, poco despu¨¦s de ser elegido, para mandarlo a los cielos por la v¨ªa r¨¢pida. Es irrelevante el hecho de que el Esp¨ªritu Santo sea una paloma; en cambio resultar¨ªa m¨¢s morboso si se demostrara que realmente se trata de uno de esos cuervos que en este momento revolotean por las dependencias privadas del Papa Ratzinger y que tienen la habilidad de abrir los armarios m¨¢s secretos con el pico. Dec¨ªa Borges que la teolog¨ªa es la rama m¨¢s excelsa de la ciencia ficci¨®n. Este encaje de bolillos mentales no es nada comparado con el realismo sucio del perverso arzobispo Marzinkus, llamado el banquero de Dios, huido por los pasadizos oscuros de la Iglesia Romana a u?a de caballo como los antiguos condes facinerosos se fugaban del castillo despu¨¦s de una reyerta. El prestigio literario del Vaticano no se deriva de los dogmas et¨¦reos sino de los misterios que emanan de sus s¨®tanos conectados con las pasiones m¨¢s turbias. A este caudal de inspiraci¨®n contribuyeron los Borgia, cuyo veneno o, en su defecto, el certero pu?al, no han dejado de producir literatura a lo largo de la historia, no tan profunda, aunque m¨¢s intensa, que de la de san Agust¨ªn y otros padres de la Iglesia. En la actualidad los cardenales y obispos ped¨®filos, los fundadores de sectas religiosas que llevan una vida depravada, las conexiones de los sagrados dicasterios con la Mafia son los que dotan a la sopa teol¨®gica de la grasa m¨¢s sustanciosa del puchero. Si el Vaticano fuera una entidad as¨¦ptica, literariamente ser¨ªa anodina. Son sus s¨®tanos los que mueven la imaginaci¨®n de la gente y la obliga a dirigir la atenci¨®n a los grumosos enredos del papado, que nada tienen que ver con el misterio de la fe sino con el laberinto de la miseria humana.