¡®Miserere¡¯
Y ni una misa de funeral por todas esas revistas y peri¨®dicos de papel, por todos esos quioscos desaparecidos
En un mundo agobiado por la devaluaci¨®n del euro, por el agujero de ozono y la desaparici¨®n de especies animales, por la p¨¦rdida en general, a¨²n no hemos entonado un miserere por el cierre de los quioscos de prensa. Y se cierran todos los d¨ªas, mayormente al ritmo de la jubilaci¨®n de sus due?os. Sal¨ªa uno ayer mismo del dentista de pago, valga la redundancia, y el quiosco en el que compraba EL PA?S para leerlo minuciosamente en la cafeter¨ªa de la esquina, bajo los efectos del virtuoso Nolotil, hab¨ªa desaparecido de la acera. Se acercaba uno, incr¨¦dulo, al lugar del crimen, por si se tratara de un problema de la vista, y donde hasta ayer hab¨ªa un quiosco, con su matrimonio de quiosqueros dentro, hab¨ªa un hueco rojizo, hinchado, un poco sangrante todav¨ªa, como el que queda en la enc¨ªa tras la extracci¨®n de una muela del juicio. Un hueco por el que uno pasaba la vista obsesivamente, como la punta de la lengua por el empaste, sin que el puesto de peri¨®dicos volviera a manifestarse siquiera fuera en su versi¨®n fantasma. Y miraba uno alrededor, en busca de otro, pues su dentista se encuentra en una zona de mucho paso, y no ve¨ªa ninguno, aunque si caminaba unos metros observando atentamente el firme, descubr¨ªa m¨¢s huecos sin cicatrizar resultantes de la extracci¨®n indolora de otros quioscos que se extend¨ªan hasta hace poco por el barrio. Se hab¨ªan quedado las aceras desdentadas. Y ni un miserere, ya decimos, ni una misa de funeral por todas esas revistas y peri¨®dicos de papel en los que uno se demoraba como un ni?o ante un escaparate de golosinas antes de decir este y este y estas dos revistas y tambi¨¦n este libro que se me escap¨® en su d¨ªa. De todos los f¨¢rmacos eliminados por Ana Mato del cat¨¢logo de la Seguridad Social, el ¨²nico que no necesitar¨¦ son las l¨¢grimas artificiales. He vuelto a llorar de forma natural.
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