M¨¦xico: democracia en construcci¨®n
El edificio de la modernidad democr¨¢tica y del progreso material est¨¢ en proceso y la pregunta clave es si el nuevo gobierno encabezado por el pri¨ªsta Enrique Pe?a Nieto querr¨¢ o podr¨¢ seguir edific¨¢ndolo
En la bolsa de valores del prestigio internacional las acciones de M¨¦xico se cotizan bajo. Se comprende. Hace a?os abundaban los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n, hoy abundan las noticias y art¨ªculos sobre violencia. Pero la mala valoraci¨®n (que comparten muchos mexicanos) es injusta. En tan solo 15 a?os M¨¦xico ha hecho progresos extraordinarios en su vida pol¨ªtica. No ponderarlos conduce al des¨¢nimo, la confusi¨®n, la irrealidad.
Por casi siete d¨¦cadas, este fue el reino inveros¨ªmil de la Presidencia Imperial. Sin usar sino por excepci¨®n la coerci¨®n f¨ªsica o ideol¨®gica, comprando obediencia o buena voluntad con puestos y dineros p¨²blicos, el ¡°sistema¡± (como tambi¨¦n se le conoc¨ªa) dio al pa¨ªs cierta estabilidad, orden y crecimiento a costa de su madurez pol¨ªtica. M¨¦xico era un pa¨ªs tutelado por el PRI, que funcionaba como una bien aceitada maquinaria de movilidad social y control electoral.
Algunos hechos. En los a?os cuarenta, los sitios de votaci¨®n se tomaban como posiciones de guerra y los coroneles del ej¨¦rcito ametrallaban a los heroicos votantes de oposici¨®n.
En los cincuenta, un presidente se burlaba del PAN (partido de centro derecha, ¨²nico independiente) llamando a sus militantes ¡°m¨ªsticos del voto¡±.
En los sesenta, una pac¨ªfica manifestaci¨®n de estudiantes fue masacrada por el Ej¨¦rcito.
En los setenta, un presidente dio un golpe de Estado al ¨²nico diario independiente.
Necesitamos reformas estructurales que, entre otras cosas, ampl¨ªen la base fiscal
En los ochenta, un presidente ¡ªen uso de sus ampl¨ªsimos poderes¡ª endeud¨® al pa¨ªs por nueve billones de d¨®lares en un d¨ªa. En esa d¨¦cada, la Secretar¨ªa de Gobernaci¨®n (juez y parte en las elecciones) orquest¨® un escandaloso fraude en los comicios presidenciales. Solo el magnicidio (nunca aclarado) de su candidato presidencial, en marzo de 1994, convenci¨® a los jerarcas del PRI (due?os efectivos de M¨¦xico) de que la democracia era inaplazable. Cuando en 1995 el presidente Ernesto Zedillo se decidi¨® a abrir el sistema, la democracia entr¨® por la puerta grande. Y entr¨® para quedarse.
La ¡°dictadura perfecta¡± ¡ªcomo la llam¨® Vargas Llosa¡ª muri¨®, sin llantos ni obituarios, el 2 de julio de 2000. A partir de entonces, el presidente solo ejerce sus poderes constitucionales y el Congreso ha sido plural, combativo e independiente. La Suprema Corte de Justicia es aut¨®noma y sus laudos son universalmente respetados. Los gobernadores y alcaldes usan (y con frecuencia abusan, por corrupci¨®n) de su nueva libertad, pero la Ley y el Instituto de Transparencia funcionan en el nivel federal. Todas las libertades c¨ªvicas son plenas (son los criminales, m¨¢s que los gobiernos locales, quienes limitan la libertad de expresi¨®n). Las elecciones las organiza el Instituto Federal Electoral y casi un mill¨®n de ciudadanos participan en el proceso.
El Banco de M¨¦xico es enteramente aut¨®nomo, lo cual se refleja en las finanzas p¨²blicas, cuya salud (baja inflaci¨®n y d¨¦ficit, altas reservas) envidiar¨ªan ahora los europeos. Tras un arduo aprendizaje a partir de las crisis sucesivas de 1976, 1982 y 1994, en el ¨¢mbito econ¨®mico M¨¦xico ha desarrollado una dirigencia profesional. En un contexto de recesi¨®n mundial, el crecimiento de 3.9% es modesto pero no despreciable. Los programas sociales y las coberturas de salud (nunca suficientes, en un pa¨ªs con alto ¨ªndice de pobreza) se han ampliado, y todo ello no por ¡°obra y gracia¡± del ¡°Se?or Presidente¡± sino por la continuidad institucional.
El cambio ha sido tan profundo, que la vuelta al poder del PRI ¡ªcon todos sus riesgos e inconvenientes¡ª no lo pondr¨¢ en peligro. Pero el edificio de la modernidad democr¨¢tica y del progreso material es una obra en construcci¨®n, y la pregunta clave es si el nuevo gobierno encabezado por Enrique Pe?a Nieto querr¨¢ o podr¨¢ seguir edific¨¢ndola.
Pe?a Nieto ha hablado de no mirar m¨¢s al pasado y ha insistido en la ¡°renovaci¨®n¡± del PRI. Suponiendo que es sincero, tendr¨¢ dos grandes obst¨¢culos para lograrlo: uno interno, otro externo. El primero son los famosos y casi inextinguibles ¡°dinosaurios¡±, refugiados en el Parque Jur¨¢sico de los Estados (con gobernadores corruptos, algunos vinculados con narcotraficantes) y en los sindicatos como el petrolero (propietario privado de esa industria p¨²blica). Sin llamar a cuentas a esos poderes (que son emblem¨¢ticos del despilfarro, la impunidad, la ineficacia y la corrupci¨®n) M¨¦xico no podr¨¢ abatir la pobreza y la desigualdad, ni crecer al ritmo acelerado que requiere.
Necesitamos adem¨¢s un conjunto de reformas estructurales que, entre otras cosas, ampl¨ªen la base fiscal, abran el sector petrolero a la inversi¨®n externa y desregulen el mercado laboral. Muchas de estas reformas son contrarias al ADN clientelar del PRI. La educaci¨®n, otra zona de desastre, es tambi¨¦n un cerrado coto sindical. Se necesitar¨¢ el ¨¢nimo, la convicci¨®n y la visi¨®n de un verdadero reformador para desmontar este edificio corporativo del PRI, con sus ideas anticuadas, sus intereses creados, sus conexiones con el crimen. No est¨¢ claro, en absoluto, que Pe?a Nieto y su joven equipo tengan esa voluntad hist¨®rica.
Si la izquierda quiere llegar al poder por la v¨ªa democr¨¢tica, tendr¨¢ que tomar distancia de AMLO
El otro obst¨¢culo no s¨®lo a las reformas estructurales sino al avance de la democracia representativa (y a la posibilidad de una izquierda moderna) es Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador. Tal como ocurri¨® hace seis a?os, se ha negado a aceptar la derrota en las elecciones. Su conducta no es inexplicable. Se siente genuinamente ungido por un poder suprahist¨®rico o celestial para ¡°salvar¡± al pueblo de M¨¦xico. Su tierra prometida no est¨¢ en el futuro sino en el pasado: una aut¨¢rquica Arcadia econ¨®mica y social inspirada por el nacionalismo estatista de la Revoluci¨®n mexicana. De haber triunfado en las elecciones, hubi¨¦semos sufrido una regresi¨®n democr¨¢tica: un redentor en el poder.
Si bien la posibilidad estrictamente jur¨ªdica de que prosperen sus impugnaciones a las elecciones pasadas es baja, la movilizaci¨®n pol¨ªtica que llegue a desatar (sobre todo entre los estudiantes) afectar¨¢ el curso del sexenio. L¨®pez Obrador se opondr¨¢ a las reformas en el Parlamento y en las calles. Representa una suerte de fundamentalismo pri¨ªsta contrario a la liberalizaci¨®n econ¨®mica y la apertura econ¨®mica del sector energ¨¦tico. (No por casualidad milit¨® en el PRI por casi 20 a?os). Si la izquierda mexicana quiere llegar al poder por la v¨ªa democr¨¢tica, tendr¨¢ que tomar distancia de ¨¦l.
Un sector de la clase media (urbano, acad¨¦mico, conectado a las redes) atraviesa por un estado de aguda crispaci¨®n debido al resultado de las elecciones adverso a L¨®pez Obrador. Ojal¨¢ esta tensi¨®n no derive en un problema de violencia pol¨ªtica. Ser¨ªa como echar gasolina al fuego de la violencia criminal, que es lo que en verdad preocupa a la sociedad en su conjunto. Esa sociedad trabaja, crece y participa.
Cuarenta y nueve millones de personas acudieron a votar, un mill¨®n de ciudadanos cont¨® los votos y otro mill¨®n supervis¨® el proceso electoral. La ¡°dictadura perfecta¡± qued¨® en el pasado. Lo que vivimos ahora es algo m¨¢s prosaico y normal: una democracia en construcci¨®n. Y nuestras acciones, pronto se ver¨¢, ir¨¢n al alza.
Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.
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