No hay eximentes para los desheredados

Estos d¨ªas he visto en un programa televisivo de denuncia social, en el que aparec¨ªa un chico joven llamado Jes¨²s sentenciado a tres a?os de c¨¢rcel por el robo de dos pizzas a?os atr¨¢s, la constante decepci¨®n que supone la justicia en este pa¨ªs. Jes¨²s ya no es un chiquillo; en principio, ha reformado su vida, tiene trabajo fijo desde hace seis a?os, mujer, un hijo y otro en camino.

No se ha de exculpar una mala acci¨®n por haber sido una gamberrada de chiquillos, esto es cierto, no obstante, la condena de tres a?os de c¨¢rcel, tras pasar ocho desde que se cometi¨® el delito es un desprop¨®sito contraproducente y que adem¨¢s va en contra de la l¨®gica com¨²n, esa que muchas veces es m¨¢s justa que la justicia.

Jes¨²s, el pobre desheredado, no lo ha pensado muy bien, pues si en vez de robar dos pizzas hubiese robado un banco siendo en ¨¦l un alto cargo, otro gallo le cantar¨ªa. Si hubiese malversado fondos, comprado voluntades y cometido prevaricaci¨®n siendo representante leg¨ªtimo del pueblo le ir¨ªa mejor, cuando menos seguro que no iba a la c¨¢rcel. Si Jes¨²s fuese yerno de un rey y estuviese casado con una infanta podr¨ªa haber robado una cadena entera de pizzer¨ªas e irse de rositas. Pero el pobre Jes¨²s es uno m¨¢s.

Nada tan poco sol¨ªcito, diligente y en muchas ocasiones eficaz, como la justicia en este pa¨ªs.¡ª Javier Diz Casal.