A prop¨®sito de una pol¨¦mica ling¨¹¨ªstica
El g¨¦nero no es sexo. El sexo biol¨®gico no se materializa necesariamente en sexo sem¨¢ntico
Tras la tempestad llega la calma, y la polvareda que hace unos meses levant¨® el informe ling¨¹¨ªstico del acad¨¦mico Ignacio Bosque (Sexismo ling¨¹¨ªstico y visibilidad de la mujer, EL PA?S, 4 de marzo de 2012) va perdiendo vigor y, as¨ª, el tema cayendo en el olvido. No deber¨ªa, pues el asunto sigue muy vigente y posee importancia capital para la lengua.
El nudo de la cuesti¨®n es la idea asumida recientemente por parte del feminismo hispanohablante de que palabras de g¨¦nero gramatical masculino como vasco van referidas exclusivamente a varones, de manera sim¨¦trica a como el referente de sus correlatos de g¨¦nero femenino (vasca) se limita a mujeres. De ah¨ª el ya c¨¦lebre ¡°doblete¡± ¡°los vascos y las vascas¡± y semejantes, que tercamente persisten en labios de algunos pol¨ªticos y personajes afines.
Pero examinemos la realidad de la lengua. Primero, las frases en cuesti¨®n surgieron hace apenas una d¨¦cada. ?Quiere ello decir que hasta entonces vasco se interpretaba (?por todos!) equivocadamente como ¡°persona vasca¡± (?sin distinci¨®n de sexo!), pero en aquel momento una minor¨ªa iluminada vio que en realidad significa ¡°var¨®n vasco¡±? ?Y de d¨®nde provino esta novedosa visi¨®n? Sin duda, de su precedente angloamericano sobre el ingl¨¦s, que ya al final de la d¨¦cada de 1960 se?al¨® al pronombre de tercera persona singular masculino de aquella lengua he como portador de significado ¡°macho¡±, a contrapelo de la pr¨¢ctica de todos los hablantes (y escribientes) hasta aquel momento. Y dejando aparte el acierto o no de esta identificaci¨®n angl¨®fona, el ingl¨¦s es una lengua sin g¨¦nero, mientras que el castellano (como el catal¨¢n, el gallego y dem¨¢s neolatinas) lo tiene, una diferencia crucial que los dobletistas hispanos parecen ignorar.
La motivaci¨®n real del doblete parece ser ¡°publicitar¡± a la mujer
La igualaci¨®n espuria de sexo y g¨¦nero en efecto est¨¢ en la base de la pr¨¢ctica dobletista. Asimismo en la del uso de la misma palabra g¨¦nero por sexo en un creciente n¨²mero de contextos: consid¨¦rese la por desgracia tan manida frase violencia de g¨¦nero, o formularios que piden el ¡°g¨¦nero¡± del solicitante al lado de su nombre, fecha de nacimiento y dem¨¢s. Pero el sexo es una realidad biol¨®gica diferencial de los seres vivos, mientras que g¨¦nero significa ¡°clase, tipo¡±, de donde g¨¦neros literarios o musicales, por ejemplo, y tambi¨¦n g¨¦nero gramatical, que diferencia el (por tradici¨®n mal llamado) ¡°masculino¡± (el almendral peque?o) de su contrapuesto ¡°femenino¡± (la catedral peque?a), ambos evidentemente sin la menor conexi¨®n con el sexo.
El tercer hecho real es que el significado de cada palabra en cada lengua es aleatorio, a la manera como son impredecibles el tama?o y la forma de cada guijarro que pisamos en el camino: ni el uno ni los otros son derivables por ninguna regla, sino que se aprehenden pieza a pieza seg¨²n se van encontrando en la vida. Y en castellano real, normal, tradicional, general, apol¨ªtico el significado de ¡°vasco¡± no posee restricci¨®n sexual a varones: cuando decimos los vascos son un pueblo prerromano estamos incluyendo tanto a hombres como a mujeres, mientras que si decimos los monjes llevan una vida virtuosa s¨ª excluimos a las monjas. Esto lo sabemos todos los hablantes pues el castellano es as¨ª: el significado de ¡°vasco¡± carece de restricci¨®n sexual (es simplemente ¡°persona vasca¡±), pero el de monje (muy excepcionalmente) la tiene a ¡°var¨®n¡±, igual que brujo, marido, var¨®n, macho y quiz¨¢ basta. Los otros masculinos con correlato l¨¦xico femenino (cientos o quiz¨¢ miles) significan solo ¡°persona¡±, como las palabras sin el tal correlato persona, gente, reto?o, prole, v¨¢stago y quiz¨¢ alguna otra: como miembros del reino animal, los seres humanos poseemos un sexo diferencial, pero no todas las palabras hacen referencia a ¨¦l, y el sexo biol¨®gico no se traduce as¨ª autom¨¢ticamente en sexo ling¨¹¨ªstico. Lo estamos viendo aqu¨ª y lo sabemos intuitivamente sin ense?anza expl¨ªcita todos los hablantes del castellano, como conocemos tambi¨¦n los dem¨¢s entresijos de esta lengua, m¨¢s compleja por cierto (como cualquier lengua humana) de lo que el lego ling¨¹¨ªstico pueda suponer.
La igualaci¨®n espuria de sexo y g¨¦nero est¨¢ en la base de la pr¨¢ctica dobletista.
La pr¨¢ctica del doblete mete al sexo donde no lo hay. La motivaci¨®n real (moldeada en el ingl¨¦s, una lengua, como ya he dicho, carente de g¨¦nero) parece ser ¡°publicitar¡± a la mujer, objetivo supuestamente alcanzado mediante el g¨¦nero femenino de la palabra: falazmente, pues estamos viendo (y es incontrovertible) que el g¨¦nero no es sexo, y que el sexo biol¨®gico no se materializa necesariamente en sexo sem¨¢ntico. Y es posible ¡°publicitar¡± sin causar da?o a la lengua como lo causa el doblete, peligrosamente ya infiltrado incluso en documentos formales por la presi¨®n dobletista que ejercen, entre otros agentes, las gu¨ªas ¡°de uso no sexista¡± a las que va dirigido el informe acad¨¦mico desencadenante del revuelo medi¨¢tico. El resultado lo ilustra bien el p¨¢rrafo de la actual Constituci¨®n venezolana oportunamente all¨ª citado: ¡°Solo los venezolanos y venezolanas por nacimiento y sin otra nacionalidad podr¨¢n ejercer los cargos de presidente o presidenta de la Rep¨²blica, vicepresidente ejecutivo o vicepresidenta ejecutiva, presidente o presidenta y vicepresidentes o vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo de Justicia, presidente o presidenta del Consejo Nacional Electoral, procurador o procuradora general de la Rep¨²blica, contralor o contralora general de la Rep¨²blica, fiscal general de la Rep¨²blica, Defensor o Defensora del Pueblo, ministros o ministras de los despachos relacionados con la seguridad de la Naci¨®n, finanzas, energ¨ªa y minas, educaci¨®n; gobernadores o gobernadoras y alcaldes o alcaldesas de los Estados y municipios fronterizos y de aquellos contemplados en la Ley Org¨¢nica de la Fuerza Armada Nacional¡±.
En el colegio religioso donde me eduqu¨¦ hace ya muchos a?os nos aconsejaban encabezar nuestros escritos con las siglas JHS. Yo aconsejo a los publicistas ling¨¹¨ªsticos de la mujer que encabecen sus textos (escritos u orales) con la misma palabra ¡°mujer¡± (mejor llamar pan al pan, y vino al vino), y que la intercalen en el cuerpo del mismo texto con la frecuencia que les parezca necesaria o conveniente. Y les suplico que dejen de hacer chapuzas nocivas con la lengua, que es bien com¨²n, no propiedad exclusiva suya, y cuyo mecanismo de g¨¦nero evidentemente no entienden, o que, si s¨ª entienden, utilizan enga?osamente.
Ignacio M. Roca es catedr¨¢tico de Ling¨¹¨ªstica.
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