La Europa de Ravel
La crisis ha servido de coartada para demoler la fr¨¢gil arquitectura procedimental que garantizaba que las decisiones de la Uni¨®n fueran resultado de la voluntad pol¨ªtica com¨²n de los europeos, no de unos sobre otros
Apenas una semana despu¨¦s de un Consejo Europeo como el celebrado el 29 de junio, los jefes de Estado y de Gobierno comenzaron a discutir a trav¨¦s de la prensa, no sobre la eficacia de las medidas que decidieron, sino sobre el hecho mismo de si decidieron o no esas medidas. Si contin¨²an por este camino, de las 25 cumbres celebradas para abordar la crisis del euro, 24 habr¨¢n concluido en fracaso y una, la del 29 de junio, en rid¨ªculo. Es un balance que la Uni¨®n Europea no puede soportar en t¨¦rminos econ¨®micos, puesto que amenaza la continuidad de la moneda com¨²n y pone en riesgo al conjunto de la econom¨ªa mundial. Pero es un balance que, adem¨¢s, no puede permitirse en t¨¦rminos pol¨ªticos.
El proyecto de la Europa unida, el proyecto de la Europa supranacional, es un experimento sin precedentes desarrollado pacientemente a lo largo de seis d¨¦cadas. Su implosi¨®n, sin embargo, podr¨ªa resultar no s¨®lo vertiginosa sino tambi¨¦n dram¨¢tica, porque, por desgracia, s¨ª existen precedentes de rupturas de las uniones pol¨ªticas supranacionales. Sucedi¨® con el Imperio Austro-H¨²ngaro y volvi¨® a suceder con la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La Uni¨®n Europea no tiene nada que ver con ninguna de esas dos uniones, es verdad. Pero es que tampoco esas dos uniones ten¨ªan nada que ver entre s¨ª y, sin embargo, las consecuencias de su ruptura fueron tan aterradoramente semejantes como las vueltas y revueltas de un siniestro bolero de Ravel, en el que por mucho que parezca que se avanza siempre se regresa al punto de partida.
Si de las 25 cumbres celebradas para resolver la crisis del euro, 24 han acabado en fracaso y una, la del 29 de junio, puede hacerlo en rid¨ªculo, no es solo porque los jefes de Estado y de Gobierno europeos hayan equivocado sistem¨¢ticamente las medidas que se requieren. Detr¨¢s de este magro balance hay otra raz¨®n m¨¢s determinante que la simple torpeza o la falta de visi¨®n, con independencia de que, adem¨¢s, se haya derrochado torpeza y falta de visi¨®n en cada una de las 25 cumbres celebradas. Desde que Merkel y Sarkozy se pusieron a los mandos de la pol¨ªtica europea contra la crisis, desde que se erigieron en improvisado directorio y el resto de pa¨ªses de la eurozona se plegaron con docilidad de penitentes a esta inaceptable pretensi¨®n, el proceso de toma de decisiones de la Uni¨®n ha sido irresponsablemente violentado.
Existen precedentes de rupturas de las uniones supranacionales: la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Yugoslavia...
Comenz¨® a serlo antes de que estallara la crisis, pero la crisis ha servido de coartada para demoler la fr¨¢gil arquitectura procedimental que garantizaba que las decisiones de la Uni¨®n fueran resultado de la voluntad pol¨ªtica com¨²n de los europeos, no de la imposici¨®n de unos europeos sobre otros. Mientras Francia se situ¨® con Sarkozy incondicionalmente al lado de la pol¨ªtica inspirada por Alemania, la imposici¨®n tuvo un disfraz; ahora que Hollande ha tomado ciertas distancias, el disfraz ha ca¨ªdo, y la imposici¨®n est¨¢ despertando el peor instinto que podr¨ªa inspirar cualquier pol¨ªtica: explicar las posiciones que sostiene un Gobierno, no como defensa de sus intereses leg¨ªtimos, sino como materializaci¨®n de la supuesta esencia ancestral del pueblo al que representa. Si la Europa del norte reclama austeridad, se dice desde un lado, es porque son teutones y luteranos; si la Europa del sur se resiste a aplicarla, se dice desde el otro, es porque son derrochadores y tramposos. Al final, lo ¨²nico que se est¨¢ afirmando desde un lado y desde el otro es el resurgir de un nacionalismo que no hace ascos a descalificaciones que rozan el racismo.
Restablecer el proceso de toma de decisiones de la Uni¨®n irresponsablemente violentado exige, para empezar, que los Estados miembros que se han plegado con docilidad de penitentes a las decisiones impuestas por el directorio, y que ahora tiene que sostener Markel casi en solitario, hagan lo ¨²nico que no han hecho hasta el momento: pol¨ªtica europea. Es decir, pol¨ªtica entre europeos que piensan que el proceso de toma de decisiones de la Uni¨®n contiene garant¨ªas suficientes para compatibilizar los diversos intereses particulares con el inter¨¦s general de Europa. Resulta de todo punto inexplicable que hasta el Consejo del pasado 29 de junio, los pa¨ªses que ya han pasado por el calvario del rescate y los que podr¨ªan estar en la antesala, como Espa?a e Italia, se hayan limitado a sufrir en solitario y a contemplar como espectadores las aparatosas reuniones de la canciller alemana y del derrotado Sarkozy en las que decid¨ªan el futuro de todos, compareciendo ante las c¨¢maras y los flashes a falta de poder hacerlo con alguna base institucional ante las instancias europeas. La cumbre a cuatro que convoc¨® en Roma el primer ministro italiano, Mario Monti, y a la que asistieron Merkel, Hollande y Rajoy, respond¨ªa a la misma l¨®gica que inspir¨® la formaci¨®n del directorio solo que ampliando a cuatro el n¨²mero de sus miembros, y ese fue su punto d¨¦bil.
Su punto fuerte, por el contrario, residi¨® en que, junto a la l¨®gica que inspir¨® la formaci¨®n del directorio, la reuni¨®n de Roma parec¨ªa responder siquiera t¨ªmidamente a la l¨®gica anterior, a la l¨®gica de la pol¨ªtica europea. Cuando molesto por el resultado del Consejo Europeo del 29 de junio, el Gobierno finland¨¦s declar¨® que no estaba dispuesto a permanecer en el euro a cualquier precio, su propia posici¨®n y la de quienes la comparten qued¨® en evidencia. Si los pa¨ªses m¨¢s afectados por la crisis de la deuda hacen pol¨ªtica europea y no se conforman con ser espectadores de lo que otros deciden, ven¨ªa a decir el Gobierno finland¨¦s, entonces los pa¨ªses a salvo de las actuales turbulencias financieras romper¨¢n la baraja. Ser¨ªa una de esas baladronadas frecuentes en toda negociaci¨®n, pero una baladronada que revelaba que, al menos para algunos socios, la pol¨ªtica europea carece de sentido porque el proceso de toma de decisiones de la Uni¨®n est¨¢ muerto.
Mientras funcion¨® el acuerdo Merkel-Sarkozy la improvisaci¨®n fue
Si lo estuviera, la docilidad de penitentes con la que los pa¨ªses m¨¢s afectados por la crisis de la deuda aceptaron la imposici¨®n del directorio ser¨ªa, sin duda, una causa; pero otra causa estar¨ªa relacionada con el m¨¦todo de trabajo que sigui¨® el directorio al celebrar sus aparatosas reuniones, y que ha terminado por contaminar al conjunto de la actividad europea. A diferencia de lo que ven¨ªa haciendo la Uni¨®n desde sus inicios, con el directorio las decisiones dejaron de adoptarse a partir de un impulso pol¨ªtico gen¨¦rico que pon¨ªa en movimiento a los grupos t¨¦cnicos de trabajo, cuyas conclusiones, con sus acuerdos y desacuerdos, regresaban al terreno pol¨ªtico a trav¨¦s de instancias jerarquizadas y cada vez m¨¢s decisorias, en cuya c¨²spide se situaba el Consejo Europeo. Mientras funcion¨® el acuerdo entre Merkel y Sarkozy, mientras actu¨® el directorio, la improvisaci¨®n y la falta de seguimiento fueron la norma: en la c¨²spide europea, en una c¨²spide monopolizada por dos ¨²nicos pa¨ªses, se decid¨ªa lo grande y lo peque?o, lo sustancial y lo accesorio, lo t¨¦cnico y lo pol¨ªtico, y todo en cuesti¨®n de pocas horas. Luego ven¨ªan las rectificaciones, las enmiendas, los contrasentidos y, en suma, ese rumbo err¨¢tico que arruin¨® la credibilidad de la Uni¨®n.
El Consejo Europeo del 29 de junio se consider¨® decisivo porque, al menos hasta que los jefes de Estado y de Gobierno no comenzaron a ponerlo en duda apenas una semana despu¨¦s de celebrarse, parec¨ªa haber servido para adoptar algunas medidas novedosas y necesarias. En realidad, tambi¨¦n fue decisivo por otra raz¨®n. El 29 de junio, en el Consejo que a¨²n podr¨ªa acabar en rid¨ªculo, la pol¨ªtica europea y el proceso de toma de decisiones establecido por la Uni¨®n resurgieron como alternativa al directorio y a la huella procedimental que el directorio ha impreso en el proyecto de la integraci¨®n europea. En ese resurgir de la pol¨ªtica y del procedimiento radicar¨ªa una de las pocas esperanzas para la Uni¨®n, una de las pocas estrategias capaces de separar su destino del que padecieron otras uniones pol¨ªticas supranacionales como el Imperio Austro-H¨²ngaro o la Uni¨®n Sovi¨¦tica, v¨ªctimas de las vueltas y revueltas anteriores de un siniestro bolero de Ravel.
Al igual que la actual Europa de los Veintisiete, tambi¨¦n esas uniones se tuvieron por definitivas e irreversibles, y, sin embargo, demostraron ser tan fr¨¢giles como cualquier obra que los seres humanos construyen para los seres humanos, y de la que los seres humanos son y ser¨¢n siempre responsables.
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