Serbia retrocede
Las credenciales del nuevo primer ministro son tan inquietantes como las del presidente del pa¨ªs
Antes de las elecciones presidenciales y parlamentarias de mayo se daba por hecho que Serbia seguir¨ªa en manos de los reformadores proeurope¨ªstas de Boris Tadic. Menos de tres meses despu¨¦s de la derrota del presidente Tadic y los suyos, el pa¨ªs balc¨¢nico, candidato desde marzo a la integraci¨®n en la Uni¨®n Europea, tiene un Gobierno encabezado por Ivica Dacic, jefe del Partido Socialista ¡ªtercero m¨¢s votado, ¨¢rbitro de la situaci¨®n¡ª y fervoroso portavoz del genocida Slobodan Milosevic en los siniestros a?os noventa, durante las guerras de descomposici¨®n de la antigua Yugoslavia. El presidente serbio es desde mayo Tomislav Nikolic, que fuera mano derecha de Vojislav Seselj, un facineroso procesado en La Haya por cr¨ªmenes de guerra. El nuevo Gobierno es una alianza entre los socialistas y el Partido Progresista de Nikolic.
A Serbia, en cr¨ªtica situaci¨®n econ¨®mica y con desempleo galopante, no le queda presumiblemente otro camino que perseguir la integraci¨®n europea y continuar el di¨¢logo con Kosovo ¡ªtema crucial y precondici¨®n impuesta por Bruselas¡ª, su antigua provincia de mayor¨ªa albanesa, independiente desde 2008 y a la que no reconoce. Pero parece razonable dudar de que esos objetivos puedan ser perseguidos con la misma eficacia y ah¨ªnco por un presidente y un primer ministro con semejantes antecedentes. O por un Gobierno del que forma parte Aleksander Vucic, ministro de Informaci¨®n de Milosevic y m¨¢s recordado por sus incendiarias declaraciones durante la guerra de Kosovo, que finalmente desencaden¨® el ataque de la OTAN contra Belgrado.
La inquietud europea y de EE UU por el compromiso de los nuevos gobernantes est¨¢ plenamente justificada. La UE debe abrirse a la integraci¨®n de los pa¨ªses balc¨¢nicos, pero tambi¨¦n evitar la llegada de socios (hay ejemplos) incapaces de cumplir con irrenunciables est¨¢ndares democr¨¢ticos. Si la reconciliaci¨®n regional es una asignatura pendiente, este regreso de Serbia al pasado no la favorece. Abrazar la democracia, sus h¨¢bitos y reglas, es m¨¢s f¨¢cil desde la raz¨®n que desde posiciones como las sostenidas en su momento por el ahora primer ministro Dacic o por el presidente Nikolic, para quien la hist¨®rica masacre de Srebrenica (m¨¢s de 7.000 musulmanes asesinados a sangre fr¨ªa por las tropas serbobosnias) no se puede considerar un acto de genocidio.
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