Juicio hist¨®rico en Brasil
Que el ¡®mensalao¡¯ haya llegado al Supremo es un avance en un pa¨ªs indulgente con la corrupci¨®n
Siete a?os despu¨¦s de que saltara a la luz el esc¨¢ndalo, el Tribunal Supremo brasile?o ha iniciado con gran pompa, televisi¨®n en directo incluida, el juicio contra tres ex ministros y otros 35 pol¨ªticos, financieros y empresarios acusados de participar en una red de sobornos a diputados y financiaci¨®n ilegal de campa?as pol¨ªticas que en 2005 puso contra las cuerdas al Gobierno del presidente Lula da Silva. El fiscal general considera el mensalao (la mensualidad) ¡ª-como se conoce la trama¡ª el caso m¨¢s grave de corrupci¨®n y desv¨ªo de dinero p¨²blico de la historia de Brasil.
Es improbable que el mensalao salpique a la presidenta Dilma Rousseff, pese a que entre los procesados figura la antigua c¨²pula dirigente del Partido de los Trabajadores (PT), al que pertenecen Lula y la jefa del Estado, adem¨¢s de miembros de otras formaciones de la actual coalici¨®n gobernante. La sucesora de Lula ha conseguido un plus de credibilidad entre los brasile?os despu¨¦s de haber destituido sin contemplaciones a un pu?ado de miembros de su Gabinete acusados de corrupci¨®n.
El meollo del denominado juicio del siglo establece que tras su llegada al poder en 2003, el PT del presidente Lula utiliz¨® dinero p¨²blico (maletines de por medio) para comprar el voto a favor del Gobierno de parlamentarios de otros partidos. El cat¨¢logo de cargos incluye corrupci¨®n, malversaci¨®n, blanqueo de dinero, evasi¨®n de divisas o asociaci¨®n il¨ªcita. La acusaci¨®n se?ala como responsable m¨¢ximo del tinglado a Jos¨¦ Dirceu, que fuera mano derecha de Lula. El ex presidente brasile?o, que no ha sido implicado en la trama, pidi¨® perd¨®n en su d¨ªa, pero ha mantenido despu¨¦s una m¨¢s que ambigua posici¨®n sobre los hechos.
Del resultado del juicio no va a depender el futuro del gigante latinoamericano, como sugieren los maximalistas. Brasil es indulgente con la corrupci¨®n; sus ciudadanos aseguran en las encuestas no tolerarla entre sus dirigentes, a los que luego votan sin mayor problema. El mismo Lula fue reelegido el a?o siguiente de que estallara el esc¨¢ndalo que ha conmocionado a su partido. Pero que el mensalao haya llegado al Supremo es un signo de progreso en un pa¨ªs donde una dudosa reputaci¨®n no suele impedir hacer carrera pol¨ªtica. Una sentencia ejemplarizante, adem¨¢s de empa?ar el legado de Lula, contribuir¨ªa a desacreditar una acendrada cultura de la corrupci¨®n y de impunidad de los poderosos en Brasil.
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