El BCE y la banca: el turno de la pol¨ªtica
Ahora que est¨¢n claros los mecanismos de intervenci¨®n del Banco Central, los Gobiernos de Espa?a, Italia y Portugal no pueden utilizar la coartada de la especulaci¨®n. Es obligado redise?ar el sistema financiero europeo
El anuncio, por parte del Banco Central Europeo (BCE), de que tiene la intenci¨®n de intervenir directamente en los mercados de deuda p¨²blica de los pa¨ªses miembros del euro y que lo har¨¢ ¡ªen las formas que considere apropiadas y en los segmentos de deuda inferiores a los tres a?os¡ª una vez que los Gobiernos de los pa¨ªses interesados pidan su intervenci¨®n y cumplan con ciertas condiciones, deja, como en el cuento de Andersen, a muchos Gobiernos desnudos frente a sus ciudadanos.
Desde hace dos a?os y medio la postura r¨ªgida del BCE sirve de excusa perfecta para los que quieren negar la naturaleza profundamente estructural y esencialmente pol¨ªtica de esta crisis, y que han utilizado sus manifestaciones financieras para argumentar que ¡°toda la culpa¡± la tienen los especuladores, a los que el BCE no pega lo suficientemente duro. Como he ido argumentando una y otra vez, la postura del BCE no ten¨ªa nada de r¨ªgida: simplemente reflejaba la necesidad de que los pa¨ªses de la UE tomaran decisiones pol¨ªticas precisas y que se iniciara un proceso de adaptaci¨®n de los mecanismos comunitarios a una situaci¨®n novedosa. En cualquier caso, ahora que las condiciones necesarias para un cambio en los m¨¦todos e instrumentos de intervenci¨®n de la autoridad monetaria se van realizando (otro paso adelante ha sido la sentencia del Constitucional alem¨¢n que desbloquea el Mecanismo Europeo de Estabilidad), la especulaci¨®n ya no puede ser utilizada para seguir negando la realidad.
La realidad ¡ªen Espa?a, Italia, Portugal y hasta en Francia¡ª consiste en millones de parados de larga duraci¨®n, en una persistente falta de crecimiento de las rentas personales, en un sistema bancario incapaz de generar el cr¨¦dito que las empresas necesitan, en unas empresas que se cierran m¨¢s que se abren y en unas cuentas p¨²blicas casi todas sin equilibrio presupuestario, desde las pensiones a las autonom¨ªas. Ninguno, absolutamente ninguno, de estos problemas se resolver¨¢ porque el BCE ahora intervenga en los mercados de la deuda soberana: si las causas estructurales y pol¨ªticas de estos problemas se mantienen, no existe intervenci¨®n del BCE que pueda arreglar las cosas.
Dicho de otra manera: los pr¨ªncipes est¨¢n desnudos y no tienen otro remedio que o bien gobernar reformando o bien reconocer que las malas cosas que han venido y vendr¨¢n se deben a sus omisiones y fallos, no a la especulaci¨®n financiera o al dogmatismo del BCE. El traje invisible de los Gobiernos nacionales se llama crecimiento econ¨®mico: ?no se hacen las reformas necesarias para el crecimiento ni se habla de c¨®mo deber¨ªan ser!
Hoy, ni un solo banco espa?ol opera de manera uniforme en gran n¨²mero de pa¨ªses de la zona euro
Intentar¨¦ exponer brevemente una de las m¨¢s importantes a nivel nacional y europeo, la del sistema financiero. Si la creaci¨®n de empleo productivo constituye su finalidad clave, un sistema financiero estable y eficiente es el pr¨ªncipe de los instrumentos para que el crecimiento se realice. En el ¨¢rea del euro este instrumento falta: una pol¨ªtica monetaria com¨²n no funciona bien en ausencia de un sistema financiero integrado, y en este momento tenemos 17 sistemas bancarios nacionales distintos. No es solo una cuesti¨®n de regulaci¨®n, que lo es, sino que, b¨¢sicamente, es una cuesti¨®n de estructura del mercado. Para entenderlo empezamos con describir los dos s¨ªntomas m¨¢s aparentes del fallo. Primero: en los pa¨ªses del sur de Europa el sistema bancario es incapaz, desde hace casi dos a?os, de ofrecer cr¨¦dito a precios razonables a empresas y consumidores. Sin cr¨¦dito, el crecimiento no viene. Esto ocurre porque la salida masiva de dep¨®sitos y fondos desde los bancos, poni¨¦ndoles en una situaci¨®n de permanente falta de liquidez, magnifica sus dificultades de financiaci¨®n en el sistema interbancario internacional, debidas al deterioro de su cartera de inversi¨®n. Segundo: con su cl¨¢sico understatement, Draghi ha ido repitiendo que el mecanismo de transmisi¨®n de la pol¨ªtica monetaria en la zona euro ha dejado de funcionar como se esperaba. Con estas afirmaciones, el presidente del BCE se refiere al hecho de que las inyecciones de liquidez efectuadas no parecen aliviar las dificultades de financiaci¨®n de los bancos en los pa¨ªses del sur mientras se mantiene un exceso de liquidez para los de los dem¨¢s pa¨ªses.
Estos dos hechos tienen una misma causa, bastante sencilla: cuando un banco est¨¢ muy concentrado (en el sentido que activos y pasivos son, en su mayor parte, de un mismo pa¨ªs) y este pa¨ªs se encuentra en una situaci¨®n de crisis financiera (de origen fiscal u otra, da igual), o bien la pol¨ªtica monetaria se adapta a las necesidades de ese banco o es f¨¢cil que resulte ineficaz. Las inyecciones de liquidez del BCE no llegan donde deber¨ªan porque para un banco en crisis de un pa¨ªs en crisis el ¨²nico uso razonable de la nueva liquidez es como un colch¨®n de seguridad, y los colchones m¨¢s seguros ciertamente no son las empresas y los consumidores de ese mismo pa¨ªs. Esto causa un c¨ªrculo vicioso en el que las dificultades financieras de un pa¨ªs generan la ca¨ªda del cr¨¦dito que genera la recesi¨®n, la cual agrava las dificultades financieras mismas. Desde hace dos a?os Espa?a e Italia est¨¢n dando vueltas exactamente a este c¨ªrculo, sin salirse de ello.
Espa?a debe reflotar lo que viene de las antiguas cajas para venderlo a bancos extranjeros
Si uno se lo piensa, solamente hay dos salidas a esta situaci¨®n. La primera consiste en volver al pasado, abandonando el euro y reintroduciendo las monedas y los bancos centrales nacionales, lo que permitir¨ªa a los bancos espa?oles obtener liquidez a medida desde el banco central espa?ol. La segunda consiste en hacer que los bancos para los cuales el Banco Central Europeo es el prestamista de ¨²ltima instancia sean Europeos y no alemanes, franceses, italianos o espa?oles. Hoy d¨ªa no es ni mucho menos as¨ª por la sencilla raz¨®n que, en pr¨¢cticamente todos los pa¨ªses de la zona euro, un porcentaje muy grande de la actividad crediticia est¨¢ controlada por bancos cuya cartera se concentra en aquel mismo pa¨ªs. El problema pol¨ªtico, y tambi¨¦n t¨¦cnico, es entonces: ?ser¨¢ suficiente un regulador bancario europeo para hacer que el Santander ya no sea un banco espa?ol y Soci¨¦t¨¦ G¨¦n¨¦rale un banco franc¨¦s? Lo dudo bastante, ya que la nacionalidad de una cartera no depende de quien regule el banco que la gestiona ni de sus accionistas. Depende de d¨®nde el banco obtenga sus dep¨®sitos y d¨®nde los invierta y hay una sola manera de que un banco sea europeo: que opere de manera relativamente uniforme en un gran n¨²mero de pa¨ªses de la zona euro. En este momento no existe pr¨¢cticamente un solo banco que cumpla con este requisito y esto es particularmente cierto para los bancos espa?oles.
Ser¨ªa entonces necesario buscar un redise?o general, a nivel europeo, del sistema financiero, lo cual no es nada f¨¢cil ya que, en este momento, algunos pa¨ªses se encuentran con sistemas crediticios que tienen mucha mejor salud que otros y no quieren reformas. En estas circunstancias es cuando el liderazgo pol¨ªtico se ve, y sirve para algo: es el momento ¨®ptimo para que nuestro Gobierno saque a la palestra esta opci¨®n y trate de convencer a los socios europeos de su necesidad.
S¨¦ que es una labor complicada pero, de comenzar el debate, puede ayudar a dar buen ejemplo. Espa?a debe hoy reflotar aquella parte de su sistema financiero que viene de las antiguas cajas y lo podr¨ªa hacer mediante la venta orientada a bancos extranjeros. De hecho, ser¨ªan tres los beneficios que obtendr¨ªa Espa?a de una decisi¨®n as¨ª: evitar un incremento de la concentraci¨®n monopol¨ªstica en el mercado bancario espa?ol, facilitar la reactivaci¨®n del cr¨¦dito para las empresas y los consumidores espa?oles y empujar a nuestros socios europeos (los italianos en particular, pero tambi¨¦n los alemanes y los franceses) en la direcci¨®n de europeizar sus sistemas bancarios, enviando as¨ª una se?al clara de liderazgo espa?ol en el ¨¢mbito de la Uni¨®n Europea.
Michele Boldrin es profesor de la Washington University in Saint Louis y director ejecutivo de Fedea.
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