Rojo y Negro
El problema es nuestra incapacidad para enfrentarnos racionalmente a los envites nacionalistas
En Par¨ªs se habla bajo y no se exageran las cosas peque?as¡±, dec¨ªa Stendhal en su novela Rojo y Negro.Por el contrario, en nuestro querido Madrid hablamos muy alto y damos la misma importancia a las an¨¦cdotas que a cuestiones de trascendencia vital para la naci¨®n. Contemplamos c¨®mo pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n, cierto es que en muy diferentes grados, dan la misma importancia a un estrafalario l¨ªder sindical andaluz a la b¨²squeda de las primeras p¨¢ginas de los peri¨®dicos, que al previsible rescate de Espa?a. Nos estremecemos con igual intensidad por asuntos bien diferentes, contribuyendo de esta forma a generalizar un gran griter¨ªo que impide escuchar las ideas de los adversarios, pero tambi¨¦n convertimos en f¨²tiles, retos de calado para el pa¨ªs por miedo intelectual a enfrentarnos a la realidad. En el Pa¨ªs Vasco, una vez que ETA ha sido obligada a ser infiel a su naturaleza, nos encontramos ante la necesidad de realizar un discurso que fortalezca las instituciones constitucionales, sin que nadie parezca preocupado por el reto pol¨ªtico que nos amenaza m¨¢s all¨¢ de las pr¨®ximas elecciones, y en Catalu?a, el otrora moderado nacionalismo catal¨¢n, ha dado pasos hacia el independentismo que me parecen hoy por hoy de dif¨ªcil vuelta atr¨¢s, confirmado el impulso de efracci¨®n por las palabras del presidente de la Generalitat Arthur Mas: ¡°... porque en definitiva sean voces por el pacto fiscal, por el Estado propio, por el respeto que merecemos como naci¨®n pac¨ªfica y democr¨¢tica que somos...¡±, refiri¨¦ndose a las voces que se han o¨ªdo durante la manifestaci¨®n independentista celebrada el 11 de septiembre.
Sigo pensando que el mayor problema no son los nacionalistas, el problema somos nosotros, nuestra incapacidad para enfrentarnos racionalmente a los envites del nacionalismo. Su comportamiento envalentonado tiene mucho que ver con nuestra debilidad, mejor dicho, con la debilidad institucional del Estado. Pasamos de reacciones entecas a exageraciones castizas, hist¨¦ricas, apasionadas. En Catalu?a vamos de un Partido Popular dedicado a apoyar a CiU utilizando ¡°pellizcos de monja¡± para diferenciarse de los nacionalistas, a un PSC incapaz de construir una alternativa cre¨ªble desde su papel de f¨¢mulo del nacionalismo barcelon¨¦s, siendo un ejemplo m¨¢s de este comportamiento la asistencia a la manifestaci¨®n de la Diada de reconocidos militantes del socialismo catal¨¢n. Y en Madrid, por su parte, oscilamos desde los que creen que hacen un favor quitando importancia pol¨ªtica a la movilizaci¨®n independentista y a las enf¨¢ticas declaraciones posteriores, a los que convocan con toda la trompeter¨ªa. Todo ello, con la intensidad contradictoria y suficiente para quedar exhaustos, inanes, sin hacer nada, sin pensar, a la espera de que el tiempo lo solucione o, por lo menos, imponga un olvido tranquilizante.
Habr¨ªa que exigir al PSC la defensa de la Espa?a constitucional del 78
El tiempo nunca ha solucionado problemas de tal envergadura, al contrario, suele colaborar y contribuir a que cualquier soluci¨®n sea traum¨¢tica. La primera reacci¨®n, evidente para cualquiera que quiera ver, es la retirada de los apoyos parlamentarios del PP a CiU en el Parlamento catal¨¢n. Esta medida puede adelantar las elecciones catalanas pero esa decisi¨®n le corresponde a Mas. Si convocara elecciones anticipadas podemos exigir que vaya con una propuesta clara de independencia, tambi¨¦n puede, por otro lado, decidir malvivir hasta las pr¨®ximas elecciones, en las que podremos volver a exigirle transparencia y claridad cuando sean convocadas. Esta exigencia terminar¨ªa convirti¨¦ndose en arbitraria si no la complementamos con una reivindicaci¨®n igualmente exigente al PSC: la defensa de la Espa?a constitucional del 78, disminuyendo as¨ª la distancia establecida de forma oscura entre sus posiciones y las del PSOE, que es la misma, por otro lado, que mantienen con parte de su electorado. Lo peor que nos puede pasar es que ellos, los nacionalistas, sigan avanzando hacia sus inequ¨ªvocas pretensiones finales y nosotros dudemos entre no hacer nada o convocar de nuevo a la trompeter¨ªa.
Pero, ?son suficientes estas exigencias dictadas por el sentido com¨²n? ?No es posible hacer algo m¨¢s? Yo creo que s¨ª, que podemos establecer nuevas posiciones pol¨ªticas. La primera y menos cuestionada ser¨ªa una posici¨®n com¨²n de los grandes partidos nacionales que dejara clara su voluntad de defender la Espa?a constitucional del 78, con la misma o mayor legitimidad que arguyen los manifestantes catalanes. Hoy, est¨¢n obligadas dichas fuerzas a exigir el respeto a la ley, pero tambi¨¦n a dar cohesi¨®n pol¨ªtica al conjunto de los espa?oles sin folklores dram¨¢ticos y tambi¨¦n sin complejos. No ser¨ªa un exceso que el PP y el PSOE se asociaran para responder al envite, asegurando el tratamiento justo y solidario a las pretensiones econ¨®micas catalanas, e igualmente expresar su oposici¨®n a las zonas grises, oscuras transiciones, discursos ambivalentes, en los que tan a gusto se desenvuelven los nacionalistas. El siguiente paso, alejado de estos asuntos ordinarios, es que plasmen su propuesta para la independencia pol¨ªtica de Catalu?a. Pueden pretender independizarse, pero est¨¢ alejado de la m¨ªnima l¨®gica que nos pidan ayuda y colaboraci¨®n para conseguir sus objetivos.
Ahora bien, la urgencia del ¡°problema catal¨¢n¡± no debe hacernos olvidar la reflexi¨®n pendiente sobre el futuro del Estado de las Autonom¨ªas. La crisis econ¨®mica ha hecho visibles algunos efectos no previstos ni deseados por los padres constituyentes. En el futuro nos encontraremos probablemente un Estado, federal o no, de naturaleza compleja, de ¡°hechos auton¨®micos¡± de diversa intensidad, sin perjudicar de manera alguna la solidaridad que define a una naci¨®n. Los responsables del gobierno pensar¨¢n que el planteamiento de tales asuntos se presenta en el momento menos id¨®neo y pueden pensar igualmente que carecemos de fuerza, de energ¨ªa suficiente para plantear cuestiones de tal envergadura en este tiempo de crisis y empobrecimiento generalizado, por lo que no est¨¢ de m¨¢s recordar que hace escasamente unas d¨¦cadas los problemas planteados a la sociedad espa?ola eran m¨¢s numerosos y m¨¢s graves, pero los pudimos resolver con gran eficacia, demostrando una energ¨ªa que sorprendi¨® a los pa¨ªses de nuestro entorno. En fin, volviendo a citar a Stendhal: ¡°?Qu¨¦ empresa grande no es un extremo en el momento de emprenderla? S¨®lo despu¨¦s de realizada parece posible¡±.
Nicol¨¢s Redondo es presidente Fundaci¨®n para la Libertad
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