El eterno culpable
La prensa propag¨® de forma irresponsable el fuego encendido por la f¨¢bula de la pel¨ªcula sobre Mahoma
Las manifestaciones de la semana pasada en el mundo ar¨¢bigo-musulm¨¢n dejaron varios muertos, empezando por el embajador estadounidense Stevens, amigo de Libia y arquitecto de su liberaci¨®n.
Pero, adem¨¢s, dejaron otra v¨ªctima colateral, y qu¨¦ v¨ªctima, pues se trata ni m¨¢s ni menos que del pueblo sirio en su conjunto, apaleado como nunca, bombardeado cada vez m¨¢s, ante la indiferencia de unas naciones que solo esperaban un pretexto como este para enterrar sus t¨ªmidas y recientes veleidades de intervenci¨®n: ¡°Si esto es la primavera ¨¢rabe ¡ªmurmuran en las canciller¨ªas¡ª, si as¨ª se lo agradecen a aquellos que, como el embajador Stevens, creyeron en esta liberaci¨®n, entonces ?para qu¨¦ abrir un nuevo frente, una nueva caja de Pandora?¡±.
Incluso en Francia, los fan¨¢ticos que fueron a manifestarse ante la Embajada de Estados Unidos y, de paso, a abuchear a un aliado de Francia, al tiempo que los valores fundadores de la Rep¨²blica, hicieron m¨¢s en una tarde para desacreditar la imagen, no solo de los inmigrantes, sino de los franceses de confesi¨®n musulmana, que a?os de discriminaci¨®n, racismo cotidiano, xenofobia y estrechez de miras. Evidentemente, la inmensa mayor¨ªa de los musulmanes de Francia no se reconoce en esa minor¨ªa de alborotadores manipulados. Pero, ?qui¨¦n lo sabe?, ?qui¨¦n lo comprende?
Cuando todo haya terminado y tengamos m¨¢s perspectiva, habr¨¢ que intentar hacer balance de este desastre pol¨ªtico y humano, de esta congelaci¨®n, esperemos que provisional, de la revoluci¨®n en T¨²nez, Egipto y, tal vez, Libia.
Pero, por ahora, me gustar¨ªa detenerme en un momento de la secuencia de acontecimientos que ya est¨¢ muy claro y, para mi sorpresa, casi no ha atra¨ªdo la atenci¨®n de los comentaristas, a pesar de su gravedad. Corre la ma?ana del 12 de septiembre. El cuerpo sin vida del embajador Stevens acaba de aparecer en Bengasi; esa cara gris, irreconocible, que conmociona a quienes lo conocieron. Y un hombre, Sam Bacile, que se declara autor de la pel¨ªcula que ha desatado la tormenta, concede una entrevista a la agencia Associated Press y al diario The Wall Street Journal en la que se presenta como un ¡°israelo-estadounidense residente en California¡± que ha contado para esta empresa con la ayuda de 50 ¡°donantes jud¨ªos¡± que permanecen en un prudente anonimato. El resto de la prensa reproduce la historia. Luego, la radio y las televisiones de Estados Unidos, Europa y el mundo entero.
Durante 48 horas, y sin que a nadie parezca sorprenderle, solo se habla de los 50 jud¨ªos que han pagado un v¨ªdeo cuyo ¨²nico objetivo es insultar a los musulmanes y provocar un conflicto mundial.Aqu¨ª nos dicen que Sam Bacile est¨¢ ¡°aterrado por lo que ha hecho¡±. All¨¢ suben la puja afirmando que los proveedores de fondos no son 50, sino 100. Unos dicen que han sido vistos, y que est¨¢n a punto de ser detenidos, pues son los mismos que, hace ocho a?os, se manifestaron contra la pel¨ªcula de Mel Gibson. Otros se dedican a hacer an¨¢lisis delirantes de los que se deduce que, a dos meses de las elecciones estadounidenses, el objetivo de la ¡°conspiraci¨®n¡± era debilitar a un Barack Obama al que suponen menos sionista que su rival.
Con m¨¢s perspectiva habr¨¢ que intentar hacer balance de este desastre pol¨ªtico y humano, de esta congelaci¨®n, esperemos que provisional, de la revoluci¨®n en T¨²nez, Egipto y, tal vez, Libia.
Hasta el d¨ªa en que nos enteramos de que Sam Bacile no existe.De que el autor de esa necia ¡ªe inmunda¡ª pel¨ªcula no es en absoluto jud¨ªo ni tampoco israelita, sino copto. De que los 50 o 100 donantes jud¨ªos no son m¨¢s reales que Sam Bacile, que en realidad ha contado con el apoyo de un pu?ado de fundamentalistas cristianos, sin duda respaldados por un estafador de poca monta y un autor de pel¨ªculas porno. En resumen, la prensa despierta de sus 48 horas de locura y descubre que ha repetido una y otra vez, y sin la menor verificaci¨®n, la historia de un manipulador, un entramado de mentiras, un montaje al que ha dado una repercusi¨®n planetaria.
El problema es que el mal est¨¢ hecho. Y la experiencia demuestra que, si no son r¨¢pida y contundentemente desmentidas, la vida de este tipo de manipulaciones se prolonga, como la luz de las estrellas muertas, mucho tiempo despu¨¦s de su denuncia factual.
?D¨®nde est¨¢n los desmentidos? ?D¨®nde, esos mea culpa, esas excusas, que deber¨ªan ser tan espectaculares como el lanzamiento del rumor?
?D¨®nde est¨¢ el art¨ªculo de Associated Press contando, para intentar desarmarla, la historia de esa trampa en la que tan f¨¢cilmente cayeron los periodistas de la agencia y, a continuaci¨®n, la prensa del mundo entero?
?Y los medios de comunicaci¨®n especializados en el arte de la contrainvestigaci¨®n, la contra-informaci¨®n y dem¨¢s formas de an¨¢lisis del discurso medi¨¢tico? ?A qu¨¦ esperan para descifrarnos esas horas de arrebato colectivo en las que todo el mundo se lanz¨® de cabeza a una historia digna del m¨¢s burdo cap¨ªtulo de los Protocolos de los siete sabios de Si¨®n?
Cuando las Embajadas hayan dejado de arder, otro fuego seguir¨¢ consumi¨¦ndose, el de las almas, insidioso y, si no se act¨²a enseguida, m¨¢s devastador a¨²n.
Y por eso, apagar ese otro fuego que han dejado propagarse al aceptar con los ojos cerrados la f¨¢bula del cineasta israelo-estadounidense financiado por sus 50 o 100 conspiradores jud¨ªos es hoy una tarea urgente para todos aquellos que se ocupan de informar a la opini¨®n p¨²blica mundial y de elevar la conciencia p¨²blica.
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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