Recordando a Gerda Taro: fot¨®grafa y hero¨ªna
As¨ª muri¨® la que tal vez haya sido la primera fotoperiodista que ha perdido la vida en primera l¨ªnea de fuego. Pocos d¨ªas despu¨¦s, el 1 de agosto, habr¨ªa cumplido 27 a?os. El cad¨¢ver fue trasladado a Par¨ªs y all¨ª recibi¨® el homenaje de la izquierda ilustrada. Comenzaba la mitificaci¨®n de su figura, aunque su labor de fot¨®grafa quedara entonces en penumbra, relegada a un segundo plano. La fuerza de sus im¨¢genes qued¨® en parte sepultada por la tragedia. Gerda Taro mandaba sus reportajes gr¨¢ficos a Le Soir y Regards y el eco de su trabajo y su simpat¨ªa por el Frente popular franc¨¦s facilit¨® que el PCF la arropara como a una camarada m¨¢s, ca¨ªda en la lucha contra el fascismo. Taro no ten¨ªa carn¨¦, pero sus fotos evidenciaban su compromiso, siquiera moral, con la Espa?a legal, un referente para los europeos que combat¨ªan el fascismo. Ahora, setenta y cinco a?os despu¨¦s de aquella tragedia, su recuerdo, nunca olvidado, pero ligado a su tr¨¢gica muerte y a su vinculaci¨®n con Capa, reaparece con fuerza. Por fin ella misma. Por fin.
Su carrera de reportera de guerra hab¨ªa sido tan ef¨ªmera como intensa: poco m¨¢s de un a?o cubriendo la Guerra Civil espa?ola. Hab¨ªa llegado a la fotograf¨ªa de la mano de un gigante, Robert Capa. Formaban pareja en lo personal y lo profesional, con la consiguiente doble mezcla de dedicaci¨®n y romanticismo cruz¨¢ndose en ambas parcelas. Despu¨¦s de todo, ser fot¨®grafo en la Espa?a republicana no dejaba de ser una apuesta arriesgada y no exenta de romanticismo.
Se llamaba Gerta Pohorylle en realidad y naci¨® en Stuttugart (Alemania) el 1 de agosto de 1910. Su familia era jud¨ªa de ascendencia polaca, y ese hecho le empuj¨® a buscar un reconocimiento social que le alejara de la precariedad de la que part¨ªa. Muy pronto comenz¨® a interesarse por la pol¨ªtica, a trav¨¦s de los c¨ªrculos juveniles de oposici¨®n al ascendente movimiento nazi. En 1933, la llegada de Hitler al poder la empuj¨® a marcharse a Francia, desde donde manten¨ªa contacto con el SAPD (Partido Obrero Socialista de Alemania). Tras varios trabajos de subsistencia, en 1934 empez¨® a realizar funciones administrativas para el fot¨®grafo de origen h¨²ngaro Andr¨¦ Friedman (Robert Capa). A trav¨¦s de ¨¦l se inici¨® en la fotograf¨ªa y empez¨® a colaborar con ¨¦l y un a?o despu¨¦s, en 1935, entr¨® a trabajar en la agencia Alliance Photo. Por las mismas fechas decidieron adecuar sus nombres profesionales al entorno franc¨¦s: ¨¦l firmaba como Robert Capa y ella aliger¨® el suyo y opt¨® por Gerda Taro. En ese tiempo la relaci¨®n profesional hab¨ªa dado paso a la vinculaci¨®n sentimental.
Al principio firmaban las fotos indistintamente con el nombre gen¨¦rico de ¡°Capa¡±, como si se tratara de un fot¨®grafo real. Una estrategia de m¨¢rketing que encerraba tambi¨¦n la necesidad de ocultar su origen jud¨ªo. Poco despu¨¦s, la firma se desdobl¨®: ¡°Capa & Taro¡±. Y finalmente Gerda empez¨® a moverse sola, sobre todo en Espa?a, y a firmar reportajes gr¨¢ficos propios como ¡°Taro¡±.
La Guerra de Espa?a, im¨¢n para reporteros intr¨¦pidos, y m¨¢s si eran conscientes de lo que all¨ª se jugaba, fue el principal escenario en el que Taro desarroll¨® su carrera. Hab¨ªa obtenido el carn¨¦ de prensa en febrero de 1936, meses antes de que estallara la contienda, y en julio dej¨® su puesto en la agencia. Poco despu¨¦s, en agosto, viaj¨® por primera vez a Barcelona, junto a Capa. Fue un tiempo de crecimiento interior y profesional para la fot¨®grafa, una ¨¦poca convulsa en la que su vida gan¨® intensidad y autonom¨ªa.
Milicianos en las calles de Barcelona, mujeres adiestr¨¢ndose para la guerra en la playa, hu¨¦rfanos recogidos en un orfanato de Madrid¡ Heridos en un hospital de Valencia o instant¨¢neas del Congreso Internacional de Escritores en Madrid y en la capital del Turia. Y fotos de campesinos en las proximidades del frente de Arag¨®n, de civiles huyendo en el frente sur, junto a C¨®rdoba y, desde luego, testimonios de la vida en la trincheras en el cerco de Madrid, o en el frente de Segovia. Adem¨¢s de im¨¢genes de las batallas de Guadalajara y Brunete¡ Ese es el legado de Gerda Taro sobre la guerra de Espa?a, su testimonio fundamental. La m¨ªtica foto de Robert Capa plasmando la muerte del miliciano en Cerro Muriano ha dado la vuelta al mundo y forma parte, junto con otras instant¨¢neas del gran fot¨®grafo, del patrimonio universal. La obra de Taro, por el contrario, se ha dado a conocer con cuentagotas. En parte porque solo en los ¨²ltimos tiempos se ha descubierto su autor¨ªa en fotos atribuidas inicialmente a Capa. Algunas de ellos en funci¨®n de la c¨¢mara utilizada: al principio ella una Rolleiflex y ¨¦l una Leica. Aunque, para complicar algo m¨¢s las cosas, en alg¨²n momento Capa le pas¨® a ella su Leica y ¨¦l se habitu¨® a llevar una Contax. Es dif¨ªcil por tanto, hablar de un estilo Taro. Pero algunos especialistas consideran que registraba los hechos ¡°desde dentro¡±, implic¨¢ndose. No solo como fot¨®grafa, lo que la empujaba a arriesgarse y a superarse, sino como extranjera sin fronteras que se sent¨ªa pr¨®xima al esp¨ªritu solidario de los brigadistas.
El papel de Capa en su devenir como fot¨®grafa ofrece una lectura ambigua: sin duda, ¨¦l fue quien la introdujo en la profesi¨®n, pero la producci¨®n de Taro, por fuerza escasa frente al ingente material de su compa?ero fue considerada en algunos momentos un ap¨¦ndice. Y la prematura muerte de Taro favoreci¨® que ella pasara a ser la m¨¢rtir y ¨¦l el m¨ªtico fot¨®grafo testigo de la Historia. Solo hay que evocar sus im¨¢genes de la Segunda Guerra Mundial. En 1938, una marca de chicles de Filadelfia evoc¨® su accidente mortal en una colecci¨®n que denomin¨® Historias verdaderas de la guerra. El dibujo dedicado a Gerda Taro recreaba justamente el momento en que su coche fue arrollado por el carro de combate. Lo estelar era su muerte. Pero, ?d¨®nde estaban sus fotos?
Pero a la postre, conforme se ha estudiado y valorado mejor la obra de Capa, se ha podido deslindar la que corresponde a Taro. Una labor en la que colabor¨® inicialmente el propio bi¨®grafo de Robert Capa, Richard Whelan. Aunque hubo que esperar a 1994 para que el libro Gerda Taro. Una fot¨®grafa revolucionaria en la guerra de Espa?a, escrito por la alemana Irme Schaber, pusiera al d¨ªa su vida y su obra. En 2007, la misma autora, junto con Whelan y Kristen Lubben, promovi¨® una exposici¨®n en el Center of Photography de Nueva York, que reuni¨® unas ochenta im¨¢genes de Taro, la mitad de ellas in¨¦ditas. Unos a?os antes, en 1999, el Museo Reina Sof¨ªa expuso la retrospectiva Capa: Cara a cara, inicio de una recuperaci¨®n pict¨®rica y literaria de la pareja que todav¨ªa contin¨²a. Una de las biograf¨ªas m¨¢s documentadas sobre Capa, Sangre y champ¨¢n, de Alex Kershaw, arroja tambi¨¦n luz sobre su pareja. Al igual que la novela de Susana Fortes, Esperando a Robert Capa, en la que la protagonista es Gerda Taro, aunque gire en torno al mundo de su compa?ero.
Fran?ois Maspero, autor de un nuevo ensayo biogr¨¢fico sobre Taro, La sombra de una fot¨®grafa (La f¨¢brica editorial), afirma que ella manifestaba su posici¨®n pol¨ªtica en cada clic. Como si todo en ella fuera pol¨ªtica: ¡°Su vida, su comportamiento, sus fotos. Pol¨ªtica en el sentido m¨¢s amplio y m¨¢s justo, que es sentirse concernido por su tiempo¡±. No ha sido la ¨²ltima obra sobre la hero¨ªna. Fernando Olmeda tambi¨¦n le ha dedicado un libro a Gerda Taro. Sin contar las publicaciones dedicadas a Robert Capa o a otros corresponsales de guerra que indirectamente retratan o evocan a su compa?era. El m¨¢s conocido es de Idealistas bajo las balas, del historiador Paul Preston, una obra por la que desfilan los grandes cronistas de la Guerra Civil espa?ola.
El reciente hallazgo de La maleta mexicana, con im¨¢genes de Capa, Taro y Chim (David Symour), ha corroborado que la fot¨®grafa es la autora de fotos atribuidas a su compa?ero en un primer momento. En realidad, la propia maleta encierra en s¨ª un gran relato: en 1939, bajo el fantasma de la Segunda Guerra Mundial, desaparecieron del estudio parisino de Robert Capa unos negativos de la Guerra Civil Espa?ola. Pero no se perdieron: viajaron desde el sur de Francia a Ciudad de M¨¦xico en una maleta que se entreg¨® para su custodia a Indalecio Prieto y que por avatares del exilio no fue analizada ni pudo volver a Espa?a hasta fecha reciente. En la maleta hab¨ªa m¨¢s de un centenar de rollos de pel¨ªcula, no s¨®lo de Capa, sino tambi¨¦n de Gerda Taro y de David Seymour. En ese sentido, la exposici¨®n es clarificadora, en cuanto que atribuye a cada uno de los fot¨®grafos, una aportaci¨®n decisiva sobre la historia espa?ola.
Gerda Taro perteneci¨® a la elite de corresponsales que vinieron a informar o a desentra?ar las claves que hab¨ªan empujado al pa¨ªs al enfrentamiento civil. Grandes cronistas como Andr¨¦ Malraux, Antoine Saint Exup¨¦ry, Ernst Hemingway, Martha Gelhom, Jay Allen, Indro Montanelli, Dorothy Parker, Virginia Cowles¡ Y Gerda Taro y Robert Capa. Aunque los medios enviaron reporteros tanto a la zona rebelde como a la legal, un buen n¨²mero de los que trabajaban en esta ¨²ltima se sent¨ªan comprometidos con la causa de la Rep¨²blica. En clave interna entend¨ªan que el Gobierno republicano no hab¨ªa podido contener la sublevaci¨®n y se hab¨ªa visto arrastrado a una guerra que necesitaba ganar y que los atacantes, ayudados por Alemania e Italia, no estaban dispuestos de ning¨²n modo a perder. En clave internacional, interpretaban la pugna como una prolongaci¨®n del avance nazi en Europa. Constancia de la Mora, jefa de la Oficina de Prensa extranjera en Valencia, capt¨® pronto la necesidad de que estos corresponsales pudieran transmitir sus cr¨®nicas en el tiempo adecuado, aunque se cuidara al mismo tiempo de que no pusieran en peligro la estrategia b¨¦lica republicana ni dieran pistas al enemigo franquista. ¡°La Oficina de Prensa Extranjera empezaba a tomar el aspecto de un departamento conducido con orden y de funcionamiento eficaz, sin entorpecimientos burocr¨¢ticos. Los corresponsales eran atendidos con prontitud y cortes¨ªa¡±, escribe De la Mora en su autobiograf¨ªa, Doble esplendor, con cierta autocomplacencia. Ganar la opini¨®n p¨²blica mundial era importante en una Europa jugaba a la neutralidad aun sabiendo que Alemania e Italia no cumpl¨ªan el pacto. Aquel tiempo atroz e inolvidable fue el que capt¨® la c¨¢mara de Gerda Taro para siempre.
Irme Schaber ha estudiado bien el fen¨®meno Taro: durante mucho tiempo se la ha valorado por haber muerto joven y ser la pareja de un hombre famoso antes que por lo que pudiera haber hecho. Por fortuna, su obra ha salido a la luz. Ya no es solo una hero¨ªna, sino una fot¨®grafa con factura propia, los ojos asombrados de una Espa?a que resist¨ªa incluso bajo los peores presagios.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.