?bola: un virus, dos epidemias
Autor invitado: Alfonso Verd¨² (coordinador de emergencias de M¨¦dicos Sin Fronteras), desde Isiro, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo.
El virus del ?bola sigue provocando epidemias de fiebres hemorr¨¢gicas en humanos, como la que estamos ahora mismo abordando en Isiro, en la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (RDC). Estas se caracterizan por una terrible letalidad, de hasta el 90% en algunos casos, aunque en el brote actual la tasa de mortalidad se sit¨²a muy por debajo. En todo caso, esto convierte al ?bola en un enemigo invisible muy duro de enfrentar. La transmisi¨®n se produce a trav¨¦s de los fluidos corporales, lo cual incluye v¨®mitos y diarreas. Se hace un seguimiento de las personas que han interactuado con los pacientes. Tambi¨¦n se acude a los hogares de los casos confirmados de ?bola, porque sus bienes pueden convertirse en una v¨ªa de contagio.
De hecho, el ?bola puede ser controlado y, de alguna forma, derrotado. Para ello resulta imprescindible una estrategia m¨¦dica multidisciplinar basada en un aprendizaje adquirido con el tiempo y las epidemias anteriores. Pero junto a la estrictamente viral, existe otra epidemia de igual importancia, la del miedo, que debe ser tratada en paralelo. La propagaci¨®n del ?bola en un entorno rural que combina escasa alfabetizaci¨®n, pr¨¢cticas tradicionales incompatibles con las necesarias medidas de higiene y creencias ancestrales cuya m¨ªstica asocia nuestra intervenci¨®n a la muerte causada por la enfermedad, convierten a la epidemia de miedo en el otro gran desaf¨ªo para los equipos sobre el terreno.
LA RESPUESTA M?DICA
La respuesta m¨¦dica al ?bola tiene dos objetivos principales: tratar y aliviar el sufrimiento de las personas que se hayan contagiado y contener la propagaci¨®n del virus. Dicho as¨ª parece sencillo, pero est¨¢ muy lejos de serlo.
Retirar de la comunidad a las personas que puedan haber contra¨ªdo o tengan el virus es esencial para contener la epidemia. Para ello lo primero que hicimos en Isiro (RDC) fue montar un CTE en el hospital. Es en este centro donde recibimos a las personas que han mostrado s¨ªntomas (por ejemplo, fiebre o diarreas con sangre), momento en el que ya pueden transmitirlo. Tras la realizaci¨®n de la prueba y en caso de confirmaci¨®n, las hospitalizamos y comenzamos su tratamiento.
EPIDEMIOLOG?A DEL MIEDO
No hay epidemia de ?bola que no genere al tiempo una epidemia de miedo. Es fundamental ponerse en la piel de una peque?a comunidad perdida en la profundidad de la selva congole?a para entender de qu¨¦ estamos hablando. Justin[1] nos puede valer de ejemplo. Agricultor en una aldea de no m¨¢s de veinte personas, vive en su peque?o tukul con toda su familia. Tras un aumento repentino de fiebre y ya con sangre en v¨®mitos y diarreas, permaneci¨® a¨²n varios d¨ªas en el entorno familiar, lo que posibilit¨® la transmisi¨®n a su mujer e hijos.
Al tener conocimiento del caso pusimos en marcha lo que llamamos ¡°equipos de confirmaci¨®n de alertas¡±. Nos desplazamos a su comunidad y, con todas las precauciones necesarias, comprobamos que Justin y varios de sus familiares eran efectivamente sospechosos de ?bola y ten¨ªan que ser trasladados al CTE para aislar el virus de la comunidad. Desgraciadamente, al cabo de unos d¨ªas su mujer y uno de los hijos fallecieron. Por mucho cuidado que pongamos en explicar qu¨¦ hacemos y que contemos con psic¨®logos y antrop¨®logos locales e internacionales, al final lo que puede percibirse es que un grupo de extranjeros se ha llevado a una familia entera para saber luego que varios de sus miembros est¨¢n en un hospital sin poder salir y que uno de sus seres queridos ha fallecido.
El entierro de seres queridos se convierte en uno de los momentos m¨¢s delicados durante un ?bola, en el que colisionan dos visiones; por un lado, quienes vemos sobre todo la necesidad de desinfectar y embolsar adecuadamente el cuerpo contagioso; por otro, quienes desde siempre han despedido a sus difuntos mostr¨¢ndolos a la comunidad para que todos lo abracen y besen. El ?bola nos obliga a poner coto a esas pr¨¢cticas, ya que muchos de los contagios se producen, de hecho, en este momento.
La ¨²nica forma posible de contrarrestar la epidemia del miedo es aumentando la sensibilizaci¨®n de las comunidades y la formaci¨®n de los actores claves. Para ello utilizamos todos los canales imaginables: desde las radios locales en m¨²ltiples lenguas a los l¨ªderes comunitarios y tradicionales, pasando por todas las confesiones religiosas e incluso las redes de moto-taxis. La f¨®rmula que m¨¢s ¨¦xito ha tenido hasta el momento ha sido involucrar en estas acciones a los supervivientes, convirtiendo en portavoces a quienes han demostrado que a pesar del rastro de v¨ªctimas y las tragedias que el ?bola deja a su paso, la vida siempre intenta salir adelante.
Nuestra intervenci¨®n en otros brotes nos ha ense?ado que los mejores aliados est¨¢n en la propia comunidad. Fue el caso de Kiiza Isaac, un enfermero ugand¨¦s de 42 a?os decidido a acabar con el mito del ?bola. En 2007 contrajo el ?bola en su distrito natal, Bundibugyo. No solo vivi¨® para contarlo sino que ahora ayuda a otros a superar la enfermedad y ha intervenido en el brote que este verano se desat¨® en el oeste de Uganda. Acabamos tambi¨¦n de recibir la fant¨¢stica noticia de que Roger ha sido contratado por el Ministerio de Salud como trabajador comunitario; ¨¦l ser¨¢ el mejor estandarte en la lucha contra el miedo.
NUESTROS L?MITES ANTE LA 'TORMENTA PERFECTA'
Esta es una de las intervenciones m¨¢s complejas que una organizaci¨®n humanitaria puede llevar a cabo y que, al mismo tiempo, justifica sin duda nuestro papel; se trata del acto m¨¦dico en estado puro, dirigido a unas personas y hacia unas comunidades que, en un entorno ya agobiado de dificultades, se ven enfrentadas a esta virulenta enfermedad. Ahora mismo en Isiro es preocupante ver c¨®mo la gente deja de acudir a los puestos de salud ante el rumor de que es el personal m¨¦dico quien transmite la enfermedad; al tiempo que el propio personal de las zonas m¨¢s rurales entra en p¨¢nico al recibir una persona con fiebre¡ que seguramente no es m¨¢s que otra malaria.
La retroalimentaci¨®n entre las dos epidemias (el virus y le miedo) convierte al ?bola en una tormenta perfecta. Es un c¨ªrculo vicioso que s¨®lo puede romperse con el esfuerzo de muchos otros actores. Nuestra contribuci¨®n es determinante, pero no suficiente. Sin la movilizaci¨®n social, la vigilancia epidemiol¨®gica, o los medios log¨ªsticos y financieros necesarios, no podremos contenerlo. Con los ¨²ltimos datos retrospectivos sabemos que la epidemia empez¨® en mayo; hoy, el n¨²mero de muertes y de hospitalizaciones sigue aumentando junto al rechazo y la resistencia a quienes tratamos de abordarla. Esperamos que la mayor atenci¨®n que ahora parece generar este brote tanto en los responsables gubernamentales como en sus socios internacionales sirva para romper esta din¨¢mica perversa.
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