Relato breve de una convenida decadencia
La deslegitimaci¨®n de los pol¨ªticos oculta que el origen de la crisis se sit¨²a en el coraz¨®n del capitalismo financiero y en su nueva clase de ejecutivos rapaces
Se confesaba Juan Valera, en los a?os de su ancianidad, cansado y disgustado por aquel ¡°af¨¢n de regeneraci¨®n que hoy nos abruma y que va convirti¨¦ndose en pesadilla insufrible y harto humillante¡±. El alud de libros que ¨¦l defini¨® como ¡°elegiacos y terap¨¦uticos¡± no llevaba trazas de parar, todos ellos dirigidos a la regeneraci¨®n de Espa?a, muerta, bajada ya al sepulcro del que los regeneradores de la patria quer¨ªan resucitarla. Don Juan acompa?aba sus lamentos con una recomendaci¨®n al silencio, a no alborotar m¨¢s de la cuenta para que la patria se restableciera y recobrara sus br¨ªos con solo vivir tranquila, ¡°sin incesantes trastornos y disparatadas mudanzas¡±.
Se refer¨ªa Valera a todo lo que Luis Morote definir¨¢ a?os despu¨¦s, en una serie de art¨ªculos publicada en La Vanguardia, como literatura del desastre, afortunado t¨ªtulo para un g¨¦nero literario suscitado por la conciencia aguda de la decadencia de Espa?a. Cultivado por liberales y cat¨®licos, por progresistas y moderados, unos se?alando con el dedo a la dinast¨ªa austriaca y a la Inquisici¨®n, otros a la dinast¨ªa borb¨®nica y a la herej¨ªa como origen de los males, todos de acuerdo, sin embargo, en que la causa verdadera de la decadencia eran los ¡°pol¨ªticos abyectos¡±; y si no todos, muchos de ellos pregoneros de terapias quir¨²rgicas: lo que Espa?a necesitaba era un cirujano de hierro al que no temblara el pulso para sajar el mal; un cirujano que echara a los pol¨ªticos a escobazos.
Pas¨® el tiempo y llegaron, en efecto, los cirujanos, dos, a falta de uno. El primero fue un andaluz, el segundo era gallego. Los dos se creyeron el consolador relato de la decadencia: qu¨¦ grande hab¨ªa sido la naci¨®n espa?ola, esa era la eleg¨ªa; qu¨¦ bajo ha ca¨ªdo la naci¨®n espa?ola, arrastrada por la pol¨ªtica y los pol¨ªticos: ese era el diagn¨®stico; qu¨¦ grande volver¨¢ a ser la naci¨®n espa?ola si liberamos al pueblo del yugo de la pol¨ªtica: esa era la terapia. Y aplicaron el bistur¨ª, el primero para barrer a los viejos pol¨ªticos, cerrar el parlamento y liquidar la Constituci¨®n de la Monarqu¨ªa; el segundo para extirpar el mal de ra¨ªz, llevar a los pol¨ªticos al pared¨®n y liquidar la Constituci¨®n de la Rep¨²blica.
Pasaron otra vez cuarenta a?os, los salvadores de la patria deca¨ªda lo intentaron de nuevo, pero si el anterior acab¨® en tragedia, ahora culmin¨® en farsa. Los pol¨ªticos lograron entenderse, no qued¨® rastro de literatura terap¨¦utica, se acab¨® el discurso de la decadencia, no volvi¨® a sonar la trompeter¨ªa noventayochista sobre la raza degenerada y los pol¨ªticos abyectos y, mal que bien, hemos construido durante los ¨²ltimos treinta a?os un Estado sin incesantes trastornos ni disparatadas mudanzas.
Mucho tiempo, quiz¨¢, porque a las primeras de cambio, cuando el rumbo de las cosas se ha torcido de verdad y nadie sabe c¨®mo enderezarlo, surge de nuevo, impetuosa, la literatura del desastre, versi¨®n siglo XXI, con todos sus aditamentos: eleg¨ªa del tiempo pasado, decadencia del actual, y ?fuera los pol¨ªticos!, ¨²nicos culpables del desaguisado. Cierto que tambi¨¦n los pol¨ªticos han tomado parte en la revitalizaci¨®n del ancestral relato, llam¨¢ndose de todo, cuando hab¨ªa dinero para repartir a espuertas. Y de aquellos polvos de la crispaci¨®n ¡ªuna estrategia electoral que consist¨ªa en llamar al adversario mentiroso y traidor, concusionario y ladr¨®n¡ª estos lodos de la masiva deslegitimaci¨®n. No hay manifestaci¨®n del pueblo en la calle en la que no se repita a coro la vieja canci¨®n: fuera los pol¨ªticos.
Ha subido tanto la marea que ha llegado, si no a inundar, s¨ª a regar la prosa inefable de un auto judicial. No encontrando el magistrado mejor argumento para declarar libres de polvo y paja a los organizadores de una manifestaci¨®n que se propon¨ªa rodear el Congreso, evoca la ¡°convenida decadencia de la llamada clase pol¨ªtica¡± como prueba inapelable de la inocencia de los convocantes. Convenida decadencia. ?Y eso qu¨¦ es? preguntar¨ªa Baroja, el de los pol¨ªticos abyectos. Convenida decadencia, qu¨¦ majader¨ªa, pero qu¨¦ genial contribuci¨®n a la insufrible jerga de la clase judicial.
Todo esto, la literatura terap¨¦utica, el juez y su auto, ser¨ªan de broma, si no fuera porque la rampante deslegitimaci¨®n ¡ªque no la cr¨ªtica¡ª de la pol¨ªtica y de los pol¨ªticos oculta que el origen de la crisis se sit¨²a en el coraz¨®n mismo del capitalismo financiero y en su nueva clase de ejecutivos rapaces, y las recetas para salir de ella consisten en desmontar el Estado de bienestar ¡ªeducaci¨®n, sanidad, seguridad social, pensiones¡ª construido durante las ¨²ltimas d¨¦cadas por varias generaciones de pol¨ªticos.
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