Desafecci¨®n
El inter¨¦s de los ciudadanos por la pol¨ªtica est¨¢ en horas bajas, en parte porque los partidos son simples maquinarias para la acumulaci¨®n de poder. La ebriedad nacionalista no es el camino para sortear ese malestar
Es bien sabido que los enfermos que han alcanzado esa cruel fase de agravamiento que se llama hoy terminal desarrollan todo tipo de estrategias psicol¨®gico-verbales para soslayar mentalmente el decreto que la naturaleza ha dictado contra su organismo, y elaboran inveros¨ªmiles planes de futuro para dejar de pensar a cada instante en su horrendo e inaceptable presente. Una l¨®gica parecida a esta debe ser la que explica que, cuando la mayor¨ªa de las grandes instituciones p¨²blicas y privadas que articulan nuestro pa¨ªs se encuentran en bancarrota econ¨®mica y pol¨ªtica, cuando el desempleo alcanza cifras tan monstruosas por su tama?o como por su velocidad de crecimiento y cuando la clase media est¨¢ despe?¨¢ndose r¨¢pidamente hacia la miseria y la irrelevancia, el ¨¢mbito de la opini¨®n se llene de intrincadas discusiones sobre la viabilidad de una Catalu?a independiente, sobre la urgencia de una asamblea popular Constituyente en el Congreso de los Diputados, sobre la oportunidad de un refer¨¦ndum consultivo sobre los recortes (a ver si por fin nos enteramos de cu¨¢ntos son de verdad los espa?oles que quieren que les despidan, que les bajen el sueldo o les quiten el piso) o sobre una hipot¨¦tica Rep¨²blica Federal espa?ola (relativamente asim¨¦trica y asint¨®ticamente leptoc¨²rtica, por supuesto, aunque tan inoportuna, oportunista y quim¨¦rica como el independentismo s¨²bito al que asegura contraponerse). Uno de estos temas de distracci¨®n en horas bajas, que se ha consolidado en las tribunas medi¨¢ticas merced a las empresas demosc¨®picas, es el de la llamada ¡°desafecci¨®n¡± de los ciudadanos hacia la pol¨ªtica y hacia los pol¨ªticos, considerada como una forma privilegiada de expresi¨®n del ¡°malestar¡± que la crisis econ¨®mica habr¨ªa extendido entre la poblaci¨®n. En las l¨ªneas que siguen querr¨ªa llamar la atenci¨®n sobre alg¨²n malentendido relativo a este asunto.
Durante estos a?os el dinero f¨¢cil (el hoy tan a?orado ¡°cr¨¦dito fluido¡±) disimul¨® el ayuno discursivo
Ante todo creo que la preocupaci¨®n por el desapego hacia la pol¨ªtica se reparte en dos grandes bandos. En un lado est¨¢n aquellos que, por as¨ª decirlo, se inquietan de buena fe y con buenos motivos ante la posibilidad de que la ¡°inoperancia¡± de los partidos pol¨ªticos, hoy aparentemente reducidos a marionetas de unas fuerzas agazapadas en la trastienda, acabe concediendo alguna oportunidad electoral a movimientos sociales m¨¢s demag¨®gicos que democr¨¢ticos y con tintes autoritario-populistas que seduzcan a las gentes con la promesa de una ¡°soluci¨®n radical¡± de las dificultades que, de un modo u otro, signifique la disoluci¨®n o la disminuci¨®n de la vida pol¨ªtica y de las estructuras del Estado de derecho incluso por debajo de su precario nivel actual. La otra franja de la preocupaci¨®n es mucho m¨¢s prosaica y aritm¨¦tica: se trata de quienes (generalmente desde los propios partidos pol¨ªticos o su ¨®rbita de influencia) observan con mucho nerviosismo esa anomal¨ªa contable que consiste en que el desgaste que las medidas de austeridad producen en los gobiernos (o sea, la apat¨ªa electoral de sus votantes) no se traduce en crecimiento de las expectativas electorales de la oposici¨®n. Como el can¨®nigo Balseiro imaginado por Torrente Ballester, que se mesaba los cabellos pensando en los millones de espermatozoides que, destinados por Dios a la fecundaci¨®n reproductiva de la especie, son sin embargo desperdiciados irresponsablemente todos los fines de semana y se extinguen sin haber cumplido su sagrada misi¨®n, los profesionales de la pol¨ªtica se desesperan contando todos esos votos despilfarrados que abandonan las urnas del adversario sin trasvasarse a las suyas, perdi¨¦ndose aparentemente en el hondo pozo de la abstenci¨®n, cuyo repunte ya hemos empezado a advertir en los ¨²ltimos comicios. Los m¨¢s radicales cr¨ªticos de este intolerable derroche se?alan con su dedo acusador a las organizaciones pol¨ªticas peyorativamente llamadas ¡°tradicionales¡± por ¡°no haber sabido canalizar el descontento¡±, sea el de las minor¨ªas ruidosas de toda ¨ªndole que llenan las calles, sea el de la mayor¨ªa silenciosa que tanto preocupa al presidente de nuestro actual gobierno.
As¨ª las cosas, es casi un deber c¨ªvico sugerir a estos preocupados analistas que quiz¨¢ yerran el objeto de su desvelo. A los del primer bando es necesario recordarles que para hablar de ¡°desafecci¨®n¡± de la pol¨ªtica tendr¨ªa que haber habido primero una afecci¨®n a ella. No digo que tal afecto no se haya dado en el pasado ni que no subsista ya entre nosotros; digo que, si alguna vez lo hubo, hace bastante tiempo que se volvi¨® minoritario y cualitativamente insignificante, y que lo que durante muchos a?os ha ocupado su lugar ha sido una trama en gran medida clientelista que casi ha reducido a los partidos pol¨ªticos a maquinarias para la acumulaci¨®n de poder, y a sus votantes a la condici¨®n de consumidores agradecidos a la parroquia de la que son beneficiarios, sin que en ninguno de los dos extremos de la cadena hubiera (ni se echara de menos) el menor contenido discursivo o argumental. El dinero f¨¢cil (el hoy tan a?orado ¡°cr¨¦dito fluido¡±) que durante estos a?os disimul¨® el ayuno discursivo ahora ha desaparecido, y esto es lo que explica la desbandada de los clientes y la cierta impresi¨®n de una total carencia de ideas, nihilismo rampante de las mayor¨ªas silenciosas y de los bur¨®s pol¨ªticos de los partidos hasta hoy mayoritarios, y no s¨®lo de las indignadas minor¨ªas marginales. Quienes hoy se rasgan las vestiduras ante la ¡°desafecci¨®n de la pol¨ªtica¡± no nos avisaron del peligro mientras la bonanza financiera hizo posible una ¡°afecci¨®n¡± que no era en el fondo diferente de la que siente el caballo por el pienso (tan humana, sin embargo), y que por tanto ya ten¨ªa muy poco que ver con la pol¨ªtica y era para ella tan nociva y temeraria como la burbuja inmobiliaria para la econom¨ªa. De modo que, teniendo en cuenta la baja calidad de la antigua ¡°afecci¨®n¡± hacia la pol¨ªtica, la actual desafecci¨®n podr¨ªa incluso ser, m¨¢s que un s¨ªntoma sombr¨ªo o un mal augurio, una oportunidad ¡ªs¨®lo eso¡ª para una cierta regeneraci¨®n de la vida p¨²blica.
Los ofuscados analistas buscan ¡°proyectos ilusionantes¡± que reparen las heridas del desamor
Y as¨ª como la desafecci¨®n de la pol¨ªtica no es necesariamente un mal, sino que, cuando la pol¨ªtica est¨¢ en su nivel m¨¢s degradado, puede ser la ocasi¨®n de recuperar un bien perdido, as¨ª tambi¨¦n la afecci¨®n pol¨ªtica ¡ªa pesar de lo simp¨¢tico de su nombre¡ª no tiene por qu¨¦ ser necesariamente un bien all¨ª donde se ha producido esa degradaci¨®n. Los ofuscados analistas del segundo bando, por ejemplo, buscan a toda costa ¡°proyectos ilusionantes¡± que reparen r¨¢pidamente las heridas del desamor, pero encuentran para ello el inconveniente insuperable de que la pertinaz sequ¨ªa presupuestaria vuelve tan inviables como inveros¨ªmiles las promesas, antes tan eficaces, de m¨¢s pienso para la caballer¨ªa. Como la historia ense?a obstinadamente, los ¨²nicos capaces de lograr el milagro (reanimar a los seguidores insatisfechos incluso con las arcas vac¨ªas) son los partidos ¡°no-tradicionales¡±, es decir, aquellos en los cuales el populismo, la demagogia y el clientelismo no son desviaciones que deforman la pol¨ªtica, sino la esencia de la misma tal y como ellos la entienden; aquellos que, como los de Per¨®n o Fujimori ¡ªpor no buscar ejemplos m¨¢s c¨¦lebres¡ª, consiguen aprovechar el descontento para medrar, encauzando la indignaci¨®n popular hacia donde les conviene mediante una inteligente obra de ingenier¨ªa emocional que no precisa inversi¨®n real. En nuestro pa¨ªs no tenemos, por fortuna, ning¨²n movimiento significativo de este tipo, pero s¨ª una variante civilizada de partidos ¡°no-tradicionales¡±, que son los nacionalistas, y que son quienes est¨¢n extrayendo m¨¢s r¨¦ditos del malestar: dado que en ellos el componente afectivo es el principal motivo de adhesi¨®n, la desafecci¨®n es casi impensable y f¨¢cilmente curable con una inyecci¨®n de orgullo y fervor, mercanc¨ªas que pueden f¨¢cilmente inflar los ¨¢nimos incluso sin nada en los bolsillos, suscitando el espejismo de que ¡°Espa?a¡± (signifique esta palabra lo que signifique) ¡°se ha quedado sin proyecto¡±, mientras que a ¡°Catalu?a¡± (con la misma salvedad) le sobra, aun estando en suspensi¨®n de pagos; es m¨¢s, las apreturas econ¨®micas, en lugar de limitar o ralentizar el ¡°proyecto¡±, son el mejor alimento para esa ebriedad que desde el pasado 11 de septiembre arrastra al president de la Generalitat y a algunos de sus rivales pol¨ªticos, aunque nadie ¡ªni siquiera ellos mismos¡ª sepa hacia d¨®nde. Cuando es a esta ebriedad a lo que se llama pol¨ªtica, tambi¨¦n podr¨ªa resultar saludable que no cundiera la afecci¨®n y que los pol¨ªticos, en lugar de intentar canalizar, aprovechar o rentabilizar el descontento, se esforzaran por disminuirlo.
Jos¨¦ Luis Pardo es fil¨®sofo. Uno de sus libros recientes es Esto no es m¨²sica. Introducci¨®n al malestar en la cultura de masas (Galaxia Gutenberg/C¨ªrculo de Lectores).
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