M¨¢s que dos
Borges y Benedetti ten¨ªan raz¨®n: la estad¨ªstica no sirve, uno y uno ya son suficientes para ser mucho m¨¢s que dos
A Jorge Luis Borges no le gustaba la estad¨ªstica, porque no sab¨ªa de ella y porque no cre¨ªa en sus efectos. Mario Benedetti, que era mucho m¨¢s colectivo, contaba a los hombres uno a uno, y uno y uno son mucho m¨¢s que dos, dec¨ªa el melanc¨®lico maestro. Al final de su vida, el poeta uruguayo estaba rabioso con la vida y con la muerte, a una la dejaba atr¨¢s, y la otra lo amenazaba con los dientes terribles de la peor estad¨ªstica. Le hab¨ªan afeitado el bigote, sus ojos eran grandes, asustados y claros, y ya la memoria de los otros rostros se hab¨ªa circunscrito al c¨ªrculo conc¨¦ntrico de su silencio. Daba rabia mirarlo as¨ª, y daba rabia saber que ¨¦l no ve¨ªa ya nada m¨¢s que un abismo del que se quer¨ªa zafar.
Pues ese hombre que dec¨ªa que juntos ¨¦ramos mucho m¨¢s que dos se estaba muriendo. Se muri¨® ¨¦l, antes se muri¨® Borges, la estad¨ªstica m¨¢s terrible nos espera a todos. Una vez, y otra vez, as¨ª hasta hundirnos en el mar, que dec¨ªa el otro poeta que contaba las multitudes, Gabriel Celaya.
Poetas y estad¨ªsticas, qu¨¦ contradicci¨®n. Pues ahora estamos con las estad¨ªsticas, y estas ofrecen en nuestro pa¨ªs tantas dudas como la vida misma y como el alcance de las multitudes. Resulta que la huelga general del 14 de noviembre, en contra de la pol¨ªtica econ¨®mica del Gobierno, ha sido, como todas las huelgas y como el resultado concreto de las multitudes, banco de pruebas para el poder de manipulaci¨®n que los hombres con poder tienen sobre lo que hacen los otros ante lo que ellos han decidido. Fue una multitud a la manifestaci¨®n (en Madrid y en otros lugares de Espa?a); la huelga propiamente dicha tuvo un seguimiento de m¨¢s del 70% seg¨²n unos, y muy inferior seg¨²n otros. Pero la manifestaci¨®n ocurri¨®; para unos, los sindicatos, fue muy enorme, de un mill¨®n de personas, cantidad que deber¨ªa estar prohibida en el recuento final de cualquier aglomeraci¨®n desde que en tiempos de Franco se usaba para contar cu¨¢ntos caben en la plaza de Oriente.
Pase pues que no eran un mill¨®n en Madrid; pero rebajar esa cantidad, desde las terminales del Gobierno y sus aleda?os, hasta llegar a los 35.000 manifestantes hay un trecho que no lleva a desconfiar de las estad¨ªsticas (o de la tabla de sumar) sino de los que hacen religi¨®n de la informaci¨®n oficial.
Aparte de los desacuerdos estad¨ªsticos, hay la esencia de las cosas. La esencia era la protesta, que constituy¨®, en el contexto europeo de hoy, un hito de muy importante digesti¨®n, porque es como una carta colectiva (como la que Alejo Stivel le llev¨® a la se?ora Merkel al Bundestag, envuelta en la canci¨®n Ojal¨¢, que le dedic¨®) destinada a los poderes p¨²blicos que desde Europa deciden lo que pasa en Grecia, en Italia, en Portugal, en Espa?a. Por tanto, es una carta a los Gobiernos, incluido el nuestro. ?Qu¨¦ inter¨¦s sigue Interior estableciendo a la baja el n¨²mero de asistentes? ?A qu¨¦ viene esa cuantificaci¨®n gubernamental de lo que vale una huelga? El ¨¢nimo estad¨ªstico como ¨²nico argumento es pobre, m¨¢s pobre sin duda que los argumentos que la gente tiene para salir a la calle a protestar porque no siente que tenga esperanzas pendientes. Borges y Benedetti ten¨ªan raz¨®n: la estad¨ªstica no sirve, uno y uno ya son suficientes para ser mucho m¨¢s que dos.?
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