Revueltas regionales europeas
Los independentismos son s¨ªntoma de la situaci¨®n que atraviesa la UE
Tanto en Catalu?a como en Escocia, los llamamientos a la independencia, que ¨²ltimamente cobran fuerza, son s¨ªntoma de la situaci¨®n que atraviesan no s¨®lo Espa?a y Reino Unido, sino la Uni¨®n Europea en su conjunto. En efecto, la debilidad que la UE ha evidenciado en su confrontar la crisis financiera refleja ¡ªy refuerza al tiempo¡ª la erosi¨®n de su raz¨®n de ser, que no es otra que la integraci¨®n pol¨ªtica. Sin perjuicio de las ra¨ªces de los viejos agravios esgrimidos, el secesionismo aparece as¨ª como un penoso s¨ªntoma del proceso degenerativo de la Uni¨®n.
Resulta, en efecto, perversamente ir¨®nico que los m¨¢s astutos partidos secesionistas revistan sus programas en ropaje europeo y prometan que los nuevos Estados que propugnan entrar¨ªan autom¨¢ticamente a formar parte de la UE. As¨ª, tanto el Partido Nacionalista Escoc¨¦s (SNP) cuanto Convergencia i Uni¨® (CiU) en Catalu?a, explotan con oportunismo el concepto de cosmopolitismo europeo para reavivar romos fines nacionalistas y, en ¨²ltima instancia, el rompimiento de los pa¨ªses de los que son parte integrante.
El derecho de la UE no contempla la desintegraci¨®n de un Estado miembro, pues la secesi¨®n contradice el principio fundacional de ¡°uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha¡±. Por ello, aumentan los llamamientos a que se env¨ªe, a los electorados de las regiones amenazadas por el secesionismo, el mensaje de que, en caso de independencia, la accesi¨®n a la UE no estar¨ªa asegurada. Alex Salmond, primer ministro de Escocia y l¨ªder del SNP, proclam¨® que el ordenamiento jur¨ªdico garantizaba la pertenencia a la UE. Pero no es as¨ª y, en consecuencia, tanto ¨¦l como su partido se enfrentan a la mayor crisis desde que llegaron al poder en 2007.
Este vac¨ªo legal explica por qu¨¦ los l¨ªderes de CiU, en la campa?a de las elecciones de ayer, estaban tan ansiosos por convertir la convocatoria del refer¨¦ndum informal de independencia de Catalu?a en un plebiscito sobre el deseo de los catalanes de formar parte de la Uni¨®n Europea, aunque ni ¨¦sta sea la cuesti¨®n ni competa al electorado catal¨¢n decidirla. En efecto, en pura coherencia racional que no jur¨ªdica, la ¨²nica pregunta que el gobierno de CiU podr¨ªa plantear es si los catalanes desean ser parte de Espa?a o no.
La secesi¨®n contradice el principio fundacional de ¡°uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha¡±
El marco de Naciones Unidas en materia de secesi¨®n establece una clara diferencia entre ¡°autodeterminaci¨®n interna¡± y ¡°autodeterminaci¨®n externa¡±. La primera sanciona la aspiraci¨®n de todo pueblo al desarrollo pol¨ªtico, econ¨®mico, social y cultural dentro del marco de un Estado existente; la segunda contempla potencialmente la secesi¨®n unilateral, pero ¨²nicamente bajo un conjunto de circunstancias extremas. Ninguna de estas figuras resulta de aplicaci¨®n en el caso de Catalu?a o de Escocia.
Nadie, en Catalu?a o Escocia, puede leg¨ªtimamente argumentar la supresi¨®n de estas identidades culturales, las cuales gozan de una extensa protecci¨®n tanto en Espa?a (uno de los principales objetivos de la Constituci¨®n Espa?ola, tras la muerte de Franco, fue precisamente potenciar el florecimiento y la protecci¨®n de la lengua y cultura catalana y vasca) cuanto en el Reino Unido. Quiz¨¢s esto ayude a explicar por qu¨¦ la argumentaci¨®n formal de independencia escocesa no se apoya en una herencia diferencial, sino en el concepto indeterminado de valores pol¨ªticos y sociales propios, argumento cuya vaguedad se dirig¨ªa a justificar el desmantelamiento de cualquier pa¨ªs europeo.
Como a menudo ocurre con los nacionalismos ¡ªindependientemente de su presentaci¨®n¡ª el discurso emocional que rodea los llamamientos a la independencia no es sino una m¨¢scara que oculta intereses econ¨®micos partidistas y desnuda ambici¨®n pol¨ªtica. En Catalu?a, la victimizaci¨®n se ha convertido en una estrategia electoral, y los l¨ªderes de CiU profieren referencias abiertas a amenazas imaginarias del gobierno de Madrid, con menciones a tanques ¡°espa?oles¡± y ¡°hostiles¡± sobrevuelos del ¡°espacio a¨¦reo catal¨¢n¡±.
Sin perjuicio de la ret¨®rica, la cuesti¨®n del refer¨¦ndum catal¨¢n surge como resultado de la negociaci¨®n pol¨ªtica en torno al debate entre las autonom¨ªas y el gobierno central sobre el rescate de aqu¨¦llas. La crisis ha jugado un papel clave en las reivindicaciones independentistas, al sumarse a la c¨®lera de muchos catalanes por raz¨®n de las transferencias financieras a las regiones m¨¢s pobres de Espa?a del denostado Fondo Territorial de Solidaridad.
El argumento independentista se ha convertido en poderosa arma de negociaci¨®n con el gobierno central, al tiempo que esconde bajo la alfombra problemas existentes como la deuda ¡ªla de Catalu?a supone cerca del 30% de la deuda auton¨®mica total¡ª desv¨ªa la atenci¨®n de la pobre gesti¨®n econ¨®mica de CiU.
La independencia traer¨ªa un empeoramiento de esta situaci¨®n. Estimaciones conservadoras sugieren que la salida de Espa?a, del euro y de la propia UE, supondr¨ªa una ca¨ªda del 20-25% del PIB de Catalu?a, ya que (seg¨²n datos oficiales de 2010) el 68% de las exportaciones catalanas internacionales va a la Uni¨®n Europea, mientras que el 50% de sus ventas extra auton¨®micas totales tiene como destino el resto de Espa?a.
Sin embargo, criticar a los oportunistas que avivan el fuego secesionista en Barcelona y Edimburgo no es suficiente. La manifestaci¨®n del 11 de septiembre de 2012, que reuni¨® a cerca de un 8% de los 7,5 millones de habitantes de la autonom¨ªa, evidencia la existencia de problemas reales que deben abordarse, tanto en el ¨¢mbito espa?ol, cuanto de la Uni¨®n.
El malestar catal¨¢n debe servir de acicate para? una revisi¨®n federal de la Constituci¨®n
El principio esencial de la democracia radica en la capacidad de los ciudadanos de guiar la direcci¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas. Hoy, a lo ancho de Europa, los ciudadanos se sienten impotentes. Con la crisis econ¨®mica, este fen¨®meno resulta particularmente acusado en el sur de Europa, anegado en la desaz¨®n de sus votantes que perciben carecer de influencia en Berl¨ªn, que es donde se toman las verdaderas decisiones.
En Catalu?a, CiU ha canalizado esta frustraci¨®n en rechazo al gobierno central. En Escocia, son las las pol¨ªticas de austeridad del gobierno de David Cameron las que han impulsado de forma similar la apuesta independentista del SNP.
Espa?a es, sin duda, uno de los mayores ¨¦xitos de finales del siglo 20, por la gesti¨®n de su adhesi¨®n a la UE y su transici¨®n democr¨¢tica, mientras superaba su condici¨®n de pa¨ªs subdesarrollado para convertirse en la cuarta mayor econom¨ªa de la zona euro y la decimotercera del mundo. Sin embargo, hoy debemos enfrentarnos abiertamente a las consecuencias de las transacciones que formaron parte de este proceso, en particular la distribuci¨®n territorial del poder.
Sin perjuicio de su raz¨®n de ser, el malestar catal¨¢n debe servir de acicate para una revisi¨®n de la Constituci¨®n de 1978 y la adopci¨®n de una estructura acabada federal. El ¨¦xito de los federalistas espa?oles en este proceso podr¨ªa inspirar a otros, a comenzar por los l¨ªderes del Reino Unido.
Ana Palacio, ex ministra espa?ola de Asuntos Exteriores y ex Vicepresidente Senior del Banco Mundial, es en la actualidad miembro del Consejo de Estado espa?ol.
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