Plegaria
La esclavitud nunca ha sido abolida. Adopta formas distintas seg¨²n las circunstancias.
En el Derecho Romano una deuda impagada te pod¨ªa convertir en esclavo. Al acreedor se le confer¨ªa la potestad de agarrarte por el cuello y llevarte ante el pretor, que ostentaba el poder judicial. A partir de una sentencia condenatoria, el acreedor dispon¨ªa de dos opciones: venderte en p¨²blica subasta en el mercado de esclavos para resarcirse con el dinero obtenido o forzarte a trabajar para ¨¦l como esclavo el resto de tu vida. Frente a la esclavitud se produjo la rebeli¨®n violenta de Espartaco. Los primeros cristianos participaron en este movimiento liberador con una rebeld¨ªa atenuada por el amor al pr¨®jimo aqu¨ª en la tierra y controlada desde el poder con la promesa de que los pobres ser¨ªan los primeros en el reino de los cielos. Los cristianos comenzaron a rezar el padrenuestro. Perdona nuestras deudas, as¨ª como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Am¨¦n. Era una oraci¨®n antiesclavista en la que se imploraba el perd¨®n de todas las deudas como una forma de acceder a la libertad. Durante siglos el padrenuestro se ha rezado en los templos al un¨ªsono en voz alta por reyes y vasallos, magnates y siervos, ricos y pobres, usureros beatos y fieles acogotados por ellos, sin que diera resultado alguno. Nadie, que se sepa, condon¨® nunca ninguna deuda obedeciendo la orden de esta plegaria, pero, ante la agitaci¨®n en que vivimos, alguien muy espabilado de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica pens¨® que el padrenuestro pod¨ªa llevar dentro una carga explosiva si la condonaci¨®n de la deuda comenzaba a implorarse hoy con la misma intenci¨®n de los primeros cristianos en las catacumbas. La esclavitud nunca ha sido abolida. Adopta formas distintas seg¨²n las circunstancias. El Vaticano II decidi¨® reformar el padrenuestro. La deuda fue sustituida por ofensa. En adelante hab¨ªa que decir: perdona nuestras ofensas, as¨ª como nosotros perdonamos a nuestros ofensores. Y es que con el dinero no se juega ni se admiten met¨¢foras. En la presente convulsi¨®n de la historia los banqueros corr¨ªan el peligro de que los cristianos exigieran la daci¨®n en pago de las hipotecas esgrimiendo el antiguo padrenuestro como un manifiesto revolucionario. Pero los banqueros pueden dormir tranquilos, puesto que la Iglesia, frente al Evangelio, se ha puesto de parte de la cuenta de resultados.
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