La Red como campo de batalla
Mientras el Reino Unido digiere el informe Leveson, la guerra mundial por la libertad en Internet arrecia en una reuni¨®n fundamental en Dubai. Y no es el aspecto ¨¦tico lo que debe cambiar: ?Es el negocio, est¨²pido!
?Est¨¢ leyendo este art¨ªculo en un vac¨ªo ¨¦tico? ?O en un virtuoso peri¨®dico impreso? La descripci¨®n que ha hecho el juez Leveson de Internet, calific¨¢ndolo de ¡°vac¨ªo ¨¦tico¡±, es uno de los escasos errores en su voluminoso informe sobre el estado de lo que a¨²n seguimos llamando, como si estuvi¨¦ramos en la era de Gutenberg, la ¡°prensa¡± brit¨¢nica. Porque Internet no es un vac¨ªo ¨¦tico; es un campo de batalla ¨¦tico. En sus vastas estepas virtuales se libra una de las mayores luchas de poder de nuestra ¨¦poca. De su resultado depender¨¢ el destino de reg¨ªmenes autoritarios como el de China; y, por tanto, el futuro de la libertad.
En ese contexto, la peque?a batalla local de Reino Unido por esos manojos de papel doblado que unos ancianos cada vez menos numerosos compran en unos pintorescos sitios llamados quioscos puede parecer sacada de un episodio de Dad¡¯s Army (El ej¨¦rcito de pap¨¢), una vieja y querida comedia de la televisi¨®n brit¨¢nica que ocurr¨ªa en la II Guerra Mundial. Pero verlo as¨ª (¡°de todas formas, se encuentra todo en Internet¡±) es una equivocaci¨®n. Y ofrece a los diarios sensacionalistas como The Sun de Rupert Murdoch una hip¨®crita excusa para mantener sus malos h¨¢bitos. Como destaca Leveson, el tabloide justific¨® la publicaci¨®n de las fotos del pr¨ªncipe Enrique desnudo en Las Vegas con el titular ¡°AQU? EST?: Una foto de Harry desnudo que ya han visto en Internet¡±. ¡°AQU? EST?: ?LUCHAMOS POR LA LIBERTAD DE PRENSA!¡±. Si hubiera un premio Nobel de disparates, The Sun se lo llevar¨ªa.
En esencia, la ¨¦tica del buen periodismo y la pr¨¢ctica de la buena autorregulaci¨®n independiente deber¨ªan ser iguales en la Red que en el papel. Al fin y al cabo, ?por qu¨¦ van a valorarse, comprobarse o tratarse estas palabras que est¨¢n leyendo ahora de manera distinta solo dependiendo de la forma material en la que las est¨¦n viendo?
Es evidente que Internet ha creado retos nuevos e importantes. Algunos son objeto de disputa esta semana en la llamada Conferencia Mundial sobre Telecomunicaciones Internacionales, organizada por la Uni¨®n Internacional de Telecomunicaciones, un organismo de la ONU, en Dub¨¢i, Emiratos ?rabes Unidos. La federaci¨®n de los emiratos del Golfo emiti¨® hace poco un decreto por el que se castiga con un m¨ªnimo de tres a?os de c¨¢rcel el uso de una p¨¢gina web o cualquier otro medio de tecnolog¨ªa de la informaci¨®n ¡°con el fin de ridiculizar o da?ar la reputaci¨®n o el prestigio del Estado o de cualquiera de sus instituciones¡±, y entre esas ¡°instituciones¡± se incluye a los gobernantes de los emiratos, sus pr¨ªncipes herederos y sus ministros. O sea, que es el lugar ideal para celebrar una conferencia sobre la regulaci¨®n de Internet.
Evitar una mayor intromisi¨®n es crucial para el futuro de la libertad de expresi¨®n
Lo m¨¢s importante en Dub¨¢i es saber si los Gobiernos, incluidos muchos que son autoritarios, conseguir¨¢n controlar m¨¢s una red que todav¨ªa tiene generosos restos de sus or¨ªgenes en la libertad de expresi¨®n estadounidense. Hay numerosos intentos de hacer que motores de b¨²squeda como Google, redes sociales como Facebook y sitios de microblogs como Twitter sean responsables, como si fueran editores, de lo que los usuarios ¡ªusted, yo, el disidente con seud¨®nimo, el idiota an¨®nimo y, desde hace unos d¨ªas, el Papa (nombre en Twitter: @Pontifex)¡ª colgamos en la Red. Mantenerse firmes frente a cualquier versi¨®n de lo que se denomina ¡°responsabilidad del intermediario¡± que suponga una mayor intromisi¨®n es crucial para el futuro de la libertad de expresi¨®n mundial.
Adem¨¢s est¨¢ el problema de c¨®mo debe responsabilizarse a cada bloguero y cada tuitero de las cosas groseras, desagradables o inexactas que pueden decir al calor del tuit. El antiguo tesorero del Partido Conservador brit¨¢nico, Lord McAlpine, que se acaba de querellar contra cientos de tuiteros por repetir una insinuaci¨®n equivocada y difamatoria de que hab¨ªa participado en abusos sexuales a menores, est¨¢ poniendo a prueba esa cuesti¨®n en la legislaci¨®n inglesa. Pero, aparte de la faceta legal, existen muchas dudas sobre c¨®mo debemos hablar en la Red y c¨®mo debemos reaccionar, por ejemplo, ante la estupidez de unos tuits racistas escritos por adolescentes.
Son aspectos verdaderamente nuevos, complicados y dif¨ªciles. Sin embargo, curiosamente, en los que menos influye Internet es en los relativos a la ¨¦tica del periodismo (la ¨¦tica, insisto, no el modelo de negocio). Lo que era buen periodismo en 1962 sigue siendo buen periodismo en 2012. Lo que era mal periodismo entonces sigue siendo mal periodismo ahora.
El reto es c¨®mo ganar lo necesario para sostener una informaci¨®n y un an¨¢lisis de calidad
El inmenso volumen de contenido editorial que publican The Guardian o la BBC en la Red cada hora, y la rapidez con que lo hacen, muestra que el control de calidad es m¨¢s dif¨ªcil. Las reglas del juego para los comentarios de los lectores en la Red son, como es natural, distintas de las de la tradicional carta al director en el peri¨®dico impreso. No obstante, a la hora de la verdad, cualquier tipo de periodismo cuya responsabilidad editorial corresponda a esa entidad que seguimos llamando ¡°el peri¨®dico¡± debe estar sometido a los mismos criterios ¨¦ticos. El tesoro de los cables diplom¨¢ticos de Estados Unidos revelado por Wikileaks fue una nueva forma de difundir informaci¨®n filtrada que se hizo posible gracias a Internet, pero los criterios editoriales que aplicaron The New York Times, Le Monde, The Guardian, Der Spiegel y EL PA?S fueron los mismos que en los casos de las cintas del Watergate, los papeles del Pent¨¢gono o incluso el telegrama de Zimmermann en 1917.
Como destaca Leveson, The Mail Online, una de las webs de peri¨®dicos m¨¢s visitada del mundo, se ha comprometido de forma voluntaria a respetar el C¨®digo de Pr¨¢ctica de los Editores de la ahora denostada Comisi¨®n de Quejas a la Prensa (en ingl¨¦s, PCC) de Gran Breta?a. The Huffington Post UK, que solo se publica en la Red, tambi¨¦n es miembro de la PCC. Ya s¨¦ que la Comisi¨®n tiene los dientes menos afilados que una babushka ucrania de 100 a?os. Pero si Reino Unido consigue tener un regulador independiente de ¡°la prensa¡± como es debido, no habr¨¢ ning¨²n motivo para que las publicaciones en Internet, tanto grandes como peque?as, no se adhieran a sus reglas y procedimientos y, de paso, disfruten de las ventajas legales y econ¨®micas prometidas.
En resumen, Internet no es m¨¢s ¡°vac¨ªo ¨¦tico¡± que el papel. Tal vez sea m¨¢s f¨¢cil publicar basura t¨®xica en la Red, pero tambi¨¦n hay muchas oportunidades nuevas de hacer gran periodismo en ella. El verdadero problema que plantea Internet al periodismo no es ¨¦tico sino de dinero. ?C¨®mo ganar la cantidad necesaria para sostener una informaci¨®n y un an¨¢lisis de calidad, sobre todo en el caso de las informaciones de otros pa¨ªses, cuando ¡°el comentario es libre pero los hechos son caros¡±? Esa es la pregunta. Por suerte, como tambi¨¦n escribo esta columna para la vieja prensa impresa, en la que el l¨ªmite de palabras lo dictan los cent¨ªmetros de la p¨¢gina f¨ªsica, se me ha acabado el espacio para ofrecer una respuesta que no tengo.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Los hechos son subversivos: ideas y personajes para una d¨¦cada sin nombre.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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