Gestionar el bienestar

La crisis est¨¢ poniendo a prueba al Estado de bienestar. Es un desaf¨ªo en el que est¨¢n inmersos la pr¨¢ctica totalidad de los pa¨ªses europeos: la reducci¨®n de ingresos p¨²blicos dificulta el mantenimiento del gasto social, a lo que se une el envejecimiento de la poblaci¨®n y el consecuente aumento de la factura de las pensiones. Ante una situaci¨®n tan alarmante resulta imprescindible que los Gobiernos ideen f¨®rmulas para elevar los ingresos y ahorrar gasto. El problema es que una parte importante de este ¨²ltimo se destina a prestaciones sociales, un cap¨ªtulo en el que Espa?a, uno de los pa¨ªses m¨¢s castigados por la crisis, sigue por debajo de la media europea. A pesar de ello ya se ha recortado el gasto social en 15.000 millones de euros desde 2010, un esfuerzo que ha reca¨ªdo sobre pilares esenciales como la educaci¨®n y la sanidad, adem¨¢s de las pensiones, puesto que son los cap¨ªtulos que m¨¢s recursos absorben y donde el efecto sobre las cuentas p¨²blicas se produce con mayor rapidez.

En ¨¢reas tan sensibles ¡ªen las que hay que extremar la precauci¨®n¡ª se requiere, como m¨ªnimo, la precisi¨®n del bistur¨ª frente al tajo grueso. El Gobierno espa?ol, adem¨¢s de recortar y subir impuestos, no parece disponer de una estrategia integral para defender el modelo social que ha de gestionar. Subir las tasas universitarias, por ejemplo, es una v¨ªa (no segura) para elevar los ingresos, pero tambi¨¦n para reducir la equidad, salvo que se mantenga o incluso se suba la dotaci¨®n para becas. Intentar aumentar la recaudaci¨®n a trav¨¦s de mayores copagos en sanidad est¨¢ a¨²n menos garantizado.

El problema con los recortes es mayor. Suelen acometerse estos sin an¨¢lisis previos de gasto por cap¨ªtulos de manera que, a la hora de ahorrar, se puedan tocar diferentes partidas sin poner en riesgo la eficiencia y la calidad del sistema. Hay muchas otras pegas: dejar en manos de empresas privadas la gesti¨®n de centros sanitarios ya existentes es una aventura arriesgada cuando no se garantizan los ahorros y cuando no existen an¨¢lisis justificativos y de viabilidad.

Es cierto que los cambios m¨¢s o menos dolorosos en el conjunto del modelo social no son suficientes para afirmar que aquel se est¨¦ desguazando. Pero es alarmante la incompetencia que denotan ciertas decisiones, como los planes, ya descartados, que pon¨ªan en riesgo el hospital de la Princesa en Madrid. Se echa de menos una gesti¨®n profesionalizada de los recursos y verdaderas reformas que defiendan la sostenibilidad del sistema. Agilizar la Administraci¨®n, dotar de autonom¨ªa a los centros educativos o compartir infraestructuras hospitalarias son solo algunas medidas que suscitan mayor consenso. En su lugar, hay un exceso de recortes, a veces menores, que amenazan el coraz¨®n del sistema ¡ªcomo las clases de refuerzo¡ª, una tendencia a privilegiar a ciertos sectores privados y un af¨¢n legislador, tanto en educaci¨®n como en justicia, que promete pocas mejoras y mucho conflicto.