En algunos lugares se lucha por el derecho a pasear
Esta entrada ha sido escrita por Miquel Carrillo (@MiquelCarr), de ISF en Managua.
El Paseo del Carmen, en la ciudad salvadore?a de Santa Tecla.
A veces no nos damos cuenta del todo de lo que supone vivir en un contexto de violencia permanente para una ciudad o un pa¨ªs, y c¨®mo impacta en la calidad de vida de las personas. Y no me refiero solamente a las situaciones de conflicto armado. La violencia tiene muchas manera de manifestarse.
Cuando uno llega a San Salvador, le llama la atenci¨®n la fisonom¨ªa de sus casas y de toda la ciudad. Pocas dejan ver su puerta principal libremente, siempre hay una verja, coronada de alambres de espinos y c¨¢maras de seguridad, en algunos casos. Cualquier acceso a la vivienda est¨¢, generalmente, bien protegido contra los m¨¢s que habituales atracos. Las calles son una sucesi¨®n de cajas met¨¢licas, por las que apenas nadie se aventura a caminar una vez se pone el sol y a lo largo de las cuales s¨®lo cabe circular en autom¨®vil, que adem¨¢s raramente se detendr¨¢n en los sem¨¢foros en rojo a partir de ciertas horas. Y eso por las avenidas principales, porque los pasadizos secundarios est¨¢n siendo cerrados al tr¨¢fico para que no se pueda entrar en ellos sin haberse identificado previamente ante el inevitable guardia de seguridad. Se calcula que en toda Centroam¨¦rica trabajan unas trescientas mil personas en el negocio de la seguridad, en la regi¨®n m¨¢s violenta del mundo y donde se producen m¨¢s muertos por habitante sin estar en situaci¨®n de guerra.
Las ciudades y sus gentes se han ido adaptando a esa situaci¨®n, con todo lo que implica. Las nuevas avenidas y autopistas que surcan el ¨¢rea metropolitana dejan sitio para que a la par sigan proliferando grandes superficies comerciales, que ofrecen todo el ocio imaginable. Si usted quiere pasar el d¨ªa con la familia probablemente la ¨²nica opci¨®n que tenga sea meterse en un gigantesco mall, donde podr¨¢ vestirse con Zara, comer con McDonals o divertise con la ¨²ltima propuesta de Disney. Eso s¨ª, protegido por una legi¨®n parapolicial pertrechada con las armas de calibre grueso que gastaban en las mejores aventuras de Stallone y Charles Bronson. Ese gasto en seguridad le supone a la regi¨®n contar con un 25% menos de PIB, seguramente una cifra comparable a la cooperaci¨®n internacional o las remesas de la poblaci¨®n emigrante. Por no hablar de la dependencia y el gasto energ¨¦tico que implica un urbanismo basado en el consumo constante de terreno, y unos h¨¢bitos de movilidad condicionados por el miedo a poner los pies sobre las aceras.
La ¨²ltima sensaci¨®n capitalina, sin embargo, es algo que va en sentido contrario. En Sta. Tecla, dentro del ¨¢rea metropolitana del Gran San Salvador, a su alcalde se le ha ocurrido peatonalizar una de las calles del centro hist¨®rico. La escena del Paseo del Carmen la conocen bien ustedes en Espa?a, afortunadamente: bares, puestos de artesan¨ªa, terrazas, m¨²sica, gente paseando y disfrutando de un momento de ocio. Eso que nos puede parece trivial e incluso fr¨ªvolo para un pa¨ªs empobrecido, es una conquista del espacio p¨²blico al servicio de la salud mental de todos. Descansar y socializar sin miedo es tambi¨¦n una necesidad, algo a lo que hay que aspirar.
Un amigo argelino, exiliado pol¨ªtico en Espa?a, me cont¨® que lo que m¨¢s le hab¨ªa impresionado, mucho m¨¢s que nuestro nivel material de vida, era poder pasear por nuestras calles sin mirar atr¨¢s ni tener que pegarse a la pared para prever y evitar agresiones.
La pr¨®xima vez que salgan a pasear con los ni?os o de ca?as con sus amigos, piensen c¨®mo ser¨ªa si no pudieran hacerlo siempre que quisieran y sin ning¨²n tipo de angustia.
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