Navidad
Es el momento para olvidar esas preocupaciones obsesivas, esas heridas del alma que arrastras a la espalda y no darle tanta importancia a tus problemas: nadie m¨¢s lo hace
?Qu¨¦ se puede hacer en Navidad?
Se puede uno asomar a la ventana y mirar el mundo. Con calma. Sin tiempo. Saboreando el aqu¨ª y el ahora. Contemplando el arbolito de la esquina, que siempre miras sin ver. Ahora puedes observar las ramas que el fr¨ªo ha desnudado, y la gallard¨ªa con que aguanta el bufido t¨®xico de los autobuses, los corrosivos orines de los perros, la escasez de agua, la calcinaci¨®n de los veranos y la escarcha de las madrugadas invernales. No es de extra?ar que al pobre arbolito se le vea tan canijo y deslucido. Pero, a¨²n as¨ª, est¨¢ vivo. Como t¨², a pesar del agobio de estos tiempos.
Se puede uno ahorrar los sarcasmos en la comida familiar. No hace falta que le demuestres nada a tu madre, tu padre, tus hijos, tus cu?ados, tus suegros. La comida de Navidad no es el teatro en el que debes representarte. Cada vez que tengas la tentaci¨®n de responder con una iron¨ªa emponzo?ada a ese familiar que te cae tan mal, c¨®mete un polvor¨®n. Recuerda los a?os anteriores: armar la bronca no s¨®lo no te liber¨® de la agresividad, no s¨®lo no te hizo sentir bien, sino que te amarg¨® la tarde y te arrepentiste de haber estallado. Mejor enmudecer a golpe de mantecados.
Se puede olvidar por unas horas esas preocupaciones obsesivas, esas heridas del alma que arrastras a la espalda. No le des tanta importancia a tus problemas: nadie m¨¢s lo hace.
Se puede intentar no repetir veinte veces al d¨ªa que odias estas fiestas. E, incluso, puedes dejar salir por un instante al ni?o que llevas secuestrado dentro de ti. Quiz¨¢ te revuelvas contra la Navidad porque los villancicos te pellizcan en alg¨²n rec¨®ndito lugar de la memoria. Pero hoy no es ayer. Conc¨¦ntrate en lo peque?o. En la comida rica. En celebrar el milagro de que haya gente que te quiera. No seas pelma. Rel¨¢jate y disfruta.
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