Los pescadores del desierto
A varios cientos de metros al norte del peque?o pueblo de Iwik una barca de vela se echa al mar. Estamos en noviembre en la Banc d¡¯Arguin, una de las dos reservas naturales que existen en Mauritania y es la ¨¦poca de la lisa (tambi¨¦n conocida en Espa?a como m¨²jol o muil), el momento en que los bancos de peces de esta especie afloran como por arte de magia. El agua est¨¢ en calma y dos pescadores se disponen a echar las redes. Desde hace d¨ªas, las mujeres tienen prohibido acercarse siquiera a la playa. Los pescadores saben que a las lisas, muy sensibles, no les gustan los perfumes y que las cremas que usan sus esposas y madres van a dejar un rastro en el mar, espantando las capturas. Y es que en la tierra de los imraguen, los ¨²nicos mauritanos de tradici¨®n pesquera, todo es diferente.
Barcas de pesca imraguen en la Banc d'Arguin. / Foto: ASSPCI
Desde hace siglos, su vida gira en torno a la lisa. De este pez obtienen comida, tanto su carne como sus huevas, extraen aceite para cocinar y remedios para sus males, lo secan para venderlo, intercambiar carne u otros productos o para regalar a los visitantes y con sus huesos hacen cuentas y objetos decorativos. ¡°El pescado es lo que ha permitido a los imraguen sobrevivir en esta tierra¡±, asegura Abderraman Ould Chevif, miembro de la Asociaci¨®n por la Salvaguarda Social y la Promoci¨®n de la Cultura Imraguen (ASSPCI) y destacado defensor de esta forma de vida.
Los imraguen no son una etnia ni una tribu. Los hay blancos y negros, maures y wolof y pertenecen a distintas familias, los Ewlades Abdelwahd, los Ehlbouhoubeyni, los Barikalla, los Ewlades Bisbae, los Elbere. Lo que les ha mantenido unidos a lo largo de la costa mauritana y de los siglos es una cultura en com¨²n y, sobre todo, el oficio de la pesca, que han practicado desde tiempos inmemoriales. No en vano, imraguen significa precisamente eso, ¡°los que pescan¡±. Y son los ¨²nicos mauritanos que lo han hecho durante siglos.
Mujeres imraguen durante un festival cultural. / Foto: ASSPCI
Las primeras poblaciones imraguen son de origen sonink¨¦ y bereber y ya estaban all¨ª, asentados en la costa mauritana, antes de que llegaran los ¨¢rabes procedentes del este. Aunque se islamizaron y fueron asimilados, siempre han sido ¡°diferentes¡±. En la actualidad hay unos 1.500 imraguen, la mayor¨ªa de ellos en el Parque Nacional de la Bah¨ªa de Arguin (Patrimonio de la Humanidad), entre Nuakchot y Nuadib¨², aunque hay otros dos peque?os grupos m¨¢s al sur, uno en la zona costera del parque de Diawling y el ¨²ltimo en las riberas del r¨ªo Senegal, donde practican la pesca fluvial, todos vinculados de una u otra forma entre ellos.
Tal y como asegura el investigador Francisco Garc¨ªa-Talavera, uno de los primeros europeos que describi¨® a este grupo cultural y sus peculiares t¨¦cnicas de pesca fue el viajero Valent¨ªm Fern¨¢ndes, quien en su Descripci¨®n de la costa de ?frica de Ceuta al Senegal (1506-1507) nos habla de sus redes, ¡°de hilo hecho con ra¨ªces y corteza de ¨¢rboles, alcanzan una braza de ancho por cinco de largo¡±, sus boyas, ¡°trozos de madera de tabaiba dulce¡±, y sus plomadas, ¡°bolas de arcilla cocida secadas en ceniza caliente y perforadas¡±.
El relato de Valent¨ªm Fern¨¢ndes sobre su forma de pecar no tiene desperdicio: ¡°Para pescar, van de dos en dos, cada uno llevando su red enrollada en su palo. Queriendo pescar, juntan el uno al otro sus redes y, desde que ellos han apercibido los peces, avanzan cada uno de su lado, dejando poco a poco caer la red de los palos entre ellos, hasta el momento en que alcanzan la orilla y se juntan. Todo esto sucede en agua poco profunda, que no les llega sino hasta las rodillas, y en el momento de m¨¢s calor del d¨ªa, puesto que los peces est¨¢n como atontados por el calor del agua. Ellos llevan en la mano derecha su arp¨®n para arponear los peces que quieren franquear la red saltando al aire. Es as¨ª como practican la pesca¡±.
Sin embargo, esta no era la ¨²nica t¨¦cnica tradicional de pesca de los imraguen. ¡°Hace mucho, mucho tiempo, la gente de mi pueblo observ¨® a un grupo de pel¨ªcanos golpeando el mar con sus alas muy cerca de la playa. De repente, decenas de pescados empezaron a saltar y los delfines, alertados por el ruido, empezaron a acercarse, rodeando a los peces. Los pel¨ªcanos se dieron un buen fest¨ªn. Los imraguen observaron este mecanismo y empezaron a pescar as¨ª: cuando se percibe un banco de peces cerca de la costa, uno golpea el mar con un bast¨®n, los delfines se acercan y encierran al pescado, lo que permite cogerlos f¨¢cilmente con las redes¡±. De esta manera explica Nounou una de las formas de pesca colaborativas entre dos especies, hombres y delfines, m¨¢s espectaculares que hayan existido y que, desgraciadamente, hace algunos a?os que ya no se practica, arrinconada por la emergencia de nuevos sistemas m¨¢s modernos.
Otro vestigio de la estrecha relaci¨®n que los pescadores canarios e imraguen mantuvieron durante d¨¦cadas son las expresiones que a¨²n usa este pueblo mauritano, sobre todo relacionadas con la pesca: a la cuerda le llaman ¡°cota¡±, cuando hace viento hablan de ¡°venti¡±, si el mar est¨¢ tranquilo dicen que est¨¢ ¡°recho¡± y a la harina de millo (ma¨ªz) le llaman ¡°gofio¡±, un producto que conocieron de los canarios y que hoy consumen en abundancia. En su vocabulario tambi¨¦n tienen otras expresiones como orza, racha (de viento) o riva de indudable origen espa?ol.
La conservaci¨®n de sus tradiciones y de una forma dialectal propia del ¨¢rabe hassan¨ªa, su peculiar manera de vivir en un entorno tan hostil y los contactos de los imraguen con otros pueblos venidos de lejos han ido moldeando una cultura singular que empieza a ser reconocida y protegida en Mauritania. Buena culpa de esta toma de conciencia la tiene la Asociaci¨®n para la Salvaguarda Social y Promoci¨®n de la Cultura Imraguen que lleva casi una d¨¦cada luchando por conservar costumbres y tradiciones. Ellos son los organizadores del Festival Cultural Imraguen que se celebra cada a?o.
¡°Muchos mauritanos piensan que cazamos con perros y que somos unos salvajes, no nos conocen ni en nuestro propio pa¨ªs. Ahora la gran amenaza la representan el turismo y la pesca industrial, que pueden hacer desaparecer nuestra manera de vivir. Sin embargo, tenemos que convertir estas actividades en oportunidades, regul¨¢ndolas y orden¨¢ndolas¡±, explica Ould Chevif, ¡°hemos demostrado durante siglos una gran capacidad de sobrevivir a condiciones adversas, siempre de manera tolerante hacia los otros y con un enorme respeto por el mar y sus recursos, de los que dependemos. Por ejemplo, entre nosotros est¨¢ muy mal visto tirar nada al mar y menos en ¨¦poca de pesca. Este pueblo merece que su saber se conserve¡±.
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