Caos en Goma a pesar del alto el fuego de los rebeldes del M23: violencia sexual, huidas hacia Ruanda y alimentos con precios disparados
Los civiles tratan de adaptarse a una nueva cotidianidad en medio de la declaraci¨®n del alto el fuego de la guerrilla apoyada por Ruanda tras intensos enfrentamientos contra el Ej¨¦rcito congole?o que han dejado al menos 900 muertos, seg¨²n la ONU
Una semana despu¨¦s de la reanudaci¨®n de los combates entre el Movimiento 23 de Marzo (M23), apoyado por Ruanda, y el ej¨¦rcito congole?o en el este de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, la ciudad de Goma intenta recuperar una apariencia de normalidad. Aunque el M23 ha decretado un alto el fuego a partir de este martes, la vida cotidiana a¨²n es un caos. Entre las restricciones, el desplazamiento forzado y la inseguridad, cada uno se adapta a su manera a una situaci¨®n inestable e imprevisible. Mientras unos padecen el devastador golpe de la violencia, otros sufren las consecuencias de las restricciones y, parad¨®jicamente, algunos, encuentran oportunidades en medio del desastre.Por un lado, la seguridad parece haber mejorado gracias al refuerzo de la presencia militar. Por otro, la falta de acceso a internet, la subida de los precios y la incertidumbre hacen mella en la poblaci¨®n.
La violencia sexual, adem¨¢s, acecha a las mujeres que huyen del conflicto. Una familia con seis ni?as cuenta la tragedia que han vivido. ¡°Era un mi¨¦rcoles, hacia las tres de la tarde, cuando los combates se intensificaban¡±, relata Nadine mientras llora, ¡°o¨ªmos abrirse la puerta principal de la casa y, en un minuto, unos hombres armados entraron a mi habitaci¨®n. Al d¨ªa siguiente me despert¨¦ en el hospital. Decidimos abandonar la ciudad para evitar lo peor¡±.
La toma de Goma por parte del M23 es un hito en un conflicto que lleva casi 30 a?os. El grupo armado, que tiene sus or¨ªgenes en las milicias tutsis que combaten a los grupos hutus, ha dejado a su paso centenares de muertos y un nuevo desplazamiento forzado en la regi¨®n. En su ofensiva, la milicia se ha hecho con el control de zonas ricas en colt¨¢n, el apetecido mineral con el que se fabrican tel¨¦fonos m¨®viles y otros productos tecnol¨®gicos. Aunque Naciones Unidas calcula que hay cerca de 900 fallecidos, el Gobierno de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo ha asegurado este martes que ¡°hay m¨¢s de 2.000 cad¨¢veres por enterrar¡±. Eso sin contar las v¨ªctimas que pueda haber en fosas comunes.
La guerra ha cambiado el panorama en Goma, pero sus habitantes intentan adaptarse como pueden. En el centro de la ciudad, es f¨¢cil ver a algunas personas en mototaxis y coches. Algunos tratan de abastecerse de alimentos mientras otros cruzan la frontera, huyendo del horror.
En los puestos fronterizos de la Petite Barri¨¨re (Peque?a Barrera) y la Grande Barri¨¨re (Gran Barrera) hay grandes aglomeraciones. Hay mucha gente que va y viene entre Goma y Gisenyi (Ruanda), gracias a procedimientos de cruce de fronteras m¨¢s flexibles. Freddy, conductor de mototaxi, se alegra de este cambio. ¡°Antes necesitabas pasaporte para ir a Gisenyi. Ahora, si tienes una tarjeta de votante, puedes pasar sin problemas. Para los que tienen familia al otro lado, es un gran alivio¡±, dice.
Para Rebecca, estudiante de inform¨¢tica, esta facilidad de paso se ha convertido en una necesidad. ¡°Con el internet cortado en Goma, nos vemos obligados a ir a Ruanda para trabajar. Afortunadamente, ahora es m¨¢s sencillos¡±, afirma. Pero, por esa misma frontera, se ha producido un desplazamiento masivo de personas que abandonan Goma por miedo a las represalias del ej¨¦rcito congole?o.
Parad¨®jicamente, en las callejuelas del distrito de Virunga, hay cierta sensaci¨®n de seguridad. Albertine, una comerciante de 40 a?os, reacomoda sus puestos bajo una lona improvisada, aprovechando que la vida comercial se reanuda t¨ªmidamente. ¡°Antes de la guerra, hab¨ªa demasiados bandidos en los barrios. Con el refuerzo militar, la delincuencia ha disminuido, sobre todo por la noche. Ahora podemos volver tarde a casa del mercado sin tanto miedo a los ladrones¡±, relata Albertine.
Este sentimiento es compartido por Dorcas, madre de tres hijos, que siente que un alivio tras el miedo que ha vivido a diario. ¡°Desde que el M23 est¨¢ m¨¢s presente, dormimos mejor. Antes, o¨ªamos hablar de secuestros casi todas las semanas. Ahora es menos frecuente¡±, comenta la mujer.
Las comunicaciones colapsadas
La falta de internet es otra de las consecuencias m¨¢s graves para la poblaci¨®n. A lo largo del bulevar Kanyamuhanga, los cibercaf¨¦s cerrados recuerdan el impacto de esta restricci¨®n en la econom¨ªa local. Dieudonn¨¦, un periodista independiente, ha tenido problemas para trabajar. ¡°Sin conexi¨®n, es imposible enviar mis art¨ªculos a las redacciones. Muchos j¨®venes empresarios que viven de la tecnolog¨ªa digital se ven abocados al paro¡±, asegura con impotencia.
Los estudiantes tambi¨¦n se han visto afectados. Claude, de 24 a?os, se ve obligado a atravesar la frontera todos los d¨ªas para tratar de conectarse. ¡°Ya no podemos investigar en l¨ªnea, hacer cursos a distancia o incluso comunicarnos con nuestros seres queridos en el extranjero¡±, relata.
Mientras tanto, en el mercado central de Goma, los clientes escasean. Los precios se han duplicado en pocos d¨ªas. Assani, un vendedor de arroz y harina, suspira mientras muestra sus existencias agotadas. ¡°Un saco de harina de ma¨ªz costaba 18 d¨®lares antes de la guerra. Hoy cuesta 30 d¨®lares. Las familias comen menos, algunas s¨®lo una vez al d¨ªa¡±, asegura.
Los transportistas tampoco se han librado. Aim¨¦, un motociclista, se queja del aumento del precio del combustible. ¡°Es m¨¢s caro, as¨ª que el coste de transportarse en moto ha subido. Mucha gente prefiere ir andando para ahorrar dinero¡±, explica.
Un trauma imborrable
M¨¢s all¨¢ de las dificultades materiales, el choque psicol¨®gico es el que ha dejado la mayor huella en la mente de la gente. ¡°Ni siquiera tenemos el valor de hablar de la situaci¨®n que hemos vivido, porque es un acontecimiento traum¨¢tico¡±, cuenta G¨¦n¨¦rose Musavuli, una vecina de Goma. ¡°Hasta el d¨ªa de hoy, los sonidos de fuertes golpes y balas siguen nublando mis o¨ªdos. El mi¨¦rcoles 28 de diciembre, cuando me despert¨¦, descubr¨ª que una bala hab¨ªa atravesado el tejado y perforado el techo del balc¨®n de mi habitaci¨®n. Desde entonces, paso noches en vela, pensando que otra bala podr¨ªa entrar¡±, relata.
Musavuli tuvo que huir temporalmente a Kigali (Ruanda) para buscar algo de tranquilidad. ¡°Tras unos d¨ªas en Kigali, me siento un poco liberada de toda esa carga mental. Pero el trauma es enorme y requiere mucho apoyo psicol¨®gico¡±, reconoce.
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