Falta un discurso europeo
La resoluci¨®n de un problema econ¨®mico serio requiere imaginaci¨®n pol¨ªtica
El final de cualquier a?o insta, invariablemente, a hacer balance y 2012 ha sido, sin duda, un a?o pr¨®digo en eventos: los dram¨¢ticos acontecimientos en Oriente Pr¨®ximo, el cambio de liderazgo en China y la sombra del abismo fiscal americano. Acontecimientos todos ellos de gran trascendencia aunque no siempre acaparen el inter¨¦s popular. Esta observaci¨®n es aplicable especialmente al doloroso e insoportablemente prolongado proceso ¡ªa¨²n en curso¡ª para salvar el euro.
La supervivencia del euro en 2012 ¡ªaunque solo sea por los pelos¡ª desconcierta a los esc¨¦pticos que pronosticaban la salida de Grecia de la eurozona y el colapso de la moneda ¨²nica para finales del verano. En realidad, la percepci¨®n del futuro de la Uni¨®n Europea sigue dominada por la incertidumbre, debido principalmente a una falta de coincidencia entre ret¨®rica y realidad.
En el terreno de los hechos, la ¨²ltima de las muchas grandes cumbres celebrada en Bruselas ha puesto en evidencia la distancia que media para que Europa alcance una uni¨®n fiscal: en efecto, los jefes de Estado despojaron de su contenido esencial el proyecto propuesto por Herman van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, y desarrollado por la Comisi¨®n Europea.
Sin embargo, se han dado pasos concretos y positivos hacia la consolidaci¨®n institucional ¡ªaunque lejos de alcanzar las ambiciones de algunos¡ª. La creaci¨®n del Mecanismo Europeo de Estabilidad, el nuevo papel de supervisi¨®n que debe desempe?ar el Banco Central Europeo y la compra de bonos soberanos por parte del BCE en el transcurso del ¨²ltimo a?o han aportado el tan necesario alivio a las atribuladas econom¨ªas perif¨¦ricas de Europa. Adem¨¢s, Europa est¨¢ un paso m¨¢s cerca de una uni¨®n bancaria en toda regla.
El principal obst¨¢culo para seguir avanzando es la aparici¨®n de dos discursos antag¨®nicos para explicar las penurias econ¨®micas de Europa y trazar un camino a seguir. Uno se centra en las fallas estructurales de la Uni¨®n Monetaria Europea y tiene como objetivo el fortalecimiento del marco institucional, mientras que el otro destaca las pol¨ªticas internas defectuosas y se centra en la austeridad. Es preocupante que el debate pol¨ªtico resultante haya degenerado en una estridente cacofon¨ªa dominada por discursos de rectitud moral, reproches, b¨²squeda de chivos expiatorios y estereotipos.
En realidad, aunque a menudo retratados como opuestos irreconciliables, los dos planteamientos presentados para abordar los problemas del euro son elementos complementarios ¡ªes m¨¢s, esenciales¡ª de cualquier enfoque realista para asegurar el futuro de la eurozona. Del mismo modo, ninguna postura puede, por s¨ª sola, proporcionar una visi¨®n de futuro para la UE; la brecha entre ambos solo puede ser cubierta por la confianza.
En la UE unos conducen hacia la integraci¨®n y otros quieren retornar a la soberan¨ªa nacional
Grecia, Italia, Espa?a, Portugal, e incluso Francia, necesitan controlar su d¨¦ficit y racionalizar su deuda. Pero ning¨²n grado de austeridad por s¨ª solo permitir¨¢ a las econom¨ªas del sur de Europa levantar cabeza.
Pensemos en Grecia. Anticip¨¢ndose a la deserci¨®n de Europa y convencida de que los dolorosos recortes presupuestarios y el pago de la deuda solo beneficiar¨¢n a sus acreedores, se ha blindado y ha agotado toda motivaci¨®n para llevar a cabo las reformas dictadas por Bruselas. Mientras tanto, los alemanes consideran las transferencias econ¨®micas al sur exclusivamente como un problema de riesgo moral que ning¨²n acuerdo pol¨ªtico europeo podr¨ªa resolver. Viendo solo un lado de la ecuaci¨®n, la opini¨®n p¨²blica se ha polarizado entre el Norte y el Sur de Europa, lo que perpet¨²a el c¨ªrculo vicioso de la desconfianza.
Ser¨ªa igualmente err¨®neo imaginar que los cambios institucionales por s¨ª solos arreglar¨¢n los problemas de Europa. Mientras que un marco financiero integrado para Europa est¨¢ tomando forma, las decisiones desalentadoras sobre el dise?o de un mecanismo europeo de resoluci¨®n deben ser trabajadas. Una uni¨®n bancaria conllevar¨¢, sin duda, cesiones significativas ¡ªtanto impl¨ªcitas como expl¨ªcitas¡ª de soberan¨ªa (por ejemplo, la decisi¨®n de cerrar los bancos, distribuir las p¨¦rdidas o reducir la mano de obra a nivel nacional) que, de no ir acompa?adas de avances hacia una uni¨®n pol¨ªtica, generar¨¢n una crisis de legitimidad.
Por tanto, la resoluci¨®n de un problema econ¨®mico serio requiere adentrarse en las profundas aguas de la imaginaci¨®n pol¨ªtica. Hasta ahora, sin embargo, las pol¨ªticas dirigidas a apuntalar el euro han sido estrictamente t¨¦cnicas en un esfuerzo por aislar las tribulaciones financieras de Europa del descontento popular sobre su direcci¨®n. Ese debate, que se ha enconado, act¨²a como una v¨¢lvula de escape peligrosamente disfuncional para un p¨²blico alborotado y frustrado en toda Europa.
Confrontados con la realidad de un electorado descontento, los expertos se apresuran a lamentar el d¨¦ficit democr¨¢tico de las instituciones de la Uni¨®n y abogan, como soluci¨®n, por la elecci¨®n directa del presidente de la Comisi¨®n Europea, la transformaci¨®n del Consejo de Ministros en una especie de segunda c¨¢mara o por la creaci¨®n de partidos pol¨ªticos transeuropeos que concurran a las elecciones al Parlamento Europeo.
La soluci¨®n no se encuentra en ninguna de estas iniciativas, y ello, por una simple e inc¨®moda verdad: A d¨ªa de hoy los europeos se ven unos a otros en t¨¦rminos de ¡°ellos¡± y no de ¡°nosotros¡±. Las instituciones comunes de Europa ¡ªtanto antiguas como de nueva creaci¨®n¡ª solo pueden sobrevivir en el largo plazo si una identidad com¨²n europea se materializa para apuntalarlas.
La emergencia de dicha identidad depende de la capacidad de los pol¨ªticos para comunicar a sus conciudadanos las ventajas reales de la Uni¨®n y las poco prometedoras perspectivas de caminar solo. En un mundo poseuropeo, Europa es globalmente relevante solo cuando est¨¢ unida. Dos ejemplos ilustran esta aseveraci¨®n: en un extremo tenemos el comercio (pol¨ªtica comunitarizada) y en otro la defensa ¡ªplagada de lagunas y duplicaciones entre los pa¨ªses de la UE¡ª.
Aunque ni pol¨ªticos ni votantes est¨¢n dispuestos a admitirlo, la UE ha llegado a un cruce de caminos en el que uno conduce a una mayor integraci¨®n mientras que el otro implica un retorno a la soberan¨ªa nacional. Recorrer el primero requerir¨¢ un gran esfuerzo, mientras que los errores e inacci¨®n nos abocan inexorablemente al segundo. En ¨²ltima instancia, el futuro de la UE ¡ªsi la UE ha de tener futuro¡ª depende de la construcci¨®n de un discurso coherente que articule con claridad la alternativa.
Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores y exvicepresidente senior del Banco Mundial, es en la actualidad miembro del Consejo de Estado.
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