El suicida
Encend¨ª la tele, busqu¨¦ un canal de noticias y me asust¨¦ un poco al comprender que los telediarios no me concern¨ªan, ni yo a ellos
Se?or juez: el primer d¨ªa me levant¨¦ a la hora de siempre sin haber puesto el despertador. En alg¨²n lugar entre el dormitorio y la cocina, y al comprender que ya nunca volver¨ªa a encontrar trabajo, una cuchilla afilad¨ªsima, aunque invisible, cay¨® sobre mi existencia separando el antes del despu¨¦s. De modo que a la cocina no llegu¨¦ yo, sino la mitad de m¨ª; el otro medio, con el que ya nunca volver¨ªa a coincidir, se hab¨ªa quedado a la altura del cuarto de ba?o, descargando en el retrete la versi¨®n intestinal de nuestro p¨¢nico. Era un martes, pero parec¨ªa medio martes tambi¨¦n, no porque resultara m¨¢s corto, sino porque respiraba a medio pulm¨®n.
Cuando aquel medio martes expir¨®, me met¨ª con mi medio pijama en la cama y dorm¨ª media noche gracias a un somn¨ªfero entero que me hab¨ªa recetado el m¨¦dico al mostrarle mi carta de despido. Luego hice sumas y restas con mi indemnizaci¨®n, mi paro, mi hipoteca, mis tres o cuatro agujeros econ¨®micos de clase media, que hab¨ªan devenido de s¨²bito en cr¨¢teres de clase baja. Despu¨¦s me levant¨¦ sin hacer ruido, para no despertar a nadie, y recorr¨ª la casa acariciando la c¨®moda, la mesa del sal¨®n, las sillas recientemente tapizadas, todo aquello en lo que se resum¨ªa la sustancia familiar y que, misteriosamente, ya no era m¨ªo. Encend¨ª la tele, busqu¨¦ un canal de noticias y me asust¨¦ un poco al comprender que los telediarios no me concern¨ªan, ni yo a ellos. Ya sabe, los millones de B¨¢rcenas, la amnist¨ªa fiscal, el ¨¢tico marbell¨ª de Ignacio Gonz¨¢lez, las mentiras de Cospedal¡, todo se hab¨ªa quedado al otro lado, cuando la cuchilla, en medio del pasillo, dividi¨® mi existencia y me alej¨® de m¨ª mismo. Pens¨¦ que la ventaja de disponer de media vida era que solo necesitar¨ªa emplear la mitad de las energ¨ªas de un suicida normal. Decida usted si deber¨ªa culparse a alguien de mi muerte.
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