Entramos en el abismo nuclear de Pr¨ªpiat
El accidente de la central nuclear de Chern¨®bil en 1986 forz¨® una evacuaci¨®n apresurada. Dej¨® un paisaje apocal¨ªptico en el que nadie podr¨¢ vivir en 24.000 a?os. Entramos en la zona de exclusi¨®n, donde la amenaza de la radiaci¨®n se percibe a cada paso. El documental ¡®La ciudad del fin del mundo¡¯ se emite esta noche en Canal+.
?Grrr, grrr, grrr¡! El desagradable sonido del dos¨ªmetro que mide la radiaci¨®n a nuestro alrededor no deja de gemir. Ese lamento es lo ¨²nico que se escucha en la antigua avenida Lenin de Pr¨ªpiat, la llamada ciudad fantasma, la zona cero del accidente de la central nuclear de Chern¨®bil. Si el medidor no pasa de 40 microrroentgen a la hora, estamos seguros. Si supera los 120, entramos en el umbral del peligro y hay que irse inmediatamente. ?Grrr, grrr, grrr! Al acercarnos al parque de atracciones de la ciudad, a su famosa noria abandonada, el contador se acelera. Seg¨²n nuestro gu¨ªa, un experto de la agencia estatal que controla la llamada zona de exclusi¨®n, es el lugar mas infectado de Pr¨ªpiat.
¨CYuri, ?cu¨¢nto marca?
¨C4.100 microrroentgen/hora.
¨C?Has dicho que no deber¨ªamos exponernos a m¨¢s de 120?
¨CS¨ª. Ahora mismo estamos recibiendo una radiaci¨®n incompatible con la vida. Hay que irse a toda hostia¡
Pr¨ªpiat nunca volver¨¢ a ser habitada. Esta ciudad de 50.000 habitantes fue evacuada a las 36 horas del accidente m¨¢s grave que ha sufrido una central nuclear y se qued¨® desde entonces ensimismada y vac¨ªa para siempre. Muerta en plena adolescencia. Porque Pr¨ªpiat hab¨ªa sido levantada en 1970 para acoger a los trabajadores de la central y sus familias y fue abandonada en 1986, 16 a?os despu¨¦s. Pas¨® de ser el orgullo del desarrollismo sovi¨¦tico, el ejemplo de la felicidad en el para¨ªso proletario, una ciudad con una media de 26 a?os por habitante y con casi mil nacimientos anuales, a convertirse en un escenario posapocal¨ªptico. Enormes bloques de apartamentos grises miran al visitante solitario a trav¨¦s de sus ventanas vac¨ªas, como si centenares de ojos te vigilaran. Los ¨¢rboles de las aceras han crecido a su antojo, algunos meti¨¦ndose dentro de las tiendas y oficinas a pie de calle, otros entrelaz¨¢ndose entre s¨ª, como si se abrazaran. La ciudad ha sido invadida por todo tipo de animales que pastan libremente en sus parques. Pr¨ªpiat es ahora un mundo azulado y macilento que permanecer¨¢ para siempre en el invierno nuclear. Un mundo de ceniza y polvo radiactivo.
Los polic¨ªas regresaban del lugar del accidente con las piernas despellejadas hasta las rodillas¡±
¡°Recuerdo que mand¨¦ en moto a algunos polic¨ªas hasta el lugar del accidente. Cuando volvieron, ten¨ªan despellejadas las piernas hasta la altura de las rodillas. ?Por qu¨¦? Porque el vapor at¨®mico lanzado al aire por la explosi¨®n era muy pesado y se deposit¨® cerca del suelo. La central parec¨ªa estar rodeada de una niebla baja. Dos mujeres polic¨ªas de mi departamento murieron a las pocas horas por la radiaci¨®n recibida¡±, cuenta el coronel jubilado Aleksej Timoteevich. Este hombre corpulento, de 55 a?os, que era entonces teniente de polic¨ªa, organiz¨® el primer per¨ªmetro de seguridad alrededor de la central. Aleksej nos acompa?a en nuestro recorrido por la que fue su ciudad y nos invita a entrar a su antiguo apartamento. En su rostro se dibuja la nostalgia. Se acuerda del papel pintado del sal¨®n, ¡°a mi mujer le parec¨ªa horroroso y lo ¨ªbamos a cambiar¡±; de sus vecinos, ¡°el de arriba era un h¨¦roe de la Uni¨®n Sovi¨¦tica condecorado por su lucha contra los nazis¡±; de los zapatitos de su hija Marina, que entonces ten¨ªa cuatro a?os, o de sus apuntes de cuando estudiaba en la Academia de Polic¨ªa. Todo se qued¨® all¨ª porque todo est¨¢ contaminado, todo es radiactivo. ¡°Se nos dijo a la poblaci¨®n a trav¨¦s de la radio y la televisi¨®n que estar¨ªamos fuera solo tres d¨ªas. La gente sal¨ªa de casa con cuatro cosas. El carn¨¦ de identidad, un poco de dinero, un poco de comida y de ropa. Muchas mascotas murieron, perros, gatos, p¨¢jaros, porque casi todas se quedaron atadas o enjauladas y los due?os nunca regresamos¡±.
LOS M?DICOS MINTIERON
Vista desde arriba, desde la azotea de uno de sus edificios m¨¢s altos, la ciudad tiene algo de esas m¨ªticas civilizaciones semienterradas en las selvas de Centroam¨¦rica. Escondidas entre la maleza. Pero aqu¨ª no hay profec¨ªas, ni augurios, ni conjeturas que valgan. No hay ning¨²n secreto que revelar. Nada que no est¨¦ ya contado o demostrado, salvo el n¨²mero real de muertos. No hay cifras oficiales ¡°porque los m¨¦dicos ten¨ªan ordenes de Mosc¨² de no vincular las muertes de gente de Chern¨®bil con la explosi¨®n y deb¨ªan falsear los partes de fallecimiento escribiendo otras causas¡±, recuerda Evge?niv Dmetrievich, antiguo ingeniero de la central nuclear de Chern¨®bil. Evgeniv asegura que durante las semanas que estuvieron ingresados en Mosc¨² no hubo ni un solo muerto entre sus compa?eros que fuera adjudicado a la radiaci¨®n. La Uni¨®n Sovi¨¦tica tard¨® varios d¨ªas en anunciar al mundo que se hab¨ªa producido el accidente, y durante a?os, al menos hasta su desmoronamiento en 1990, trat¨® de ocultar el verdadero alcance del desastre. En un mundo bipolar, una de las dos superpotencias no pod¨ªa admitir la verg¨¹enza de reconocer un fallo de esa magnitud. ¡°S¨ª, es cierto¡±, admite Igor Kyrylchuk, activista de Greenpeace, ¡°los m¨¦dicos ten¨ªan prohibido escribir en sus diagn¨®sticos cualquier v¨ªnculo con la radiaci¨®n. Nosotros creemos que al menos 12 regiones de Ucrania siguen contaminadas y que se siguen detectando alt¨ªsimas tasas de c¨¢ncer de est¨®mago en adultos y de tiroides en ni?os¡¡±.
Cada informe proporciona sus cifras, y en lo ¨²nico en lo que est¨¢n de acuerdo es en trabajar en base a estimaciones y no a datos fiables. El primer informe oficial de la ONU, realizado en el a?o 2000 por su Comit¨¦ Cient¨ªfico sobre los Efectos de la Radiaci¨®n Nuclear, encontr¨® solo 30 muertos por el accidente: los polic¨ªas, bomberos, operarios e ingenieros que fallecieron directamente por la explosi¨®n. El segundo informe ONU, hecho cinco a?os despu¨¦s por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud y la Agencia Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica, situ¨® la cifra de muertes en 4.000, todos fallecidos por c¨¢ncer, y estim¨® que otros 5.000 morir¨ªan a?os despu¨¦s. Es decir, las propias Naciones Unidas avalaron sendos informes con cinco a?os y 9.000 muertos de diferencia. Otros estudios, del Partido Verde alem¨¢n o de organizaciones ecologistas como Greenpeace o de la Asociaci¨®n Internacional de M¨¦dicos para la Prevenci¨®n de la Guerra Nuclear, elevan las cifras a casi 100.000 muertos por c¨¢ncer repartidos por Ucrania, Rusia, Bielorrusia e incluso Polonia o Ruman¨ªa.
Los ¡®liquidadores¡¯ trabajaban cinco minutos al d¨ªa. A cambio, se libraban de dos a?os de servicio en Afganist¨¢n
Tampoco hay acuerdo en el n¨²mero de trabajadores que participaron, de la manera voluntaria en la que se hac¨ªan las cosas en aquella Uni¨®n Sovi¨¦tica, en las tareas de sellado del reactor n¨²mero cuatro. Se calcu?la que fueron m¨¢s de medio mill¨®n y se les conoce como liquidadores. El Gobierno les dio las gracias y les entreg¨® una medalla que representaba una gota de sangre atravesada por rayos alfa, beta y gamma. En la actual Ucrania son considerados h¨¦roes, los que con su sacrificio y esfuerzo salvaron al mundo del desastre nuclear. Vinieron de todos los confines de la URSS, y muchos de ellos apenas trabajaban unos d¨ªas y eran repuestos por otros liquidadores. El nivel de radiaci¨®n al que eran sometidos era tan alto que, por ejemplo, los que desescombraron el techo del reactor, casi todos soldados, trabajaban en turnos de cinco minutos. Sub¨ªan corriendo, tiraban todos los cascotes, hierros, piezas met¨¢licas, tubos, todo lo que encontraran, hacia el interior del reactor, y se largaban. Solo cinco minutos al d¨ªa. Muchos lo hac¨ªan convencidos de la promesa de ahorrarse dos a?os de destino en la guerra de Afganist¨¢n. Cinco minutos por dos a?os. No parec¨ªa mal negocio. La mayor parte de los liquidadores del tejado falleci¨®.
NOS MORIMOS POCO A POCO
¡°Los primeros d¨ªas me acuerdo que todo el mundo vomitaba. Nadie entend¨ªa nada. Nadie nos dec¨ªa nada. Luch¨¢bamos contra un enemigo invisible. Yo conduc¨ªa una excavadora y ten¨ªa que enterrar restos contaminados a solo cien metros del reac?tor. A los cinco d¨ªas me sacaron de all¨ª y fui de los que m¨¢s tiempo trabaj¨®¡±. Yakov Asimov tiene ahora 76 a?os, pero se acuerda perfectamente de cuando su capataz en las obras del metro de Kiev le dijo que la naci¨®n les necesitaba y que iban a ser movilizados a Chern¨®bil. No se considera un h¨¦roe. Casi ning¨²n liquidador lo piensa, aunque todos est¨¢n orgullosos de lo que hicieron, y todos, como Yakov, quieren que les entierren con su medalla.
¡°Aqu¨ª mismo, en Slavutich, la ciudad donde nos realojaron a los evacuados de Pr¨ªpiat, mueren al a?o entre 30 y 35 personas de las que participaron en la liquidaci¨®n. Obviamente, todos estamos en ese grupo de riesgo¡±, confiesa Valentin Vasylevych, antiguo ingeniero jefe de producci¨®n t¨¦cnica en Chern¨®bil. El Gobierno de Ucrania ha reconocido a dos millones y medio de personas el estatus de afectado por el accidente de Chern¨®bil, y seg¨²n sus cifras, la primera oleada de liquidadores, los que trabajaron las primeras semanas del desastre, mueren lentamente. Son personas que ahora est¨¢n entre 45 y 65 a?os. Valentin cuenta, sonriendo, que cuando acude a hacerse chequeos m¨¦dicos rutinarios, los doctores le suelen mirar con curiosidad, ¡°como si fuera el ¨²ltimo mohicano¡±.
Hay muchos historiadores que han relacionado el desastre de Chern¨®bil con el desmoronamiento de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. La aparici¨®n en televisi¨®n de un atribulado Mija¨ªl Gorbachov fue la primera se?al de lo que despu¨¦s se conocer¨ªa como Glasnost, la apertura informativa. Las consecuencias econ¨®micas del accidente fueron terribles para las devastadas arcas sovi¨¦ticas. Hubo que cerrar la zona, abandonar los campos, vaciar las f¨¢bricas, evacuar a 120.000 personas, cerrar la mayor central nuclear del pa¨ªs, construir nuevas viviendas para los habitantes de Pr¨ªpiat, pagar indemnizaciones. ¡°S¨ª, el accidente tuvo muchas consecuencias econ¨®micas, pero la mayor de todas fue la p¨¦rdida de confianza del pueblo con el Gobierno de la URSS. Con el Estado protector. Se nos hab¨ªa dicho que un accidente era impensable. La explosi¨®n provoc¨® el mayor ¨¦xodo interno desde la II Guerra Mundial, y sin dar ninguna explicaci¨®n¡±, recuerda Yuri Tatarchuk, portavoz de la agencia que controla la zona de exclusi¨®n.
Yuri es historiador y lleva 15 a?os trabajando en la zona de exclusi¨®n, lo cual, le decimos entre bromas, nos tranquiliza. Si ¨¦l est¨¢ bien significa que tenemos alguna posibilidad de salir indemnes de este paseo nuclear. ?l es uno de los 4.000 obreros que trabajan, en turnos de 15 d¨ªas seguidos, en esta ¨¢rea restringida. La mayor parte son operarios que est¨¢n desmantelando la central nuclear, pero tambi¨¦n hay cient¨ªficos y especialistas que miden la radiaci¨®n en todos los rincones en un radio de 30 kil¨®metros. La precipitaci¨®n radiactiva no se distribuy¨® de manera uniforme. Los vientos y las lluvias movieron los is¨®topos de un lado a otro y muchos acabaron en los acu¨ªferos, dren¨¢ndose hasta el r¨ªo Pr¨ªpiat. Gran parte del combustible nuclear que se extrajo del reactor durante los primeros d¨ªas fue enterrado en fosas improvisadas por toda la zona de exclusi¨®n. Se han encontrado e inventariado unos 400 pozos radiactivos que est¨¢n siendo vaciados, pero todav¨ªa quedan por hallar otros 500 que siguen filtrando radiactividad al subsuelo.
LAS M?SCARAS DE GAS
Eso explica que, por ejemplo, en Pr¨ªpiat, en la ciudad fantasma, pases en apenas dos metros de estar seguro a estar muerto. De medir una radiaci¨®n soportable a que el dos¨ªmetro se vuelva loco. De estar a 12 microrroentgen, normal, a subir a 4.100, mortal. ¡°Los que trabajamos aqu¨ª tenemos que seguir una serie de normas de seguridad como, por ejemplo, no comer setas locales, no pescar en el r¨ªo ni cazar, no hacer deporte en el exterior y, sobre todo, no quedarnos en los lugares que sabemos que no son seguros¡±, cuenta Yuri mientras damos un paseo. Pr¨ªpiat es una idea fantasmag¨®rica de lo que queda tras un accidente nuclear o de c¨®mo ser¨ªa el mundo para los que sobrevivieran a una guerra at¨®mica.
La ciudad entera est¨¢ llena de iconograf¨ªa sovi¨¦tica y de restos del viejo esplendor bolchevique, porque todo se qued¨® igual que estaba en 1986. Aqu¨ª viv¨ªan 50.000 personas, pero se puede ir andando a casi todos los sitios. Y en nuestro paseo vemos algunas cosas que no concuerdan. Como el reloj central de la plaza, sospechosamente parado a la 1.24, la hora de la explosi¨®n del reactor nuclear. No hubo onda expansiva, as¨ª que el mecanismo de los relojes no pudo pararse por efecto de la explosi¨®n. A Pr¨ªpiat la muerte lleg¨® lenta, de noche, por el aire, en forma de invisibles part¨ªculas radiactivas. Si el reloj se detuvo fue m¨¢s tarde y por falta de mantenimiento, y luego alguien decidi¨® poner sus agujas a esa hora. Porque queda bonito, o porque da m¨¢s miedo. Las mismas preguntas le hago a Yuri y al coronel Aleksej sobre las famosas m¨¢scaras de gas de la escuela n¨²mero tres. Las que todo el mundo fotograf¨ªa y a las que se conoce como ¡°morros de cerdo¡±. No dio tiempo a utilizarlas porque los cr¨ªos fueron evacuados enseguida, as¨ª que quiz¨¢ fueron colocadas por alg¨²n fot¨®grafo sin escr¨²pulos que buscaba una imagen ic¨®nica de Chern¨®bil. ¡°Probablemente fueron ladrones que quer¨ªan el cobre de los filtros de gas. Eran los tiempos de la guerra fr¨ªa. Todas las escuelas ten¨ªan almacenes con m¨¢scaras¡±, me aclara el coronel.
La mayor consecuencia del accidente fue la p¨¦rdida de confianza con la URSS"
El accidente de Chern¨®bil no fue t¨¦cnicamente una explosi¨®n nuclear, sino una explosi¨®n del vapor acumulado dentro del n¨²cleo por una sucesi¨®n de negligencias y fallos de dise?o. Cuando el reactor revent¨®, qued¨® expuesto al aire y de su interior escap¨®, se calcula, el 3,5% del material radiactivo. Es decir, que todav¨ªa queda dentro casi el 95% del combustible nuclear, lo que da una idea de la magnitud del desastre producido y del desastre evitado. Los is¨®topos de yodo 131, los que se alojan en la gl¨¢ndula tiroides, el que provoc¨® tantos c¨¢nceres, comenzaron a evaporarse a los ocho d¨ªas del accidente. Dentro de unos cinco a?os se disipar¨¢n los de estroncio 90 y cesio 137, tremendamente contaminantes y que est¨¢n por todo Pr¨ªpiat. Pero el plutonio 239, la principal amenaza que escap¨® del reactor n¨²mero cuatro, ese no se ir¨¢ hasta dentro de 24.000 a?os. ?Imag¨ªnense d¨®nde estaba la humanidad hace todo ese tiempo!
?QU? HAY EN EL REACTOR?
¡°En Chern¨®bil todo es radiactivo. Todos los equipos, todos los edificios, todas las m¨¢quinas, todo lo que tienes a tu alrededor, todo, est¨¢ contaminado? Y no solo hablo de radiaci¨®n superficial, estoy hablando de la radiaci¨®n permanente provocada por el accidente¡±. Valery Seyda es el director general adjunto de la central at¨®mica de Chern¨®bil y el hombre encargado de desmantelarla. Nos recibe en la gigantesca sala de turbinas del reactor n¨²mero dos. La central est¨¢ parada desde el a?o 2000. Pero eso, en terminolog¨ªa nuclear, significa que hay que mantener la refrigeraci¨®n de los reactores, extraer su combustible, almacenarlo de manera segura, proceder a descontaminar y, despu¨¦s, a desmontar. El apag¨®n completo ser¨¢ en 2022, la radiaci¨®n que impregna todos los rincones no bajar¨¢ hasta 2045 y su desmantelamiento completo se ha fijado, m¨¢s o menos, en 2065. Dentro de 50 a?os. ¡°S¨ª, yo entonces tendr¨¦ 100 a?os¡±, r¨ªe el subdirector de Chern¨®bil. Valery defiende la industria nuclear porque, insiste, es mucho m¨¢s segura que otras. Le hago notar que estamos a 100 metros del reactor que explot¨® y que a punto estuvo de devastar media Europa, y dice que tengo raz¨®n y que sabe que su opini¨®n es dif¨ªcil de entender, pero que solo hay accidentes nucleares cada 30 a?os y que adem¨¢s, despu¨¦s, siempre se aplican nuevos protocolos de seguridad.
La gran pregunta es saber qu¨¦ hay dentro del n¨²cleo que explot¨®. Qu¨¦ queda all¨ª. Qu¨¦ es tan peligroso que ha habido que enterrarlo y sellarlo porque es ingobernable. Valery cuenta que, despu¨¦s de la explosi¨®n, el combustible del reactor se fundi¨® con el metal, el cromo, el cableado, el cemento, el boro, todo lo que all¨ª hab¨ªa y todo lo que se ech¨® encima para taparlo, creando un magma que sigue activo: ¡°Es un nuevo material, es algo nuevo, desde el momento en que se fundi¨® se convirti¨® en algo diferente. Mut¨®¡¡±.
A esa masa incandescente, ese corium como le llaman algunos cient¨ªficos, ese elemento nuevo que sigue ah¨ª dentro del reactor, latente, le llaman la materia de los seis extremos: extremadamente potente, extremadamente caliente, extremadamente densa, extremadamente corrosiva, extremadamente t¨®xica y extremadamente radiactiva. Valery reconoce que, aunque llevan 26 a?os estudi¨¢ndolo, midiendo su temperatura, la humedad, la densidad, su concentraci¨®n de gases, el nivel de rayos gamma y beta, no tienen ni idea de c¨®mo evolucionar¨¢. Es como un monstruo incub¨¢ndose dentro de un enorme sarc¨®fago de cemento construido a marchas forzadas por todos aquellos liquidadores. El sellado del ata¨²d de hormig¨®n se est¨¢ resquebrajando, as¨ª que se est¨¢ construyendo uno nuevo, mucho m¨¢s grande, y que pretende enterrar el magma nuclear durante otros 100 a?os. ¡°Realmente estamos postergando la decisi¨®n de qu¨¦ se hace con el reactor n¨²mero cuatro, aplazando la soluci¨®n hasta que se desarrolle un nueva t¨¦cnica, una nueva f¨®rmula para tratar ese magma nuclear, alg¨²n tipo de contenedor, no s¨¦, algo¡±. Y lo dice el director general adjunto de la central nuclear de Chern¨®bil, el hombre encargado de desmantelar la instalaci¨®n, el responsable de que eso que sigue ah¨ª dentro siga ah¨ª dentro. Asusta¡
El documental ¡®La ciudad del fin del mundo¡¯ se emite en Canal+ el 23 de enero.
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