Libia no es responsable de Mal¨ª
El conflicto maliano es probablemente la ¨²ltima bomba retardada gadafista
El tono lo han marcado los Le Pen. Pero, como suele suceder, todo un sector de la clase pol¨ªtica, comentaristas m¨¢s o menos autorizados, falsos expertos y estrategas de sal¨®n han seguido su ejemplo. Seg¨²n ellos, Mal¨ª es consecuencia de Libia. Al poner fin a la dictadura de Gadafi, habr¨ªamos abierto la caja de Pandora en ?frica.
De modo que Sarkozy, Hillary Clinton, Cameron y algunos m¨¢s ser¨ªan directa o indirectamente responsables del auge del islamismo en el Sahel, del derrumbamiento de los Estados fallidos de la subregi¨®n y de las decenas de v¨ªctimas de la matanza de la central gas¨ªstica de In Amenas, Argelia; por si esto fuera poco, cuando llegue la hora de clamar contra el estancamiento de la guerra en Mal¨ª, tambi¨¦n ser¨¢n ellos los imputados.
Normalmente, un argumento como este deber¨ªa ser ignorado. Pero como los ¨¢nimos est¨¢n caldeados es hora de poner los puntos sobre las ¨ªes.
1. Que yo sepa, AQMI (Al Qaeda del Magreb Isl¨¢mico) no naci¨® durante la guerra libia. Apareci¨® hace seis a?os como derivaci¨®n del Grupo Salafista para la Predicaci¨®n y el Combate, que, por su parte, era una escisi¨®n del GIA argelino. Desde entonces, AQMI ha reivindicado muchos atentados suicidas, tomas de rehenes tan lucrativas como b¨¢rbaras y ataques a aeropuertos y embajadas. El mismo Mokhtar Belmokhtar, gran organizador de la operaci¨®n de In Amenas y ciudadano argelino como muchos de sus lugartenientes, es un veterano del terrorismo y no tiene absolutamente nada que ver con Libia.
2. Contrariamente a lo que ¨¦l intent¨® hacernos creer durante las ¨²ltimas semanas de su esperp¨¦ntico reinado, Gadafi nunca fue un baluarte contra el islamismo. El islamismo era un pretexto. Gadafi se serv¨ªa de ¨¦l. Dando una de cal y otra de arena, alternando ba?os de sangre con liberaciones espectaculares sobre un fondo de perd¨®n sobreactuado, lanzaba a los yihadistas al mercado del terror igual que ciertos bancos venden sus stocks de tal o cual divisa por encima de su valor para hacerla caer. Lo mismo hicieron los El Assad en Siria y los aprendices de brujo del Estado policial argelino. La maniobra consist¨ªa en presentar el islamismo como ¨²nica alternativa al r¨¦gimen, mientras este ¨²ltimo sofocaba toda veleidad de oposici¨®n normal.
3. La joven democracia libia, lejos de haber reforzado el islamismo, lo ha debilitado. Es cierto que le est¨¢ costando dotarse de una polic¨ªa y un ej¨¦rcito dignos de tal nombre y que a¨²n no ha conseguido desarmar a todas las milicias. Pero no es menos cierto que, en julio de 2012, las primeras elecciones libres que conoc¨ªa el pa¨ªs en 42 a?os se saldaron con una rotunda derrota de los islamistas. Y no menos cierto tampoco que las mencionadas elecciones catapultaron al poder a Ali Zeidan, un hombre cuya vida es un verdadero alegato a favor de los derechos humanos y el acercamiento a Occidente, y en contra del fanatismo. Yo conozco a Zeidan. En esa regi¨®n del mundo, el islamismo radical tiene pocos adversarios tan resueltos como ¨¦l, y esto es un hecho.
4. Que a¨²n quedan en el pa¨ªs islamistas que esperan la hora de su venganza es algo que est¨¢ claro. Pero tambi¨¦n en este caso hay que ser preciso. Y ser preciso es tomar buena nota de otros dos hechos. Cuando algunos de esos islamistas asesinaron a Christopher Stevens en Bengasi, decenas de miles de ciudadanas y ciudadanos bajaron a la calle para reclamar justicia y para expresar su duelo por el ¡°hermano embajador¡±. Y, por otro lado, como ninguna situaci¨®n se parece a las dem¨¢s, resulta que la mayor parte de los islamistas libios tienen la particularidad de haber sido siempre islamistas ¡°nacionales¡±, centrados en la yihad local y poco propensos a la yihad mundial y su ¡°gran juego¡±. ?Que la diferencia no es muy grande? Por supuesto que no. Pero, respecto a Mal¨ª, lo cambia todo. Y los que se obstinan en seguir una hipot¨¦tica ¡°pista libia¡± para explicar el absceso saheliano de la nueva Al Qaeda simplemente van desencaminados.
5. Por ¨²ltimo, en cuanto a las armas, en cuanto a los AK-104 y los cohetes F5 que alguien pretende haber visto, en cuanto a los chalecos antibala ¡°amarillos con manchas marrones¡± que, seg¨²n una fuente, ¡°se parecen¡± a los que ¡°Francia y Catar entregaron¡± a los combatientes de Misrata, por el momento, solo son rumores. Y, frente a estos rumores, una evidencia m¨¢s ¡ªo, mejor dicho, dos¡ª. Son los mercenarios de Gadafi, no los chebabs de Misrata, quienes est¨¢n sirviendo como tropas de refuerzo a los jefes argelinos, mauritanos y malianos de AQMI. Y las armas con las que se enfrentan a los soldados franceses de la Operaci¨®n Serval no vienen tanto de los parcos stocks que los segundos enterraron en sus jardines como de los gigantescos arsenales oficiales que los primeros saquearon antes de retirarse y de volver a cruzar la frontera hacia Gao y Tombuct¨². Simplificaci¨®n por simplificaci¨®n: mir¨¢ndolo bien, ?no ser¨ªa m¨¢s exacto ver en el conflicto maliano la ¨²ltima bomba retardada gadafista que el primer efecto perverso de la liberaci¨®n de Libia?
Pero, ya se sabe: no hay peor sordo que el que no quiere o¨ªr. A muchos ¡°amigos de ?frica¡± les ven¨ªa muy bien la idea de una tierra inm¨®vil, anclada a sus ritmos ancestrales, casi al margen de la historia.
Sin embargo, ?frica se mueve. Y lo hace para lo mejor y, desgraciadamente, tambi¨¦n para lo peor. Y, como siempre que algo no se comprende, el viejo arsenal de simplezas y causalidades diab¨®licas sale de nuevo a relucir. Total, Libia tiene buenas espaldas...
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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