Malos socios europeos
Rumania resquebraja la democracia continental, pero Londres no puede tomar acciones ilegales e hip¨®critas
Rumania no es un buen socio de la Uni¨®n Europea (UE). La Comisi¨®n acaba de urgir a Bucarest a que aplique las reformas a las que se comprometi¨®, especialmente para garantizar la independencia de los jueces. Estos se ven acosados y amenazados cuando combaten la corrupci¨®n de ministros y otros pol¨ªticos. La corrupci¨®n es una lacra generalizada. No afecta s¨®lo a los nuevos socios. Tampoco solo a los mediterr¨¢neos. Hasta el presidente de Alemania y alg¨²n banquero de post¨ªn del mismo pa¨ªs tuvo que dimitir por ese estigma. La diferencia es que la mayor¨ªa de los sistemas judiciales restauran sin drama el imperio de la ley. Si Bucarest no lo logra en plazo corto, habr¨¢ que considerar el inicio del procedimiento sancionador ¡ªde entrada, retirada del voto en las instituciones comunitarias¡ª. Y habr¨¢ que tomar a Rumania como paradigma de lo que conviene evitar: la adhesi¨®n de nuevos miembros hasta que cumplan todos los requisitos de calidad democr¨¢tica.
Pero no hay que mezclar esa necesidad con la impostura del Gobierno brit¨¢nico, que pretende evitar torticeramente una nueva oleada inmigratoria de rumanos. El intento de Londres es tramposo por cuanto pretende imponer medidas unilaterales a los ciudadanos de un Estado que es su socio y por la puerta de atr¨¢s, limitando sus derechos sociales o las ayudas p¨²blicas a las que tienen derecho. En el mejor de los casos, esa estrategia constituye fraude de ley; en el peor, conducta directamente ilegal, sobre la que la Comisi¨®n Europea debe lanzar la oportuna alerta. Es, adem¨¢s, un planteamiento hip¨®crita. El Reino Unido ha sido el m¨¢s firme valedor de ampliar la UE a cualquier precio, sin reparar en el cumplimiento de los duros criterios de Copenhague que rigen para las nuevas adehsiones. Buscaba con ello diluir la Uni¨®n en una mera zona de libre mercado. Ir ahora contra sus propios actos resulta propio de un socio indecente.
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