El mal olor
El gobierno de Espa?a no entiende nada, es costumbre que los poderosos confundan confianza con servilismo
Una gran cualidad de la democracia es que los ciudadanos pueden proceder a un despido anticipado de los gobernantes que huelan demasiado mal. Tirarlos por la borda, por decirlo de una manera sutil. En Islandia lo hicieron, con pol¨ªticos y banqueros que salieron ranas, y ahora les va de perlas con una primera ministra roja, lesbiana y republicana, y con un nuevo proceso constituyente para preservar de estafas y rapi?as el laborioso pa¨ªs. El pueblo espa?ol fue muy generoso con los actuales gobernantes, otorg¨¢ndoles en las urnas un poder absolut¨ªsimo. Un plus excepcional de confianza, no por los m¨¦ritos o carisma del vencedor, sino por dotarlo, como en los cuentos infantiles, de una vara m¨¢gica en tiempo de emergencia. Manos libres para hacer y deshacer. El Gobierno no entendi¨® nada. Es costumbre en Espa?a que los poderosos confundan confianza con servilismo. No les gusta la tropa. Las ¨¦lites suelen ser maleducadas. Habituadas al imperio de su voz. Con el ego em-palma-do. La confianza se malgast¨® en una sola direcci¨®n: deshacer, y con muy mal estilo. Llevamos un a?o en que no surgi¨® ni una sola proposici¨®n constructiva, de crecimiento. La pol¨ªtica de empleo se plante¨® al rev¨¦s, primero despidan y despu¨¦s averig¨¹en, en lugar de abrir f¨®rmulas de reparto de trabajo. Se aprovech¨® la crisis para una contrarreforma integrista, se arruin¨® en meses la credibilidad de RTVE con propaganda estupefaciente. Se asfixi¨® el h¨¢bitat de la cultura, de la investigaci¨®n. La generosidad se transform¨® en paciencia. La paciencia en resignaci¨®n. Hasta que hemos llegado al estupor. La sensaci¨®n de vivir empantanados en esa posdictadura que es la corrupci¨®n sist¨¦mica. Cuenta Plutarco que Hier¨®n, mandam¨¢s de Siracusa, oy¨® que lo criticaban por el mal olor de boca. Fue a casa y reproch¨® a su mujer no haberle alertado. Y ella respondi¨®: ¡°Yo cre¨ªa que todos los hombres ol¨ªan as¨ª¡±. M¨¢s pronto que tarde, habr¨¢ que cambiar de bocas. Por lo menos.
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