Necesitamos acuerdos nacionales
Hay que acercar posturas entre quien gobierna y quien puede gobernar
Han proliferado en los ¨²ltimos a?os libros de solvencia acreditada que combaten el lugar com¨²n, el mito que perfila a Espa?a como un pa¨ªs con una historia diferente, poco can¨®nica seg¨²n Castro, a la de las naciones de nuestro entorno. Comparto el rechazo hacia los que se regodean en nuestras peculiaridades hasta el punto de justificar en nuestro pasado las causas del atraso en materia econ¨®mica, nuestro pesimismo o nuestra vocaci¨®n aislacionista. Estas dos ¨²ltimas, el pesimismo y una tendencia al ensimismamiento, cuentan hoy en d¨ªa con firmes y numerosos partidarios, aunque en la actualidad se vistan con otro lenguaje o no nos parezcan del pasado justamente por desconocer nuestra propia historia, caracter¨ªstica que me recuerda a Octavio Paz, cuando dec¨ªa sobre M¨¦xico: ¡°Una sociedad se define no solo por su actitud ante el futuro, sino frente al pasado¡ Aunque los mexicanos estamos preocupados ¡ªmejor dicho: obsesionados¡ª por nuestro pasado... Vivimos entre el mito y la negaci¨®n, deificamos ciertos periodos, olvidamos otros¡±.
Acerc¨¢ndome a quienes realizan tan loable esfuerzo, no estamos abocados al fracaso o al desastre. Creo, sin embargo, que s¨ª podemos hablar de desemejanzas entre nuestra historia y la de los pa¨ªses de nuestro entorno; as¨ª, por ejemplo, hemos dado soluci¨®n a finales del siglo pasado a retos, algunos cuestionados en estos momentos, que nuestro entorno hab¨ªa solucionado a principios de siglo pasado, cuando no a finales del XIX.
Una de las peculiaridades de nuestro pasado es la profunda y antigua divisi¨®n de la sociedad espa?ola. Ya Am¨¦rico Castro, que cuenta con mi simpat¨ªa aunque me incline hac¨ªa Albornoz en la pol¨¦mica que mantuvieron en su momento, dec¨ªa: ¡°Una vez resquebrajada la voluntad colectiva en aquel siglo [se refiere al siglo XVII] nunca m¨¢s volvi¨® a restablecerse; en adelante unos querr¨¢n unas cosas y otros las opuestas¡±. La discusi¨®n puede versar sobre el momento, pero la agobiante secuencia de pronunciamientos, Constituciones, guerras civiles ¡ªla ¨²ltima, la del 36, fue sin duda la m¨¢s dram¨¢tica que nadie pudo pensar¡ª, de duras reacciones ante los intentos de modernizaci¨®n de la sociedad espa?ola, nos muestran tanto la profunda e hist¨®rica divisi¨®n de los espa?oles como un ensimismamiento nihilista. Nos hemos movido entre la salvaci¨®n de la humanidad y ¡ªnunca nos han gustado los empe?os sin grandeza a unos y a otros¡ª las esencias de una Espa?a que a no pocos les parece tan inalterable como inmortal; por ejemplo, en Francia, con una historia tambi¨¦n muy accidentada, en los periodos claves de la ¨¦poca moderna una de las fracciones siempre tuvo fuerza suficiente para imponerse. M¨¢s recientemente, Tony Judt hace menci¨®n a las profundas divisiones del pa¨ªs galo durante el periodo de entreguerras, pero al final el enfrentamiento no fue entre ellos, sino con sus vecinos alemanes.
Los consensos b¨¢sicos en otros pa¨ªses europeos son m¨¢s s¨®lidos, sus seguridades est¨¢n m¨¢s consolidadas
Ciertamente, el periodo iniciado con la Constituci¨®n del 78 pareci¨® acabar con esta perturbadora divisi¨®n. El recuerdo de la guerra y los 40 a?os de inclemente dictadura indujo a los protagonistas de la Transici¨®n a encontrar puntos de concordia, de m¨ªnimo acuerdo para convivir, ?nunca hab¨ªamos llegado a tal grado de empat¨ªa!; pero como la sociedad espa?ola es de fr¨¢gil memoria, decidi¨® otorgar la mayor¨ªa absoluta al PSOE, dando as¨ª muestra de que hab¨ªamos olvidado el peligro de divisi¨®n. Felipe Gonz¨¢lez, preocupado por esta querencia, intent¨® una pol¨ªtica sin grandes perfiles partidarios, y posteriormente la oposici¨®n del PP, m¨¢s que su primera legislatura, pareci¨® confirmar que el peligro de quiebra de la convivencia hab¨ªa quedado definitivamente en el pasado.
Durante todo este periodo, agravado en los mandatos de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero por su pol¨ªtica de pactos con todos menos con el primer partido de la oposici¨®n, algunos hemos venido reivindicando la necesidad de grandes acuerdos entre los dos grandes partidos nacionales sobre cuestiones que son imprescindibles para vivir en paz y libertad, acuerdos que asegurar¨ªan largos periodos de progreso, tal vez demasiado lentos para algunos pero mejor garantizados; sin perjudicar, claro est¨¢, la necesaria pugna entre posiciones diferentes que garantiza una robusta democracia. Pol¨ªticas de Estado necesitadas de estos grandes acuerdos han sido y son: la pol¨ªtica exterior, que en los pa¨ªses pr¨®speros trasciende a los Gobiernos; la pol¨ªtica educativa, que solo puede asegurar su ¨¦xito perdurando a trav¨¦s de las legislaturas; y la pol¨ªtica antiterrorista. En su momento, la estrategia contra ETA exigi¨® pensar y actuar conjuntamente y hoy todav¨ªa su final obliga a concertar los esfuerzos. Las reformas constitucionales o la de los Estatutos de Autonom¨ªa tambi¨¦n requieren acercar posiciones, por lo menos entre quien gobierna y quien puede gobernar.
Hoy, la crisis econ¨®mica parece imponer consensos y acuerdos, pero no debemos actuar solo por los retos m¨¢s urgentes, es imprescindible que nuestra visi¨®n rebase la dram¨¢tica situaci¨®n actual yendo al fondo de los problemas. Nos hallamos parapetados en una posici¨®n o en otra, unas bases de convivencia fr¨¢giles, unos denominadores comunes que siguen siendo quebradizos; nos seguimos haciendo preguntas sobre qu¨¦ somos o hacia d¨®nde vamos, intensificada la angustia que provocan la crisis y el debilitamiento de la legitimidad institucional, agravando esta situaci¨®n la inexistencia de s¨®lidos proyectos comunes de largo alcance. Todas estas caracter¨ªsticas nos diferencian de los integrantes del club europeo al que pertenecemos; ellos pueden tener problemas comunes con nosotros, pero sus consensos, que son producto de la decantaci¨®n de su historia ¡°can¨®nica¡±, son m¨¢s s¨®lidos, sus seguridades est¨¢n m¨¢s consolidadas, sus oscilaciones son menores, su retroceso improbable y, desde luego, menos intenso.
Por esta posici¨®n de b¨²squeda de consensos, largamente defendida por m¨ª, no puedo m¨¢s que alegrarme por la iniciativa realizada por Alfredo P¨¦rez Rubalcaba de llegar a un acuerdo entre las fuerzas pol¨ªticas para enfrentar las consecuencias de la crisis econ¨®mica, pero creo que el pacto hoy en d¨ªa debe concernir a todo el espacio p¨²blico espa?ol. El desprestigio institucional que afecta a las que deber¨ªan ser las instituciones m¨¢s respetadas, las pretensiones secesionistas del Gobierno catal¨¢n, los m¨²ltiples casos de corrupci¨®n que ensombrecen la pol¨ªtica nacional, el hermetismo de las formaciones pol¨ªticas, la aparici¨®n con ¨¦xito electoral de opciones personalistas con discursos populistas y con voluntad de situarse en la periferia del sistema, y el desbarajustado debate sobre el futuro del Estado de las autonom¨ªas, imponen el mayor reto que la sociedad espa?ola ha tenido desde la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n del 78.
La sociedad se enfrenta a su mayor reto desde la Constituci¨®n del 78
La posibilidad real de que no suceda nada, de que todo siga igual durante un periodo de tiempo m¨¢s o menos largo no debilita un ¨¢pice la realidad descrita. Puede ser el argumento de los m¨¢s conservadores, de los pusil¨¢nimes o de los que defienden su posici¨®n privilegiada sin ninguna imaginaci¨®n. Pero seg¨²n vaya pasando el tiempo sin tomar medidas adecuadas, las soluciones se tornar¨¢n m¨¢s complicadas y la sociedad se mostrar¨¢ m¨¢s inquieta e insatisfecha, deslegitimando a los responsables de tomar decisiones: instituciones y partidos pol¨ªticos.
Vuelve otra vez la sociedad espa?ola a encontrarse en una encrucijada: no hacer nada, ofrecer soluciones partidarias o buscar posiciones compartidas para salir del marasmo en el que nos encontramos. Con frecuencia en el pasado hemos oscilado entre la oposici¨®n a cambios que la realidad impon¨ªa y soluciones maximalistas de una u otra posici¨®n ideol¨®gica. El ¨¦xito de la Transici¨®n se fragu¨® al elegir una tercera opci¨®n, la del Acuerdo Amplio. Para conseguir aquellos acuerdos, que hicieron posible la experiencia democr¨¢tica m¨¢s fruct¨ªfera de nuestra historia reciente, Fraga, Carrillo, Gonz¨¢lez y Suarez supieron elevarse por encima de las siglas, de los intereses inmediatos de su grey, de sus programas m¨¢ximos, estableciendo complicidades m¨ªnimas suficientes... ?Est¨¢n en condiciones de hacer otro tanto los l¨ªderes actuales? ?Tienen br¨ªo moral e intelectual suficiente para andar ese complicado camino? En las respuestas a estas preguntas estar¨¢ nuestro incierto futuro.
Nicol¨¢s Redondo Terreros es presidente de la Fundaci¨®n para la Libertad.
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