Lo sencillo es lo m¨¢s dif¨ªcil
Frasco Kikkoman de Kenji Ekuan
A la manera de las escuelas de negocios, los estudios m¨¦dicos o los despachos de abogados -que tratan de explicar las iniciativas singulares, dif¨ªcilmente repetibles y sin precedentes unific¨¢ndolas con el sobrenombre com¨²n de casos- el dise?ador Andr¨¦ Ricard se propuso analizar algunas historias del (se supone mejor) dise?o de todos los tiempos. El resultado est¨¢ recogido en un libro muy dispar ¨Cpor la distinta importancia y diverso valor de lo analizado y de los propios an¨¢lisis- en el que Ricard act¨²a de recopilador y son los creadores los que explican su idea, la realizaci¨®n de ¨¦sta y los frutos de la misma. Como escrito, el libro Casos de dise?o (Ariel) es un caso de publicaci¨®n floja, llena de nombres pero falta de argumento.
Ricard empieza excus¨¢ndose. Cuenta en las primeras p¨¢ginas la idea y el planteamiento, esto es: la manera oscilante en la que se compuso el libro. Explica que hay muchos libros de dise?o, pero asegura que ninguno afronta la explicaci¨®n de la concepci¨®n de las piezas a la manera de los mencionados casos. ?No ser¨ªa ese pionerismo un buen argumento para esmerar la selecci¨®n y sistematizar las explicaciones?
Uno siente curiosidad ante lo que insignes proyectistas como Rafael Marquina o Giarcarlo Piretti puedan decir sobre sus grandes dise?os (la aceitera antigoteo o la silla Plia). Tambi¨¦n quiere aprender qu¨¦ hay detr¨¢s del ubicuo frasco de soja Kikkoman que Kenji Ekuan ide¨® en 1961. Aunque es indudable que, como padres de sus criaturas, esos autores carecen de distancia cr¨ªtica para estudiar sus creaciones con la frialdad de un an¨¢lisis, s¨ª son, evidentemente, las personas indicadas para explicar la gestaci¨®n del producto. Pero¡ tal vez no sean las m¨¢s apropiadas para escribirla. Me explico: como colaboradores del libro, los dise?adores carecen de responsabilidad sobre ¨¦ste ¨Csolo faltar¨ªa- y cada uno interpreta libremente lo que se le ha pedido. Es l¨®gico. Sin embargo esa suma desigual de valiosos testimonios necesitar¨ªa trabajo para convertirse en un libro ¨²til. As¨ª, me temo que es en ese punto, en la autor¨ªa colectiva, donde el libro hace aguas convertido en un barco sin capit¨¢n por mucho que Andr¨¦ Ricard figure en el puesto de mando.
Por ejemplo, de la botella de Ekuan aprendemos poco que no sepamos: que se realizaron 100 modelos de yeso. Que la botella de vidrio con forma de gota de agua tiene un tap¨®n dosificador de pl¨¢stico lo hab¨ªamos visto ya en los restaurantes chinos y japoneses, tambi¨¦n en los supermercados.
Piretti, que ha vendido desde 1969 m¨¢s de siete millones del modelo Plia, reconoce que su silla es m¨¢s hermosa que c¨®moda. Y nuestro insigne Marquina ¨Cal que Ricard en su biograf¨ªa concede el Premio Nacional de Dise?o, que merece, pero me temo que no tiene- aprovecha para denunciar el ¨²ltimo plagio de su aceitera antigoteo a manos de una de las grandes productoras de dise?o, la empresa italiana Alessi. Por otro lado, es ilustrativo lo que narra Marquina: c¨®mo el medio siglo de su aceitera le ha permitido recibir desde abucheos hasta reconocimientos.
As¨ª, aunque act¨²a de editor, Andr¨¦ Ricard se presenta como autor del libro y, por lo tanto, responsable de su selecci¨®n. Pero el escrito comienza ¨Cdec¨ªamos- con excusas, indicando que la selecci¨®n se hizo con lo que se pudo: ¡°La primera invitaci¨®n fue poco atendida. Muchos eran dise?adores de renombre y estos suelen ser poco dados a atender solicitudes at¨ªpicas, como esta. Descartan peticiones a veces sin prestar demasiada atenci¨®n a lo que se les pide¡±, escribe a modo de explicaci¨®n dej¨¢ndonos con la duda de si todos los dise?adores de renombre son poco atentos, de con qu¨¦ argumentos sostiene esa generalizaci¨®n o de si a los que ha elegido los considera, o no, profesionales de renombre (ya que s¨ª han contestado, a diferencia de los de renombre). El autor explica la f¨¢brica del libro exponiendo un procedimiento que ced¨ªa a los alumnos de la escuela ESDI (Escola Superior de Disseny ¨Cde Barcelona-) buena parte de la elaboraci¨®n del mismo. ¡°Cuando puse en marcha el proyecto me pareci¨® interesante enfocarlo como un tema de trabajo e implicar a un grupo de estudiantes. Cada alumno se hizo responsable del contacto y seguimiento de cinco dise?adores¡±. Cuenta a continuaci¨®n que se reserv¨® ¡°cinco dise?adores amigos¡±. No tenemos la voz de los alumnos, pero es de agradecer que el propio Ricard empiece relatando un fracaso. O por lo menos una equivocaci¨®n: ¡°Cuando llegaron las primeras peticiones de aclaraciones, los alumnos no sab¨ªan qu¨¦ contestar y no todos dominaban lo bastante el ingl¨¦s¡±.
Ante esa falta de previsi¨®n, Ricard explica que rectific¨® y se hizo cargo del
libro, que, sin embargo, carece de un criterio que sistematice la informaci¨®n
aportada por los dise?adores: a veces es escasa, otras meramente descriptiva,
en ocasiones, subjetiva y, en el mejor de los casos (como Miguel Mil¨¢ al hablar
de su l¨¢mpara TMM) explica llanamente c¨®mo ide¨® y transform¨® su luminaria a lo
largo de medio siglo.
Con todo, el libro ofrece algunas conclusiones generales que se podr¨ªan derivar de la lectura de los casos. Algunas podr¨ªan ser tan sencillas como estas:
-Los ojos son lo primero. Puede que no lo m¨¢s importante, pero los productos, como las compras, entran por los ojos. Lo explica Piretti.
-Frente a lo que se defiende en las escuelas de dise?o; un buen producto no depende de un buen briefing. Algunos de los productos analizados lo ten¨ªan, otros no. (Y se supone que todos son buenos y exitosos. El baremo para medir ese ¨¦xito no lo aporta el libro).
-La veteran¨ªa puede no ser un grado. Algunas empresas eligen a dise?adores sin experiencia en su campo. Fue el caso de la finlandesa Iitala y los cazos Tools de Bj?rn Dahlstr?m.
-Para que un dise?o permanezca debe saber evolucionar, cambiar, adaptarse, tragarse el paso del tiempo, como evidencia la TMM de Miguel Mil¨¢.
Tal vez, la conclusi¨®n m¨¢s universal de todos los casos tratados sea que lo sencillo es lo m¨¢s dif¨ªcil. Esa podr¨ªa ser tambi¨¦n la excusa de un dise?ador fuera de dudas, prestigioso y con grandes logros como Andr¨¦ Ricard a la hora de justificar este libro. Los mejores dise?os parecen sencillos, pero ¨¦l sabe que no lo son.
En ese sentido, tambi¨¦n es significativo que Ricard no aproveche la biograf¨ªa que acompa?a a cada uno de los autores para ubicarlos en el tiempo, como si no importara su edad, o tal vez como si la coqueter¨ªa ¨Cde nuevo la forma- fuera m¨¢s importante que el fondo ¨Cla informaci¨®n-. Es cierto que, en el mundo de los cl¨¢sicos, las fechas dejan de bailar, pero ni todos los dise?adores incluidos pueden ser catalogados de cl¨¢sicos (Sebastian Bergne o Marco Sousa Santos) ni los productos elegidos ¨C(o con los que ha podido trabajar) el propio Ricard analiza su buz¨®n para recogida de basuras Premier frente a su memorable cenicero Copenhague de 1966- merecen esa calificaci¨®n tampoco. Tal vez por eso, al final, los casos se convierten en apuntes como los que los propios cat¨¢logos de las empresas ofrecen a la hora de hablar de los productos. Por eso, en la era de internet, con tanta informaci¨®n accesible, este libro nace o bien caduco o bien inmaduro.
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