Un acuario de siete mares
Trece millones de personas han viajado ya por los mares del planeta reunidos en el Oceanogr¨¤fic de Valencia, el mayor parque acu¨¢tico de Europa
Boba era una tortuga capaz de recorrer buena parte del Mediterr¨¢neo. Bajo su ancho y duro caparaz¨®n acostumbraba a hacerlo sola y no muy cerca de la costa. Un d¨ªa del oto?o de 2011, sin embargo, lleg¨® a Torrevieja (Alicante) con sus dos aletas derechas tan aplastadas que estaban a punto de desprend¨¦rsele. En un descuido fue atrapada por la red de unos pescadores. Mientras la sub¨ªan al barco, en medio de una bola de peces, sus aletas se comprimieron con tal fuerza que, en cuesti¨®n de segundos, hicieron crac. Cuando los pescadores llegaron a la playa, de inmediato llamaron a los veterinarios del Arca del Mar, del Oceanogr¨¤fic de Valencia, para que fueran a por la tortuga e intentaran salvarla. La ¨²nica manera de hacerlo fue amput¨¢ndole las dos aletas.
Ahora Boba ¨Cle llaman as¨ª cari?osamente, porque esa es la especie a la que pertenece¨C deambula con pereza en uno de los ocho estanques del ¨¢rea de recuperaci¨®n y conservaci¨®n de animales del mar. Es casi mediod¨ªa y sabe que ha llegado la hora de comer. Por eso se acerca a la orilla y levanta ligeramente la cabeza para atrapar el pedazo de gelatina que le ofrece un veterinario. La gelatina est¨¢ hecha de pescado, complementos vitam¨ªnicos y fibra. ¡°As¨ª es m¨¢s f¨¢cil alimentarlas¡±, explica Jos¨¦ Luis Crespo, quien desde hace tres a?os trabaja en este extremo del mayor acuario de Europa.
Crespo tiene 29 a?os, el pelo largo y rizado, los ojos muy abiertos, la barba de tres d¨ªas, las manos muy inquietas y el habla desatada. Pasa sus d¨ªas curando tortugas y no escatima en mostrar su entusiasmo cuando cuenta el caso de Boba. ¡°Le tuvimos que hacer las cirug¨ªas en las dos aletas, pero en tres o cuatro meses se recuper¨® del todo y ahora estamos pensando en ponerle unas pr¨®tesis para que pueda nadar con normalidad¡±.
Desde 2007, cuando empez¨® a funcionar este ¡°hospital para el mundo marino¡±, han pasado por aqu¨ª 162 tortugas. ¡°El 90% se ha recuperado y las hemos reinsertado en el mar¡±, explica Crespo. ¡°Su recuperaci¨®n depende de lo que hayan sufrido. Pero cuando alguna llega muy mal, optamos por aplicarle la eutanasia¡±. En 2011 se lanz¨® una campa?a para concienciar a los pescadores, y gracias a ella ha aumentado el n¨²mero de ingresos. ¡°Quien las captura por accidente puede tirarlas o puede llamarnos y nosotros la recogemos. Debido a esa campa?a, el a?o pasado tuvimos aqu¨ª 50 tortugas marinas¡±.
El 90% de las 162 tortugas que han pasado por su hospital pudo volver al mar
A estos reptiles se les llama bobas, con cierto aire despectivo, por despistadas. Y esto las hace demasiado vulnerables. Los tiburones lo saben bien y por eso se las comen. A veces ellas confunden una bolsa de pl¨¢stico con una medusa, su presa favorita, y se mueren por asfixia. Otras veces no perciben la presencia de los pescadores y caen en sus redes. Cuando llegan al acuario les hacen una anal¨ªtica, las tienen unos d¨ªas en observaci¨®n y, si requieren de una cirug¨ªa, su estancia se alargar¨¢. ¡°Si su patolog¨ªa es severa y no se puede devolver al mar, la utilizamos para nuestros proyectos de reproducci¨®n en cautividad, investigaci¨®n o para fines educativos¡±, agrega Jos¨¦ Luis Crespo.
En los ocho estanques del Arca pueden caber c¨®modamente hasta 16 tortugas. Cada uno dispone de agua bien filtrada a una temperatura de 25 grados y sobre ellos se han instalado focos de espectro solar que proporcionan luz directa para mejorar el funcionamiento metab¨®lico de las tortugas.
Pero esta zona del parque acu¨¢tico registra muy poco tr¨¢fico de gente.
Cuando este 14 de febrero se cumplan 10 a?os de la inauguraci¨®n del Oceanogr¨¤fic de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, habr¨¢n pasado por aqu¨ª unos 13 millones de visitantes. Todos habr¨¢n recorrido sus diferentes edificios de arquitectura vanguardista (que costaron 108 millones de euros), custodiados por una plantilla de 400 trabajadores y distribuidos en 110.000 metros cuadrados, donde est¨¢n recreados cada uno de los mares y oc¨¦anos del planeta. Y habr¨¢n visto, con asombro, la mayor parte de los 45.000 seres vivos, de 500 diferentes especies, que comparten m¨¢s de 42 millones de litros de agua (el equivalente a 15 piscinas ol¨ªmpicas).
En un extremo de los casi dos kil¨®metros de este conjunto cient¨ªfico y cultural valenciano, en el antiguo cruce del r¨ªo Turia, el Oceanogr¨¤fic ha sido gestionado durante la ¨²ltima d¨¦cada por la empresa espa?ola Parques Reunidos, que opera 72 centros en Europa y Am¨¦rica. La concesi¨®n vence este a?o, pero se sabe que est¨¢ interesada en renovarla. Tambi¨¦n otras empresas nacionales e internacionales, aunque a¨²n no se ha hecho p¨²blico el pliego de externalizaci¨®n con el que se convocar¨¢ el concurso.
Alberga 500 especies distintas en tanques que equivalen a 15 piscinas ol¨ªmpicas
El gran tama?o de los acuarios, los t¨²neles o las b¨®vedas permiten realizar un viaje submarino lleno de sensaciones. Entre bosques de algas y jardines de coral flotan y se desplazan tiburones, rayas, peces sierra, medusas, estrellas, caballitos de mar, erizos¡ Avanzan, hacen burbujitas y parece que est¨¢n dentro de una copa de champ¨¢n. Otros pasan como rel¨¢mpagos fugaces. M¨¢s all¨¢ se aglutinan y aparentan formar una enorme sopa de mariscos. Y ninguno parece darle importancia al p¨²blico.
Aqu¨ª es posible pasar en unos minutos de las regiones templadas del Pac¨ªfico y del Atl¨¢ntico a las c¨¢lidas aguas del ?ndico y del Caribe. O ir de las islas Canarias hasta las Bermudas. Percibir c¨®mo el cambio gradual de especies corresponde al cambio de latitud. Sorprenderse con la aparici¨®n de un pez globo japon¨¦s o un San Pedro. Ver una corte de ping¨¹inos sobre un acantilado rocoso o morsas y belugas entre bloques de hielo. Comer en un restaurante submarino. O, si se prefiere, subir a la superficie y asistir a un espect¨¢culo de delfines.
Una estaci¨®n de captaci¨®n ubicada en la playa de la Malvarrosa (la principal playa urbana de Valencia) aporta a los acuarios hasta 150.000 litros de agua de mar, que se incorporan a un sistema de circulaci¨®n cerrado donde se filtran, desinfectan, distribuyen y renuevan. El Oceanogr¨¤fic cuenta, adem¨¢s, con dos plantas de fabricaci¨®n de agua sint¨¦tica, una para peces y otra para mam¨ªferos marinos, por si llegara el momento en que el agua natural no tuviera los est¨¢ndares de calidad necesarios para la vida marina en cautividad.
Carlos Taur¨¢ trabaja aqu¨ª desde hace 10 a?os como responsable de la zona t¨¦cnica de oc¨¦anos, algo as¨ª como la trastienda del acuario, un oscuro lugar en el que se encuentran los enormes tubos y filtros del agua. Desde aqu¨ª, un grupo de buzos se encargan todos los d¨ªas de alimentar a los peces y de limpiar los estanques. ¡°El trabajo es duro porque primero hay que identificar a todos los peces. Cada uno con un nombre, cada uno con una tabla de alimentaci¨®n donde vamos anotando los registros¡±, cuenta Taur¨¢ en medio del intenso ruido que produce la maquinaria. ¡°Los peces comen parecido a nosotros, b¨¢sicamente: merluza, pasta, gambas, caballa, mejillones para aquellos animales que lo requieren. Les damos adem¨¢s un suplemento vitam¨ªnico porque al utilizar comida congelada siempre se pierde parte de las propiedades de cada alimento¡±.
De supervisar la dieta de todos los animales marinos se ocupa Roc¨ªo Gea, quien tambi¨¦n trabaja aqu¨ª desde la apertura. Cuando nos gu¨ªa hacia la parte superior de uno de los acuarios, pasamos por una amplia cocina que se asemeja a la del comedor de una empresa grande. La amplitud de la puerta abierta deja ver las enormes neveras donde permanecen congelados los alimentos. ¡°Entre preparar y limpiar, una cocinera se pasa todo el d¨ªa aqu¨ª. Toda la comida est¨¢ congelada. Se saca, se descongela y al d¨ªa siguiente se prepara¡±, comenta. ¡°Quiz¨¢ se preparen todos los d¨ªas unos 60 kilos de comida. Solo para peces, ?eh? Aparte de la comida, a los peces tropicales, por ejemplo, les damos un complemento de vegetales: espinacas trituradas y zanahorias. Muchos son muy selectivos. A lo mejor cogen un trozo de comida, no les gusta, lo escupen y buscan otra cosa¡±.
El trabajo de alimentaci¨®n es duro, porque hay que identificar a todos los peces¡±
El nombre cient¨ªfico del pez luna es Mola mola. Su cuerpo aplastado y redondo puede llegar a medir hasta tres metros de ancho y pesar unas dos toneladas. As¨ª que con esa figura es capaz de vivir en aguas templadas o tropicales. No tiene escamas, es muy lento al nadar y, sin embargo, casi no hay quien se lo coma porque el sabor de su carne es muy desagradable. Se alimenta sobre todo de invertebrados como las medusas. Pero si estos animales est¨¢n en cautividad, alimentarlos resulta todo un reto. Los que viven en este acuario est¨¢n entrenados para que al o¨ªr el sonajero que agitan los buzos acudan a comer de la mano de ellos. ¡°Es, quiz¨¢, la especie m¨¢s complicada de mantener¡±, cuenta Carlos Taur¨¢. ¡°Hay que dedicarle mucho tiempo de alimentaci¨®n y de cuidados. Su dieta se compone b¨¢sicamente de gelatina como la que se les da a las tortugas y de calamar. La experiencia nos dice que no lo estamos haciendo mal, puesto que ya contamos con individuos que van a alcanzar casi los cuatro a?os en este acuario¡±.
?Y los tiburones? ¡°Al principio, los tiburones nos dieron un trabajo muy duro. Pero luego nos dimos cuenta de que son, digamos, muy agradecidos. Si t¨² les dedicas la atenci¨®n que requieren, no tenemos problemas con ellos¡±. Los peces tropicales, m¨¢s peque?os y de colores tan encendidos que de inmediato captan la atenci¨®n, tambi¨¦n requieren una asistencia especial. ¡°Ellos comen dos veces al d¨ªa. Por la ma?ana les damos la primera toma, y por la tarde, la segunda¡±, dice Roc¨ªo Gea. ¡°Todos los d¨ªas, los trabajadores se tienen que poner su traje de buceo. Cuando entran, lo primero es dar de comer, y luego, limpiar¡±.
¡°La gente no lo sabe, pero detr¨¢s de todo lo que ve hay un trabajo de detalle¡±, puntualiza Taur¨¢. ¡°Alguien que comienza a trabajar con nosotros quiz¨¢ tarde muchos meses, unos ocho, en identificar a todos los animales¡±.
Una persona que visite por primera vez este lugar tambi¨¦n tardar¨¢ un poco en digerir toda la informaci¨®n y las im¨¢genes recibidas. Son tantas y tan espectaculares, que dan ganas de volver. Pero ahora es una visita m¨¢s selectiva. Hay motivos de sobra. El pez luna, sin duda. Porque s¨ª que mola, y cuando se acerca a los paneles para dejarse ver, da la impresi¨®n de que uno est¨¢ ante una pel¨ªcula en 3D y ese cuerpo aplastado vendr¨¢ hasta nosotros. Los caballitos de mar. Porque de tan peque?os y coloristas no parecen reales. El t¨²nel que conecta los oc¨¦anos. Porque es un verdadero y fant¨¢stico viaje submarino.
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