¡°Espa?a no es individualista. Eso es mentira¡±
M¨²ltiples crisis sociales. Descr¨¦dito institucional. Antonio Mu?oz Molina recupera la memoria de lo inmediato para reflexionar en su nuevo libro sobre c¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª.
"Recu¨¦rdalo t¨² y recu¨¦rdalo a los otros". El verso de Luis Cernuda obsesiona desde hace tiempo a Antonio Mu?oz Molina. ¡°Recordar y contar lo que uno ha visto, esforz¨¢ndose por no mentir y por no halagar y por no dejarse enga?ar uno mismo por el resentimiento o por la nostalgia, es una obligaci¨®n c¨ªvica¡±, opina. El escritor se ha esforzado en cumplir de forma precisa con esa obligaci¨®n de ciudadan¨ªa: ¡°Esforzarse en mirar las cosas como son y contarlas tal como fueron¡± es el coraz¨®n del nuevo libro que acaba de publicar, Todo lo que era s¨®lido (Seix Barral), un ensayo que parte de la relectura de peri¨®dicos de un pasado pr¨®ximo y del asombro que le produjo comprobar todo lo que hab¨ªa olvidado.
PREGUNTA: El olvido de lo inmediato, de lo ocurrido hace cinco, diez a?os, le provoca consternaci¨®n.
RESPUESTA: La memoria de lo inmediato es muy dif¨ªcil. Lo he comprobado con este libro. Yo he trabajado muchas veces con periodos de tiempo m¨¢s alejados del presente y no me hab¨ªa dado cuenta de lo r¨¢pido que desaparece la memoria cercana. Cuando fui al peri¨®dico EL PA?S a repasar n¨²meros de hace veinte a?os, o menos, me di cuenta de esa rapidez devastadora. No s¨¦ por qu¨¦ ocurre. Ser¨¢ quiz¨¢ porque uno vive los acontecimientos pol¨ªticos con una parte muy superficial de su conciencia. Uno sabe que las cosas cambian. Tiene conciencia de que si vuelve a una ciudad que no ha visitado en 20 a?os, muchas cosas habr¨¢n cambiado. De lo que no te das cuenta es que si vuelves a los cinco a?os, tambi¨¦n han cambiado, much¨ªsimo m¨¢s de lo que crees.
P: Lo que se propone en el libro es atestiguar. Al darse cuenta de que olvidamos tan r¨¢pido, cree que es necesario explicar ese pasado tan reciente a los j¨®venes de hoy.
R: S¨ª, porque si no lo hacemos, ni los medios de comunicaci¨®n ni el sistema educativo van a dar ese testimonio. Lo que se fomenta es que se viva solo en el presente. Un presente que no se entiende, porque se hace creer que las cosas, tal como est¨¢n ahora, han existido siempre. Que los valores que hay ahora han existido siempre. Y eso no es verdad.
P: No eran los mismos hace muy poco tiempo.
R: No nos estamos refiriendo a la ¨¦poca del esclavismo. Por eso me esfuerzo en el libro en atestiguar sobre mi propia experiencia, sobre las cosas que ahora me parecen perfectamente comunes y que eran impensables para m¨ª mismo hace nada. La cuesti¨®n de las mujeres, por ejemplo, el salto impresionante que se ha producido en ese tema. Yo he vivido en un mundo, en un pa¨ªs, en el que una persona progresista, un var¨®n progresista, no consideraba en absoluto necesario levantarse de la mesa al terminar de comer. Se tuvieran las ideas que se tuvieran, en la pr¨¢ctica ocurr¨ªa as¨ª.
Los partidos pol¨ªticos nunca han querido una administraci¨®n fuerte¡±
P: Ya recoger¨ªan ellas¡
R: Ese es exactamente el tr¨¢nsito de lo impensable a lo imperceptible. Cosas impensables, que ocurren y que al cabo de muy poco tiempo ya son imperceptibles. Cuando yo era adolescente, o en mi primera juventud, ?pensar que pudiera haber matrimonios homosexuales! Era impensable. Hay que acordarse de la izquierda, de la hostilidad puritana que demostraba hacia los homosexuales. Pasaba en todas partes. Y de pronto, lo impensable se convierte en imperceptible. Para un chico de hoy, para mi hijo, tener amigos o parientes homosexuales es normal. No se da cuenta. Eso te llena de sorpresa y te llena tambi¨¦n de esperanza.
P: En el libro se asombra tambi¨¦n de la gran violencia verbal que existi¨® en el debate pol¨ªtico de los ¨²ltimos a?os y en la imposibilidad de llegar a acuerdos b¨¢sicos. ?Es eso espec¨ªficamente espa?ol?
R: S¨ª. Yo creo que en ese sentido hay cosas espec¨ªficas nuestras. En Estados Unidos, por ejemplo, hay una lucha pol¨ªtica muy fuerte. Pero hay zonas de debate que est¨¢n fuera de ese enfrentamiento. En Espa?a no hay ning¨²n acuerdo b¨¢sico. Eso es lo asombroso. Hasta en Italia existen esos pactos. Recuerdo c¨®mo se celebr¨® en 2011 el 150? aniversario de la unidad de Italia. Con festejos. La unidad de Italia es un proyecto progresista. Para nosotros no. Por la capitulaci¨®n de la izquierda, hemos programado nuestro cerebro para pensar que la unidad de un pa¨ªs es autom¨¢ticamente reaccionaria. No tiene por qu¨¦ ser as¨ª. El proyecto de la Rep¨²blica italiana era un proyecto progresista. Es un proyecto c¨ªvico poner a los ciudadanos por encima de los grupos, territoriales o ¨¦tnicos, o lo que sea.
P: ?Existi¨® ese acuerdo c¨ªvico durante el debate constitucional?
R: Creo que lo primero es distinguir entre la gente com¨²n y las ¨¦lites. Hay una cosa en la que he pensado mucho, sobre la que he intentado estudiar desde hace tiempo: la diferencia entre el extremismo de la ¨¦lite y la gente com¨²n. Lo he estudiado respecto a la Guerra Civil. C¨®mo el extremismo pol¨ªtico est¨¢ limitado a una ¨¦lite muy concreta que se aprovecha de situaciones sociales dolorosas y que crea una din¨¢mica propia que acaba arrastrando a la sociedad entera. Eso es muy importante.Evidentemente, la ¨¦lite pol¨ªtica o cultural, o lo que sea, es la parte m¨¢s visible de la sociedad. Puedes pensar que son una representaci¨®n fehaciente de la sociedad, pero puede resultar que no. A m¨ª, por ejemplo, me irrita mucho eso de las dos Espa?as. Algo que manejaba tanto la ¨¦lite de la derecha como la de la izquierda: que en 1939 hab¨ªa dos Espa?as y que el levantamiento de una contra la otra provoc¨® una guerra civil. Pero si lo estudias con m¨¢s cuidado, ves que hay un proceso de radicalizaci¨®n pol¨ªtica en ciertas ¨¦lites que arrastran a todo el sistema pol¨ªtico y que acaba arrastrando a una poblaci¨®n que, en su mayor parte, es ajena a eso.
P: Esto otorga una gran responsabilidad a las ¨¦lites.
R: Claro, una responsabilidad enorme. La irresponsabilidad de las ¨¦lites las pagan los pueblos enteros, y eso tiene que ver tambi¨¦n con la idea de que la historia es, digamos, inevitable. La Guerra Civil ocurre porque era ine?vitable, nos dicen. Pues no, la Guerra Civil se produce por varias razones. Durante mucho tiempo, la ¨¦lite pol¨ªtica se dedic¨® a exacerbar al m¨¢ximo el enfrentamiento y la violencia. Ahora se quiere idealizar aquella ¨¦poca. ¡°Ahora no hay parlamentarios¡±, se lleg¨® a decir; los de la Republica, esos s¨ª que eran unos verdaderos parlamentarios. Y se olvida el hecho de que se pon¨ªa una caja a la entrada del Congreso para que esos parlamentarios depositaran sus armas de fuego.
P: ?C¨®mo es posible entonces que existieran esos acuerdos b¨¢sicos en el periodo de la Transici¨®n y que ahora nadie parezca concederle el m¨¢s m¨ªnimo valor?
R: Primero, por esa incapacidad que hemos comentado de mirar los hechos y de ver las cosas que tienes delante de los ojos. Vamos a ver, ?cu¨¢ntos periodos de libertad y de progreso ha habido en la historia de Espa?a y qu¨¦ duraci¨®n han tenido? Me refiero a la historia contempor¨¢nea. ?Cu¨¢ntos periodos de estabilidad pol¨ªtica? ?Cu¨¢ndo, en la historia real de nuestro pa¨ªs, ha habido m¨¢s gente que haya progresado m¨¢s, en libertad, que haya conseguido un grado mayor de bienestar y libertad? El t¨¦rmino de comparaci¨®n no es el ideal paradisiaco. Lo que vale es la comparaci¨®n con lo que ha sido nuestro pa¨ªs y la comparaci¨®n con los pa¨ªses de nuestro entorno. Y en esa comparaci¨®n vuelvo a la misma pregunta: ?en qu¨¦ otro periodo ha habido algo parecido a lo que ha ocurrido en todos estos a?os en Espa?a?Se le puede preguntar a un nacionalista catal¨¢n o a un nacionalista vasco en qu¨¦ periodo de la historia, no de la mitolog¨ªa, Catalu?a ha disfrutado de mayor autogobierno, ha disfrutado m¨¢s de su lengua, de sus propias instituciones. O el Pa¨ªs Vasco. En qu¨¦ periodo. No en qu¨¦ leyenda. Se junta la falta de cr¨ªtica y la falta de lealtad. Por una parte falta la cr¨ªtica verdadera y l¨²cida. Y por otra parte falta lealtad al sistema. Muchas personas, con voces muy visibles, han cooperado mucho en ese descr¨¦dito del sistema democr¨¢tico. Y adem¨¢s, de una manera muy c¨ªnica, jugando con el prestigio gratuito del radicalismo. No solo no se recuerda el pasado reciente, sino que adem¨¢s se falsifica. El olvido lo que hace es favorecer la falsificaci¨®n.
En espa?a, el debate p¨²blico es imposible. todo est¨¢ lleno de ladridos¡±
P: La consecuencia ha sido el descr¨¦dito cada vez mayor de ese periodo.
R: El descr¨¦dito era lo que conven¨ªa a la casta pol¨ªtica de ahora para legitimar sus propias hegemon¨ªas. Porque la hegemon¨ªa de la clase pol¨ªtica auton¨®mica se basa en la negaci¨®n de cualquier espacio com¨²n, de cualquier tejido com¨²n. Adem¨¢s, es algo pr¨¢ctico, porque eso les permite ocultar su corrupci¨®n y su incompetencia. El tipo de hegemon¨ªa que ellos quieren es lo que le interesa a los partidos. En la Transici¨®n se cometieron muchos errores. Efectivamente. Pero uno de ellos, del que no se habla y sobre el que yo insisto en mi libro, es la fuerza que se concedi¨® a los aparatos pol¨ªticos de los partidos y a la primac¨ªa de esos partidos pol¨ªticos sobre la Administraci¨®n.
P: Esa es una de las tesis fundamentales del libro, ?no?
R: S¨ª, creo que eso es as¨ª. Los partidos no quisieron crear una Administraci¨®n, un sistema p¨²blico de funcionamiento que sirviera para todos, sino unas redes clientelares de las que ellos se alimentaran y en las que ellos prosperaran.
P: ?D¨®nde estaban los intelectuales espa?oles cuando ocurri¨® todo eso?
R: Habr¨ªa que hablar de los intelectuales en un sentido amplio, incluir a los periodistas, ?no? Pero no se trata del prestigio intelectual. Cuando escrib¨ªa el libro me daba cuenta de que el eje sobre el que todo eso se desarrollaba era la falta de control, dentro de la legalidad. Yo tengo la experiencia de haber trabajado en la Administraci¨®n en momentos cruciales. Cuando sale a la luz p¨²blica un caso de corrupci¨®n, nadie pregunta, como cuando un enfermo llega a un hospital: ?qu¨¦ ha pasado? Antes de llegar aqu¨ª, ?qu¨¦ le pas¨®? Una vez m¨¢s, volvemos a la incapacidad de crear cosas comunes, la falta de voluntad de crear espacios comunes.
P: ?De d¨®nde viene esa incapacidad?
R: Tiene que ver con una particularidad espa?ola, de la que tambi¨¦n hablo en el libro: lo dif¨ªcil que es en este pa¨ªs la disidencia verdadera. Tenemos una idea falsa de nosotros mismos, seg¨²n la cual somos gente vehemente, que dice lo que piensa y que eso nos distingue de los extranjeros. Pero aqu¨ª es muy dif¨ªcil decir lo que se piensa. Vivimos en una sociedad en la que, por falta de tradici¨®n democr¨¢tica, existe una incapacidad de aceptar con naturalidad las opiniones o las informaciones que contradicen la ortodoxia establecida por un grupo.
P: ?Eso se relaciona con el sectarismo?
R: S¨ª. En primer lugar, aqu¨ª hay, y eso me parece ya un primer s¨ªntoma grave, un peso del opinionismo mucho mayor que en otros pa¨ªses. Pero adem¨¢s, cuando alguien escribe una columna, lo hace para mostrar a los suyos que es de ellos y que est¨¢ aut¨¦nticamente en ese bando. Y eso se muestra de dos maneras: una, atacando al que se supone que es del bando contrario, y dos, no poniendo ninguna pega, o si acaso una pega menor, al bando al que se supone que perteneces.
P: ?Los intelectuales no ofrecen un escudo contra eso?
R: Creo que el t¨¦rmino intelectual se aplic¨® por primera vez a Zola, en el caso Dreyffus. Pero si lees las posiciones de personas supuestamente de alta cualificaci¨®n intelectual, sus posiciones p¨²blicas, y haces una lista, el resultado es pavoroso, porque con much¨ªsima frecuencia han optado, y no solo en Espa?a, por las posiciones m¨¢s insensatas. Hay que tener mucho cuidado con esa figura del intelectual. Yo creo que es b¨¢sicamente una figura francesa, latinoamericana, de Europa del sur¡ Esa figura casi no existe en el mundo anglosaj¨®n, porque all¨ª creen que lo que necesitan son profesionales de la informaci¨®n.
P: Y funcionarios¡
R: Exactamente, administradores. Administradores eficientes y buenos informadores. Gente que investigue un caso, investigue a fondo y saque los datos y los ponga a la vista. A m¨ª me impresiona mucho que en Holanda haya una oficina, independiente de los partidos, cuya misi¨®n es evaluar el coste econ¨®mico de las propuestas de los partidos en sus programas electorales.
P: ?Qui¨¦n financia esa oficina?
R: Es estatal. El equivalente al PP dice, por ejemplo: ¡°Vamos a bajar los impuestos, pero vamos a impulsar no s¨¦ qu¨¦¡±. Y llega esa oficina y dice: ¡°Si se bajan los impuestos, se deja de recaudar tanto¡±. Si la oposici¨®n dice: ¡°Hay que dar asistencia dental a los emigrantes¡±, por ejemplo, llega la oficina y calcula: ¡°Eso cuesta exactamente tanto¡±. Datos, eso es lo que nos falta. Lo que nos falta en Espa?a es conocimiento de la realidad. Y para eso lo que necesita son buenos profesionales. No necesita intelectuales iluminados. El llamado intelectual es importante sobre todo cuando fracasan muchas otras instancias. Pero si se piensa en el papel de los intelectuales europeos occidentales en la crisis del siglo XX, sobran los dedos de una mano para nombrar a los que tuvieron actitudes realmente inteligentes, democr¨¢ticas, no sectarias y no partidistas. Con respecto a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, de los grandes intelectuales europeos, ?cu¨¢ntos tuvieron una posici¨®n l¨²cida? Koestler, Orwell, Albert Camus, Raymond Aron.
P: En el libro re¨²ne datos, informaciones, se asombra: yo lo vi, pas¨® esto.
R: He observado que las plantas generan toxinas para defenderse de los par¨¢sitos. La nicotina es el veneno que genera la planta del tabaco para defenderse de los insectos, por ejemplo. Pues bien, en la sociedad espa?ola, cualquier grupo genera toxinas que anulan la cr¨ªtica. Y que anulan la objeci¨®n de la raz¨®n o de la realidad. Ahora todos nos re¨ªmos retrospectivamente del aeropuerto de Castell¨®n o del de Ciudad Real. Pero la cuesti¨®n es c¨®mo pudieron llegar a construirse.
Las huellas del Capit¨¢n Nemo
Antonio Mu?oz Molina (?beda, Ja¨¦n, 1956) recibi¨® la formaci¨®n intelectual que no pudieron darle sus padres de los maestros en la escuela y de sus profesores en el instituto. Por eso es un firme defensor de la instrucci¨®n p¨²blica como fundamento de la justicia social. Tuvo una primera fascinaci¨®n consciente de la pura invenci¨®n literaria a trav¨¦s del Capit¨¢n Nemo. Verne le hizo comprender que las novelas las escrib¨ªa alguien.
Adem¨¢s de su carrera literaria y miembro de la Real Academia Espa?ola, ha sido director del Instituto Cervantes de Nueva York, donde sigue pasando largas temporadas. En su nuevo libro, Todo lo que era s¨®lido (Seix Barral), un ensayo que parte de la relectura de peri¨®dicos de un pasado pr¨®ximo, ha querido "esforzarse en contarl las cosas tal como fueron".
P: ?Fallaron los controles?
R: S¨ª. ?Cu¨¢ntos controles fallaron? Uno, el control t¨¦cnico, porque se supone que una Administraci¨®n tiene unos t¨¦cnicos que eval¨²an el coste y la viabilidad de cualquier proyecto p¨²blico que se emprende. Dos, el control de las cajas de ahorros que los financiaron. Alguien tuvo que decir: ¡°Este pr¨¦stamo es un riesgo demasiado grande¡±. Tres, el de los medios de comunicaci¨®n, que seguramente depend¨ªan de p¨¢ginas de publicidad. Y cuatro, el de la opini¨®n p¨²blica. ?Por qu¨¦ fall¨® este ¨²ltimo? Porque fallaron los anteriores y porque entr¨® en funcionamiento la toxina contra cualquier cr¨ªtica. Si alguien, a pesar de todo eso, hubiera dicho: ¡°Oye, este aeropuerto es una tonter¨ªa¡±, inmediatamente habr¨ªa quedado desactivado, porque si el aeropuerto era una iniciativa del Partido A, el que lo criticara ser¨ªa probablemente del Partido B o ser¨ªa acusado de serlo. Y porque el aeropuerto formar¨ªa parte de un discurso de autohalago colectivo. ¡°Esto es lo que merecemos, nuestra comunidad merece esto¡±. Si criticas y vienes de fuera, te dicen: ¡°?Qu¨¦ derecho tienes a opinar sobre esto t¨² que vienes de fuera?¡±. Y si vienes de dentro, peor, porque eres un traidor.
P: ?Y eso se nos va a curar alg¨²n d¨ªa? ?Dejaremos de producir toxinas?
R: Ah, no lo s¨¦. Pero por lo menos ahora el mecanismo est¨¢ claro. Estamos de acuerdo en que el principal problema de Espa?a es la falta de controles independientes, diversos grados de control.
P: ?La opini¨®n p¨²blica forma parte de esa red de controles?
R: Claro, el ¨²ltimo de esos controles es el de una opini¨®n p¨²blica que no sea cautiva. Eso tiene que ver con lo que hablamos antes de la dificultad de llevar la contraria. Me acuerdo de cuando se iba a aprobar el absurdo nuevo estatuto de Andaluc¨ªa. Ponerle alguna pega era directamente ser ¡°de derechas¡±. De m¨ª han escrito que he sido un traidor a mi tierra, un traidor a Andaluc¨ªa. Me acuerdo de un art¨ªculo que publiqu¨¦ y que provoc¨® todo tipo de ataques. Se llamaba Andaluc¨ªa obligatoria y se inspiraba en algo que me hab¨ªa contado mi hermano sobre un cursillo que ten¨ªa que hacer para su capacitaci¨®n y que versaba sobre el esp¨ªritu rociero.Es curioso que en un pa¨ªs que se dice tan individualista exista una fuerte coacci¨®n del grupo, la coacci¨®n ortodoxa, como en la contrarreforma, la acusaci¨®n de que ¡°t¨² no eres de los nuestros¡±. Espa?a no es nada individualista. Mentira. Es una sociedad en la que el debate p¨²blico es imposible. El debate p¨²blico verdadero. Lo que se hace es el ladrido agresor. Todo est¨¢ lleno de eso. Recuerdo otro ejemplo bastante reciente, la c¨¦lebre c¨²pula de Barcel¨®. Como la hab¨ªa aprobado el Gobierno socialista, a quien se opon¨ªa se le acusaba inmediatamente de ser del PP. Y como Barcel¨® es un artista moderno, a quien opinaba que la c¨²pula era est¨¦ticamente una ¡°pata??ta¡± se le trataba de reaccionario. Yo hice un art¨ªculo en el que comparaba el coste de la c¨²pula de Barcel¨® con el presupuesto anual del Instituto Cervantes, porque creo que, adem¨¢s de las opiniones, hay un factor que se debe tener en cuenta y que es el coste de un proyecto y la proporci¨®n con el coste de otras cosas. Si la c¨²pula cuesta entre 18 y 20 millones de euros y comparativamente el presupuesto del Instituto Cervantes de ese a?o era de 65 millones de euros, algo falla, ?no?
P: ?Coacci¨®n de grupo, de nuevo?
R: Ceguera partidista. Te da la comodidad, est¨¢ claro. Conste que en el libro tambi¨¦n hay un mea culpa, ?eh? El hecho de estar muy centrados en determinadas cosas nos imped¨ªa ver muchas otras que estaban pasando. Habl¨¢bamos antes de intelectuales. En ese sentido, el ¨²nico intelectual comprometido que hab¨ªa en Espa?a en 2007 era El Roto.
P: La lista de noticias que se recogen en el libro parece ahora incre¨ªble.
R: La experiencia de revisar ejemplares pasados del diario es precisamente el coraz¨®n del libro. D¨¦jeme que cuente un caso que recuper¨¦ en esas lecturas. En 2007, un juez de Tenerife reconoci¨® el derecho de un grupo de vecinos a que se bajaran los decibelios m¨¢ximos del carnaval. No los decibelios del desfile. No, los de las furgonetas que, seg¨²n la costumbre, se ponen en cualquier parte, en tu puerta, con altavoces a todo meter. En este caso, los decibelios eran tan brutales que el juez decret¨® que no se pod¨ªa superar lo que marcaba la ley. Pues bien, hubo una reuni¨®n en el Parlamento canario que desautoriz¨® al juez. En las emisoras de radio del Ayuntamiento se hicieron p¨²blicos los tel¨¦fonos y las direcciones de las personas que hab¨ªan puesto la denuncia. A esas personas se les quemaban los portales, se las amenazaba de muerte. Y en los edificios cercanos terminaron por poner carteles que dec¨ªan: ¡°Nosotros no hemos participado en esa demanda¡±. Es terrible, ?no? Me interesa mucho esa cosa brutal del totalitarismo de la fiesta. Es mucho m¨¢s grave de lo que parece. Porque supone la falta de reconocimiento del derecho del otro a vivir su vida. Es una cosa escalofriante.
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