Yo soy autoridad
Silenciar las palabras de Mario Draghi es absurdo, insano, un prop¨®sito enfermo de ra¨ªz
El presidente del Congreso no aspira, seguramente, a pasar a la historia por lo que hizo el martes primero desde la tribuna que le corresponde y luego como jefe de prensa del presidente del Banco Central Europeo. Pero esas im¨¢genes debiera tenerlas muy cerca para que sepa cu¨¢l es el ¨¢mbito del r¨ªo en el que navega.
Jes¨²s Posada tiene el aire reposado de un hombre que fuma puros y mira m¨¢s largo que los suyos. Pero debe tener en alg¨²n lugar de sus ¨®rganos reactivos la capacidad incendiada para dar ¨®rdenes. Y ese martes negro de su biograf¨ªa puso a andar esos demonios.
En primer lugar, arbitr¨® con verbo autoritario y terminante (el verbo terminado en ¡°co?!¡±, no en ¡°co?o¡±, no: en ¡°co?!¡±) el urgente desalojo de los invitados al hemiciclo cuando juzg¨® que ya estaba bien de juerga. Ese deseo de los presidentes del Congreso de descontaminar los debates de expresiones o de presencias indeseadas es viejo como el humo de los puros, pero de vez en cuando hay una persona que parec¨ªa pac¨ªfica e incluso ilustrada que se siente ¨¦mula all¨ª de los que gritan en las tertulias. ¡°?Desalojen, co?!¡±.
La segunda parte de su d¨ªa autoritario lo tuvo como mayordomo informativo del se?or Draghi. Al parecer, Posada y sus ayudantes en el ejercicio de convertir el Parlamento en un caballo lejano y solo, convencieron al ¨¢rbitro del capital para que hablara en silencio, sin m¨®viles ni taqu¨ªgrafos.
Lo que diga el se?or Draghi es, por culpa de la crisis que nos ahoga, art¨ªculo de primera necesidad informativa; silenciar lo que cuente es absurdo, insano, un prop¨®sito enfermo de ra¨ªz. Pues ah¨ª estuvieron manipulando los inhibidores para inhibir precisamente lo que tuviera que decir el principal banquero de la Comunidad Europea a los representantes del pueblo espa?ol.
En esta tesitura, pose¨ªdo de la autoridad que le confer¨ªa la absurda decisi¨®n que ¨¦l protagonizaba, acompa?¨® a Draghi en su paseo hacia la salida del lugar donde hab¨ªa hablado; entonces los periodistas quisieron acercarse al dios actual del dinero comunitario, y de hecho ah¨ª est¨¢ esa mano de periodista d¨ªscola acerc¨¢ndose al sonriente Draghi, frente a la mano, plena de autoridad, de Posada dici¨¦ndole no hasta con la barbilla.
Ese gesto es muy espa?ol, me parece; cuando digo no es no, parece decir, como los padres viejos y como los sacerdotes que nos castigaban en el patio. No es no, se?orita. En la barbilla del presidente del Congreso hay mucho m¨¢s que un gesto o que una palabra que se ve pero que no se pronuncia, hay el largo atavismo del secreto, de lo que debe permanecer entre nosotros, las autoridades.
Como el azar act¨²a en golpes de teatro, como dijo san Fernando Arrabal, ese sonriente Draghi (que en realidad vino a mostrar aprecio por los esfuerzos que seg¨²n ¨¦l ha hecho Espa?a para aliviarse de su duelo contra la crisis) desconoc¨ªa por completo que a ¨¦l lo iban a someter a la teor¨ªa Posada sobre el silencio, y su equipo de Bruselas puso negro sobre blanco todo lo que dijo mientras a su alrededor trataban de que no se filtrara ni un suspiro.
La foto queda ahora como un descarado e in¨²til ejercicio de autoridad. Si el presidente del Congreso la guarda, dentro de nada se reir¨¢ mir¨¢ndola antes de pedirle un puro a quien se lo sirva. Y se preguntar¨¢: ?este era yo?
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