Demasiado pasado
Rajoy hizo el debate del estado de la naci¨®n con un solo objetivo: levantar la moral de su tropa
En hora y media de discurso del estado de la naci¨®n, el presidente Rajoy no pronunci¨® ni una sola vez las palabras justicia y desahucio. El paro, las desigualdades y la vivienda son los tres principales problemas sociales de este pa¨ªs. La combinaci¨®n del paro con el endeudamiento hipotecario es explosiva, conduce directamente a la exclusi¨®n y a la marginaci¨®n social. Las desigualdades est¨¢n abriendo un agujero en la sociedad que diluye cualquier idea de comunidad o proyecto compartido: cada uno a lo suyo y s¨¢lvese quien pueda. Estamos hablando de cuestiones que afectan dram¨¢ticamente a la vida de las personas y que alejan cualquier idea de justicia y equidad, que son las bases de una sociedad civilizada y democr¨¢tica. Y, sin embargo, no forman parte del vocabulario de Rajoy. El derecho a la vivienda digna, que figura en la Constituci¨®n, es papel mojado. Los desahucios han provocado la mayor movilizaci¨®n social desde que empez¨® la crisis. El presidente despacha la cuesti¨®n con una frase de rechazo rotundo de la daci¨®n en pago.
El presidente busca aliento mirando hacia atr¨¢s porque su futuro depende de lo que B¨¢rcenas sepa y de lo que est¨¦ dispuesto a ense?ar
Mariano Rajoy hizo el debate del estado de la naci¨®n con un solo objetivo: levantar la moral de su tropa. La tropa partidaria tiene diferentes niveles. El primer c¨ªrculo son los cuadros y la militancia; a ellos, desorientados por el caso B¨¢rcenas, iba dirigido el grueso del discurso: estoy aqu¨ª para cuatro a?os y no pienso dejarlo. El segundo c¨ªrculo es el de los electores fieles, los que todav¨ªa no han sentido la llamada de la fuga, entre otras cosas porque no saben ad¨®nde largarse. El uso verbal del pasado que hizo el presidente, como si lo peor hubiese quedado atr¨¢s, en flagrante contradicci¨®n con los seis millones de parados a los que se refiri¨® en sus primeras palabras, ten¨ªa como objetivo despertar alg¨²n recodo de esperanza en ellos. De ah¨ª, tambi¨¦n, la referencia a los tiempos dorados del PP. Del tercer c¨ªrculo, los que frustrados por el incumplimiento de las promesas expresan su irritaci¨®n en las encuestas, ni se preocup¨®. Si las cosas mejoran, ya volver¨¢n. El resto de la ciudadan¨ªa ni siquiera entraba en su campo de visi¨®n. Un campo condicionado por el retrovisor: Rajoy funda su legitimidad en la arcadia pepera de 2000 y en la desastrosa herencia de Zapatero. Demasiado pasado.
El presidente busca aliento mirando hacia atr¨¢s porque su futuro depende de lo que B¨¢rcenas sepa y de lo que est¨¦ dispuesto a ense?ar. Si un d¨ªa se demuestra, por ejemplo, que el presidente cobr¨® sobresueldos del partido bajo mano, tendr¨¢ que irse a casa. Uno de los s¨ªntomas que avisan de la p¨¦rdida del sentido de la realidad de los pol¨ªticos es que disfrutan como ni?os con sus propias ocurrencias. Rajoy se regodea en el juego de no mencionar el nombre del extesorero. En el fondo, es un reconocimiento de impotencia ante una sombra que le persigue y le perseguir¨¢ mientras no se clarifiquen los hechos. Su promesa de cumplir la legislatura depende simple y llanamente de un chantaje. Y, dado que el futuro de la Corona depende de otro chantaje, no se puede negar que la estabilidad institucional del pa¨ªs es precaria. Pero Rajoy puede exhibir firmeza porque el principal partido de la oposici¨®n tambi¨¦n est¨¢ atrapado por el pasado: demasiadas batallas sobre las espaldas de P¨¦rez Rubalcaba. Si Rajoy no tiene credibilidad contra la corrupci¨®n por el chantaje al que est¨¢ sometido, el l¨ªder socialista, con una larga historia al servicio del r¨¦gimen actual, no la tiene como motor del cambio que el pa¨ªs necesita.
PP y PSOE tienen un inter¨¦s com¨²n: la defensa del r¨¦gimen bipartidista que han protagonizado estos a?os y que ahora est¨¢ dando se?ales de estar gripado. Por eso el debate del estado de la naci¨®n ha sonado a antiguo y alejado de la realidad. La ciudadan¨ªa espera que las cosas se muevan, y la pol¨ªtica les ofrece un debate de los de siempre. Rajoy, en ca¨ªda libre en los sondeos, utiliza a Merkel y a las instituciones europeas, y no a los ciudadanos, para validar sus pol¨ªticas (la democracia al rev¨¦s), y Rubalcaba, todav¨ªa en mayor debilidad, teme verse desbordado por su izquierda. Todo ello con el ya conocido desd¨¦n de un presidente que es un excelente orador parlamentario, pero incapaz de transmitir empat¨ªa con los ciudadanos. Tres meses despu¨¦s de las elecciones catalanas no se ha dignado todav¨ªa hacer una propuesta pol¨ªtica a Catalu?a. El desprecio con que respondi¨® a un manso Duran Lleida (¡°no nieguen a los catalanes el derecho a ser espa?oles y europeos¡±, dijo Rajoy) fue elocuente. El pa¨ªs cambia, el r¨¦gimen permanece.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.