Malaria de marca Espa?a
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Un peque?o espera tumbado sobre las piernas de su madre para recibir atenci¨®n m¨¦dica en el centro de investigaci¨®n sobre la malaria de Manhi?a (Mozambique). /EFE
(Esta entrada est¨¢ siendo publicada de forma simult¨¢nea en la p¨¢gina de blogs de ISGlobal. Les sugiero que le echen un vistazo.)
A lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada, los esfuerzos de Espa?a contra la malaria pueden haber salvado la vida de m¨¢s de 100.000 ni?os y ni?as. Solo este titular merecer¨ªa figurar en las portadas de cualquier peri¨®dico, pero las conclusiones del informe que hizo p¨²blico ayer el Instituto de Salud Global de Barcelona van bastante m¨¢s all¨¢. Vista en su conjunto, la diversidad de intervenciones que ha desplegado nuestro pa¨ªs en este campo se ha convertido en una fuente de prestigio internacional, desarrollo industrial, progreso cient¨ªfico, cooperaci¨®n p¨²blico-privada e influencia pol¨ªtica.
En un momento en el que estamos enfrascados en una discusi¨®n bizantina sobre la Marca Espa?a y el mejor modo de promoverla, los resultados de este informe constituyen todo un estudio de caso acerca de los beneficios que reporta el liderazgo ¨¦tico.
A pesar de que la malaria mat¨® en 2010 a 660.000 personas ¨Cdejando, solo en ?frica, costes econ¨®micos de alrededor de 9.500 millones de euros-, la humanidad est¨¢ ganando la batalla contra una enfermedad que ha lastrado el progreso de las naciones desde que somos capaces de documentarlo. Tras una d¨¦cada en la que los niveles de mortalidad han ca¨ªdo un 26%, hoy es posible hablar de la agenda de ¡°erradicaci¨®n¡± de la malaria, cuando hace muy poco el ¡°control¡± era el objetivo en s¨ª mismo. Y Espa?a est¨¢ a la cabeza de este esfuerzo.
Una parte muy fundamental de las contribuciones espa?olas se ha canalizado a trav¨¦s del Fondo Global Contra la Malaria, el SIDA y la Tuberculosis (177 millones de euros entre 2003 y 2010) y de grandes organizaciones humanitarias como MSF y Cruz Roja. El apoyo de la ayuda espa?ola al control de la malaria sobre el terreno se ha traducido en las mosquiteras impregnadas de insecticida, la formaci¨®n de personal o la construcci¨®n de hospitales que salvan y mejoran cada d¨ªa la vida de miles de ni?os en lugares como Mozambique, donde estos programas son esenciales para entender el prestigio de nuestro pa¨ªs. De hecho, las contribuciones econ¨®micas de Espa?a en el campo de la salud global jugaron un papel determinante en la invitaci¨®n a participar en un club tan exclusivo como el G20.
Pero en ning¨²n campo se ha llegado tan lejos como en la de la investigaci¨®n y desarrollo. Once grupos cient¨ªficos espa?oles lideran investigaciones que cubren todo el espectro de inter¨¦s de la enfermedad, desde la prevenci¨®n hasta el desarrollo de f¨¢rmacos, incluyendo la que podr¨ªa convertirse en la primera vacuna jam¨¢s utilizada en salud p¨²blica contra una enfermedad parasitaria. Este esfuerzo ¨Cque es el resultado de una colaboraci¨®n estrecha entre sector p¨²blico, empresas y sociedad civil- ha costado al Estado una inversi¨®n de 12 millones de euros entre 2007 y 2010, pero la estimaci¨®n es que ha atra¨ªdo recursos de financiaci¨®n exterior muy por encima de esa cifra.
La composici¨®n de este c¨ªrculo virtuoso se completa con programas de formaci¨®n, generaci¨®n de nuevos modelos de cooperaci¨®n p¨²blico-privada o la atenci¨®n cl¨ªnica en Espa?a y el apoyo a viajeros internacionales.
No es posible entender el impacto de este esfuerzo sin considerar el modo en el que unas piezas refuerzan a las otras. El esfuerzo contra la malaria ofrece un nuevo modelo de cooperaci¨®n en el que el valor a?adido del donante va mucho m¨¢s all¨¢ de la aportaci¨®n de fondos. De hecho, lo que se ha aprendido en este campo ofrece valiosas lecciones en un momento en el que la acci¨®n exterior de Espa?a debe suplir la falta de recursos con innovaci¨®n y asistencia estrat¨¦gica. La idea fundamental es que la cooperaci¨®n y la promoci¨®n del desarrollo no juegan un papel protagonista siempre y en cualquier circunstancia, pero en ocasiones pueden multiplicar el prestigio exterior de un pa¨ªs y su capacidad de influencia. Por eso, y porque constituyen la obligaci¨®n moral de cualquier sociedad decente, deben ser tenidos en cuenta.
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