Michelle Obama baila sola
Presentadora de los Oscar, estrella invitada de televisi¨®n y hasta columnista. La primera dama se vuelve omnipresente. Al nuevo ¡®look¡¯ con que ha arrancado el segundo mandato se une una estrategia que podr¨ªa llevarla al ala Oeste de la Casa Blanca. La abogada que se cas¨® con su becario ha dejado su papel de ¡®mom-in-chief¡¯
Fuera lo que fuera antes Michelle Obama, hoy es otra cosa. Si los primeros mandatos en la Casa Blanca encorsetan y se viven bajo la sombra paralizante de la reelecci¨®n que hay que ganar ¡ªpresidente y consorte, ellos no ganan sin ellas; alg¨²n d¨ªa a lo mejor ser¨¢n ellas las que necesiten de ellos exudando perfecci¨®n a su lado¡ª, los segundos se enfrentan con mucha m¨¢s libertad y coraje para romper moldes. Incluso para soltarse la melena. En el caso de la primera dama, m¨¢s que melena se trata de flequillo, uno que ya es casi tan famoso como el de Cleopatra. Ella lo sit¨²a en el contexto de una ¡°crisis de la mediana edad¡±. Las fuentes autorizadas en temas de cabello en la capital de la naci¨®n apuntan que cuando alguien se cambia el pelo¡ hay algo detr¨¢s.
?Frivolidades aparte ¡ªaunque apuntando el dato de que la primera dama cambi¨® su imagen tres d¨ªas antes de la toma de posesi¨®n de su esposo¡ª, Michelle Obama est¨¢, definitivamente, tras algo. Con 49 a?os reci¨¦n cumplidos y cuatro m¨¢s por delante al lado del hombre que preside el pa¨ªs m¨¢s poderoso del planeta, Michelle Robinson Obama parece vivir un renacimiento estos d¨ªas. En qu¨¦ se transformar¨¢ cuando salga del capullo est¨¢ por ver.
Su persona empieza a ser omnipresente. Si antes ya daba una imagen de estar encantada de haberse conocido, pero se manten¨ªa dentro de unos discretos l¨ªmites, ahora parece proclamarlo al mundo. Hace poco particip¨® en el programa nocturno del c¨®mico Jimmy Fallon para marcarse un n¨²mero musical bajo el t¨ªtulo de ¡°C¨®mo ha evolucionado la forma de bailar de las mam¨¢s¡±. Por supuesto, ella estaba estupenda, divertida y moderna, y el v¨ªdeo se difundi¨® por Internet de forma viral.
Supera en 20 puntos a su marido en popularidad y en siete a Hillary Clinton
Como si fuera un holograma de la princesa Leia, el pasado domingo Michelle Obama se colaba de rond¨®n en la gran noche de Hollywood, la ceremonia de los Oscar. La ocasi¨®n la propici¨® uno de los grandes nombres de Hollywood, el productor Harvey Weinstein ¡ªa quien los Obama le deben muchos favores tras recaudar millones para ellos, tantos que quiz¨¢ no tendr¨ªan presidencia suficiente para pagarlos¡ª, que sin duda especul¨® con los titulares que habr¨ªa dado que la primera dama entregara el Oscar a la mejor pel¨ªcula a su marido... perd¨®n¡ a Lincoln, el libertador de los esclavos. No fue as¨ª. Pero el impacto medi¨¢tico ya estaba logrado y la primera dama segu¨ªa en la senda de su reinvenci¨®n.
Su aparici¨®n en los Oscar, desde el momento en que fue anunciada por el veterano (e impredecible) Jack Nicholson, no dej¨® fr¨ªo a nadie. Ni siquiera al r¨¦gimen iran¨ª, que vio intenciones pol¨ªticas en el hecho de que entregara el premio precisamente a Argo y, de paso, cubri¨® digitalmente los hombros de la primera dama. Por lo dem¨¢s, las reacciones fundamentalmente se dividen en dos. Est¨¢n los que piensan que Michelle Obama ha a?adido m¨¢s a lo que ya era demasiado. Y los que la adoran y no se cansan de dosis de primera dama, con brazos tapados o brazos al descubierto; con flequillo o incluso si decidiera volver a su afro natural.
El primer grupo asegura que, antes o despu¨¦s, el cameo le va a pasar factura, a ella y a la Casa Blanca. ?El segundo? El segundo quiere m¨¢s Michelle. En cualquier formato y con cualquier pelo. Y a falta de aristocracia que alimente sus sue?os, los norteamericanos se han dotado de una primera familia de cuento.
Con un porcentaje de aprobaci¨®n del 73% ¡ªsu marido tiene un 52% y la secretaria de Estado Hillary Clinton lleg¨® a un 66%¡ª, Michelle Obama se ha volcado hasta el momento en dos causas: su campa?a llamada Let¡¯s Move, contra la obesidad infantil, y la conocida como Joining Forces, que se centra en ayudar a las familias de militares.
Let¡¯s Move celebraba esta semana su tercer aniversario. El jueves, la esposa del presidente se asomaba a la biblia del capitalismo escribiendo un art¨ªculo de opini¨®n en el diario The Wall Street Journal para celebrar las ventas crecientes de comida sana y c¨®mo este dato es bueno para la econom¨ªa del pa¨ªs.
¡°En cuatro a?os, Michelle Obama no ha dado un mal paso¡±, explica a The Hill Carl Anthony, un historiador especializado en primeras damas. Esa tendencia no parece que vaya a cambiar ahora. Pero ?por qu¨¦ hablar m¨¢s y estar m¨¢s visible tendr¨ªa que ser un mal paso? Lo que busca la esposa de Obama es una nueva causa, apuntan diversos medios norteamericanos. Igual que la agenda del presidente para este segundo mandato est¨¢ definida por el control de armas y la reforma migratoria, Michelle Obama desea marcarse un objetivo que cumplir en los pr¨®ximos cuatro a?os.
Hay quien apunta que lo que puede suceder es que la primera dama expanda su labor hacia el exterior. Los presidentes suelen querer dejar un legado de estadistas internacionales en sus segundos mandatos, ya que no se juegan los votos de sus ciudadanos y salivan por pasar a la historia. Lo mismo ha sucedido con sus esposas. Ese fue el caso de Laura Bush, por ejemplo, que viaj¨® a Arabia Saud¨ª para tratar asuntos relacionados con la salud de la mujer y a Birmania para defender los derechos de las mismas.
El reloj marca implacable el tiempo para Michelle Obama. Si los pasados cuatro a?os transcurrieron en un suspiro, no ser¨¢ distinto con los cuatro que est¨¢n por venir. Michelle Obama lleg¨® a la Casa Blanca en 2009 dejando atr¨¢s una gran carrera como abogada en Chicago, con un salario muy superior al de su marido, al que conoci¨® cuando este era su becario. Temerosa del impacto que el poder pudiera tener en sus dos hijas ¡ªSasha y Malia, entonces de 7 y 10 a?os, respectivamente¡ª, la se?ora de Obama adopt¨® el papel de mon-in-chief, una licencia creada por ella misma que pretend¨ªa la divertida comparaci¨®n con el cargo de commander-in-chief (comandante en jefe) que detenta el presidente.
Los feministas criticaron, y mucho, esta decisi¨®n. Todo el capital acumulado por ella durante, por ejemplo, el tiempo que trabaj¨® como administradora del principal hospital de Chicago se desperdiciaba entre las sombras de las cortinas del Ala Este de la Casa Blanca.
Esto acaba de cambiar. Michelle Obama parece dispuesta a adentrarse en algunos sectores del Ala Oeste. ?Cu¨¢nto? No se sabe. ?Tanto como para que est¨¦ considerando relevar a su marido en 2016? Ella dice que no, no y no. Pero quienes la han seguido de cerca haciendo campa?a electoral con Barack Obama dicen que tiene un tremendo potencial y que quiz¨¢, solo quiz¨¢, de aqu¨ª a los pr¨®ximos cuatro a?os decida que por qu¨¦ no. Que merece la pena intentarlo. Que para que otra mujer se quede con el cargo, ya lo intenta ella.
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