Vida de coleccionista
Cinco personajes reflexionan sobre su pasi¨®n por atesorar iconos pop Una nueva tendencia que ha dejado atr¨¢s la afici¨®n por los sellos o las monedas
En el filme Alta fidelidad, dirigido por Stephen Frears a partir de la m¨ªtica novela escrita por Nick Hornby, el personaje interpretado por Jack Black trabaja en una tienda de discos independiente en Chicago. Cada ma?ana se acerca al establecimiento un coleccionista de vinilos obsesionado con un disco. Le pregunta si lo tiene. De hecho, sabe que lo tiene. Le pregunta tambi¨¦n si se lo puede vender. Black se queda pensativo, se lo ense?a y le responde: ¡°Hoy, no¡±. El coleccionista, abatido, vuelve por donde ha venido. Los compa?eros de trabajo de Black le inquieren sobre los motivos de su crueldad. El tipo le cae mal. No se merece el disco. El propietario de la tienda, John Cusack, no despide a Black por estar da?ando el negocio, simplemente, se compadece de ¨¦l. Pero le comprende, no todos los coleccionistas merecen coleccionar.
Este puede ser un trabajo duro y desagradecido, sobre todo en algunos ¨¢mbitos como el del vinilo. Pero coleccionar tambi¨¦n ha cambiado mucho su perfil. Por una parte, Internet se ha convertido en un enorme mercadillo global donde el tesoro de uno es la basura de otro y en el que, en muchas ocasiones, el perfil de vendedor especializado, incluso esnob, ha sido sustituido por el del fenicio que no sabe lo que tiene ni lo que vende. Por otra parte, el referente de lo que se colecciona ha evolucionado al mismo ritmo que las generaciones se van haciendo mayores. Es complicado encontrar a alguien menor de 45 a?os que coleccione cl¨¢sicos como sellos o monedas, pero es cada vez m¨¢s com¨²n que piezas clave para el devenir de la cultura pop se conviertan en objeto de culto y, por extensi¨®n, de coleccionismo.
As¨ª, el coleccionismo pop se ha vuelto tan transversal, que hoy abarca toys de la d¨¦cada de los ochenta, mobiliario retro de los setenta, las c¨¢maras anal¨®gicas Lomo o la fotograf¨ªa en Polaroid. ¡°Por una parte, esto explica la fascinaci¨®n que tenemos todos por la ¨¦poca que asociamos como la m¨¢s feliz de nuestra vida¡±, apunta Eliza??beth Guffey, profesora de la Purchase University y autora del libro Retro. The culture of revival (Retro. La cultura del ¡®revival¡¯). ¡°Hay que pensar que tendemos a poner de moda la ropa que vest¨ªan nuestros padres, que es la que asociamos a la ¨¦poca en que ellos eran nuestros h¨¦roes. As¨ª pues, es normal que la obsesi¨®n por el pasado, por rellenar nuestra experiencia personal, o por fabricarnos la que nos hubiese gustado tener, avance d¨¦cada a d¨¦cada, convirtiendo lo que era cutre en algo que, s¨²bitamente, adquiere un valor sentimental enorme¡±.
El coleccionismo ha sido y es, pues, un ejercicio de nostalgia y un gran negocio (los empleados de la c¨¦lebre tienda de discos japonesa Disk Union gastan una media de 20.000 d¨®lares diarios en sus periplos por EE UU en busca de vinilos). Pero el papel del coleccionista tambi¨¦n posee otros aspectos, como el de comisario, prescriptor y documentalista. Para Santiago Garc¨¦s, un apasionado de la fotograf¨ªa que ostenta una fascinante colecci¨®n de polaroids, escarbar en el pasado y mostrarlo a las nuevas generaciones posee un efecto iluminador: ¡°Mucha gente joven, viendo viejas Polaroids, ha entendido de d¨®nde narices sale esto de Instagram, cu¨¢l es su origen e, incluso, su sentido¡±. Y es que en un universo en el que el formato f¨ªsico como ejercicio de consumo cultural est¨¢ en peligro de extinci¨®n, el papel del acumulador se antoja necesario para preservar la memoria de una ¨¦poca en la que las cosas no cab¨ªan en, eso, un l¨¢piz de memoria. ¡°Existe gente que colecciona objetos comerciales con af¨¢n completista¡±, apunta Jordi Dur¨®, un dise?ador gr¨¢fico barcelon¨¦s amante del art d¨¦co patrio y de los discos de vinilo. ¡°Pero hay otros, los que realmente realizamos una labor de selecci¨®n y prescripci¨®n, que queremos mostrar lo que tenemos. Es una actitud muy distinta a aquel cl¨¢sico de los clubes de northern soul en los que el disc jockey tapaba el disco que estaba pinchando para que nadie lo viera¡±.
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