C¨®nclave de transici¨®n
La Iglesia elegir¨¢ Papa en un clima de secretismo que contradice el reto de la modernizaci¨®n
La elecci¨®n de un Papa es uno de los rituales m¨¢s secretos y fascinantes de la Iglesia cat¨®lica, un proceso religioso y pol¨ªtico al que se asoma la subyugante obsolescencia de la instituci¨®n. En pleno siglo XXI, la maquinaria no es muy diferente a la que se puso en marcha en 1276, cuando se celebr¨® en Arezzo (Italia) el primer c¨®nclave. Obviamente, los 115 cardenales que se encerrar¨¢n a partir del pr¨®ximo martes en la Capilla Sixtina, no ver¨¢n reducida su raci¨®n diaria de alimentos si tardan en dar con el sucesor de Benedicto XVI, ni el decano del Colegio Cardenalicio les confiscar¨¢ el sueldo. Aun as¨ª, el secretismo se mantiene, a pesar de algunos s¨ªntomas de cambio.
Las autoridades vaticanas han optado por proteger la Capilla Sixtina y la Casa Santa Marta, donde se alojan los cardenales, con pantallas electr¨®nicas que anulan m¨®viles y micr¨®fonos. El parlamento que elegir¨¢ al 265? sucesor de San Pedro es multi¨¦tnico y plurinacional, pero sus integrantes han sido nombrados por Benedicto XVI y por su antecesor. Los candidatos tienen, pues, un perfil com¨²n, aunque esto no significa que no puedan desarrollar una personalidad propia. Por mucho que se invoque al Esp¨ªritu Santo, es un hecho que su m¨¢ximo l¨ªder ha de ser un hombre con visi¨®n pol¨ªtica. Una visi¨®n que cuenta tradicionalmente con las presiones de la curia italiana y del mundo y que cada vez m¨¢s es sensible a la sociedad, a trav¨¦s de las redes sociales y los medios de comunicaci¨®n.
Por eso hay encuentros diarios con la prensa en tres idiomas ¡ªpor primera vez¡ª, aunque est¨¦n lejos de colmar las necesidades informativas. Tambi¨¦n por primera vez los cardenales estadounidenses han dado conferencias de prensa diarias (hasta que el cardenal camarlengo cort¨® en seco el experimento), aunque la principal fuente de informaci¨®n sigue estando en los encuentros secretos entre cardenales, filtrados luego a los expertos vaticanistas, que ejercen de intermediarios entre los purpurados y el mundo.
La renuncia de Benedicto XVI ha planteado a la Iglesia un desaf¨ªo de modernidad. Puede entenderse un c¨®nclave de transici¨®n, a¨²n con escasa transparencia. Pero no estar¨ªa de m¨¢s que los cardenales explicaran, antes de que se cierren las puertas de la Capilla Sixtina, sus prioridades para mantener a flote a la Iglesia en medio del temporal que la azota. Y no solo pensando en los 1.200 millones de cat¨®licos, sino en ellos mismos, que se conocen poco entre s¨ª. La Iglesia y el mundo se lo agradecer¨ªan.
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