Hijo del Papa
Para cuando lean ustedes esto, es seguro que ya habr¨¢ nuevo Papa ¨Cno s¨¦ c¨®mo a mis colegas de la RAE se les ha ocurrido que se debe escribir con min¨²scula, lo mismo que ¡°papa frita¡±; ni caso¨C y estar¨¢n hartos de verlo y de o¨ªrles sus proezas previas a los infinitos vaticanistas, vatican¨®logos, vatican¨®filos y vatican¨®glotas que de la noche a la ma?ana han brotado en los medios de comunicaci¨®n espa?oles. Yo tecleo estas l¨ªneas un par de d¨ªas antes de que comience el c¨®nclave. La semana pasada me quejaba de la matraca de TVE con este asunto desde que a Ratzinger se le antoj¨® volver a su ser primigenio. Sin tant¨ªsima pleites¨ªa, el resto de la prensa ha dado tambi¨¦n la suficiente murga ¨Cy la que dar¨¢ con el inminente pont¨ªfice, se?ores¨C como para justificar la terrible pesadilla que tuve hace poco.
Vayan por delante mis disculpas: no soporto que en las novelas y pel¨ªculas, ni en los art¨ªculos, se cuenten sue?os. ¡°Si esto no ha pasado¡±, pienso, ¡°est¨¢ de sobra, es un pegote, vale todo, a qui¨¦n le interesa¡±. Hasta la serie Los Soprano, que me parece a la altura de El Padrino en su g¨¦nero, inclu¨ªa algunos episodios on¨ªricos que la rebajaban y la hac¨ªan cansina mientras duraban. Y una de las novelas m¨¢s celebradas de los ¨²ltimos a?os, 2666, de Bola?o, no se ahorraba el relato pormenorizado, insulso y pesado, de un mont¨®n de sue?os (ni de una conferencia ¨ªntegra) que la lastraban sobremanera. As¨ª que no me perdono incurrir en eso que detesto, aunque sea s¨®lo por segunda vez y brevemente.
Sufr¨ª la pesadilla de que mi padre, muerto hace siete a?os, era el elegido como nuevo Papa"
Sufr¨ª la pesadilla de que mi padre, muerto hace siete a?os, era el elegido como nuevo Papa. La cosa es descabellada, pero no tanto como pudiera parecer a primera vista si les recuerdo o comunico que Don Juli¨¢n, pese a haber vestido el uniforme de la Rep¨²blica y haberla defendido no con las armas (no le toc¨® combatir) pero s¨ª en la radio y en la prensa escrita; pese a haber pasado por la c¨¢rcel franquista al final de la Guerra, haber sido represaliado por el r¨¦gimen y haber sido atacado ferozmente por la Iglesia espa?ola en los a?os cuarenta, cincuenta y sesenta, era y siempre fue cat¨®lico y escribi¨® m¨¢s de un texto sobre el cristianismo. Lo recuerdo entusiasmado en su d¨ªa con Juan XXIII y su Concilio, y m¨¢s tarde con Taranc¨®n, y, en sus ¨²ltimos lustros, fue miembro del Consejo Pontificio de la Cultura, junto con otros intelectuales de diversos pa¨ªses, durante el papado de Wojtyla. A m¨ª, que no compart¨ªa sus creencias, todo esto me desasosegaba, pero claro est¨¢ que lo respetaba. Lo cual no me imped¨ªa ¨Ccomo a mis hermanos tampoco¨C tomarle un poco el pelo de vez en cuando, afectuosamente: ¡°Ya que eres viudo desde hace mucho, ?por qu¨¦ no te ordenas?¡±, le dec¨ªa. ¡°No estoy muy enterado, pero creo que a los viudos los admiten. Quiz¨¢ te dar¨ªa tiempo a llegar a obispo¡±. Su respuesta era invariablemente: ¡°Hay que ver, no perd¨¦is ocasi¨®n de decir majader¨ªas¡±.
El sue?o me produjo un tremendo sobresalto seguido de espanto. Vi a mi padre disfrazado de Papa, de blanco, con el capelo o como se llame (perdonen los vatican¨®podos sobrevenidos, ignoro estos detalles), sonriente con su ment¨®n partido o hendido. ¡°?Y ahora qu¨¦ hago, c¨®mo llevo esto?¡±, pensaba yo alarmado. ¡°Ahora resulta que soy hijo del Papa. Como C¨¦sar Borgia, s¨®lo que hoy es mucho m¨¢s chocante que en su ¨¦poca que los pont¨ªfices tengan v¨¢stagos conocidos. Tambi¨¦n soy menos malo, algo es algo¡±. En la pesadilla, con todo (ya saben c¨®mo la duraci¨®n se alarga en ellas), me dio tiempo a reponerme del susto y entrar en consideraciones pr¨¢cticas. ¡°Se le va a llenar la casa de curas y monjas¡±, me dije, refiri¨¦ndome a la de mi padre. ¡°No se va a poder aparecer por all¨ª, santo cielo¡±. Y a continuaci¨®n, tras ponderar la dif¨ªcil vida que me aguardaba, reflexion¨¦: ¡°Bueno, quiz¨¢ pueda influir algo en ¨¦l. Un Papa, sea quien sea, no va a cambiar muchas cosas, pero quiz¨¢ lo convenza de que no condene el uso del cond¨®n en todos los casos, por ejemplo (eso vendr¨ªa bien en ?frica): que diga que si su empleo no tiene como fin impedir la creaci¨®n de seres nuevos, sino la propagaci¨®n de enfermedades, es aceptable seg¨²n la conciencia de cada cual. ?l, que ha estado casado, ha de saber que la castidad perpetua es imposible, e incluso contraproducente¡±. Y a¨²n maquin¨¦ otro consejo que procurar¨ªa darle: ¡°La Iglesia est¨¢ en un error, y en el fondo se contradice, al oponerse tan furiosamente a los matrimonios homosexuales. ?stos son, en realidad, un triunfo suyo y de su concepto tradicional de la familia, que, lejos de verse amenazada, se ve fortalecida. Si los homosexuales quieren formarlas, es que tambi¨¦n a ellos les parecen buena cosa, algo deseable. A diferencia de lo que ocurri¨® durante siglos, han comprendido las ventajas del contrato amoroso y ans¨ªan procrear, aunque sea con m¨¦todos por fuerza ¡®heterodoxos¡¯; a la postre muchos se han hecho gente convencional y de orden; y aunque sus matrimonios sean obligadamente civiles, en cierto sentido han acogido las ense?anzas de la Iglesia. Cuantas m¨¢s personas quieran matrimoniar y fundar familias, m¨¢s se robustecen las dos instituciones¡±. Y ya no me dio tiempo a ocuparme de m¨¢s cuestiones. Despert¨¦, por fortuna, y sent¨ª tanto alivio de no verme m¨¢s como hijo del Papa que inmediatamente me sobrevino un contento ataque de risa.
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