Lecciones del pasado para la crisis europea
Tiberio en la ¨¦poca del Imperio Romano tuvo que rendirse a la idea de que la deflaci¨®n no es m¨¢s sana que la inflaci¨®n
Seg¨²n el ¡°dogma alem¨¢n¡± alimentado por algunos prestigiosos analistas, la crisis en Espa?a durar¨¢, al menos, otros diez a?os. De acuerdo con tal prescripci¨®n, la austeridad deber¨¢ imponer su implacable l¨®gica, haciendo bajar los salarios y procurando mayor competitividad a la econom¨ªa espa?ola (v¨¦ase EL PA?S-Econom¨ªa, 2 de marzo de 2013). La oculta justificaci¨®n moral de tales observaciones ¡ªes decir lo que no se confiese abiertamente¡ª es que los mediterr¨¢neos, en general, y los festivos espa?oles, en particular, deben de penar por sus pecados dispendiosos (n¨®tese la sinonimia en el credo cristiano entre ¡°deuda¡± y ¡°pecado¡±, Evangelio de San Mateo 6:12). Los propios alemanes occidentales no aplicaron el mismo Diktat a sus hermanos de la RDA cuando en 1990 decidieron comprar sus marcos sin valor y reconstruir pr¨¢cticamente desde cero un pa¨ªs que hab¨ªa cometido el pecado mortal del comunismo anticapitalista. El rescate pagado desde 1989 por integrar a la econom¨ªa de un pa¨ªs de apenas 17 millones de habitantes le ha costado a la nueva Alemania tres trillones de euros (millones de millones), una cantidad equivalente a toda la suma de la actual deuda p¨²blica soberana de los pa¨ªses PIGS (Espa?a, Grecia, Italia y Portugal). Naturalmente los v¨ªnculos de solidaridad entre los hermanos teutones, fuesen del oeste o del este, no es conmensurable a los existentes entre los diversos primos (?hermanos?) de los 27 pa¨ªses que componen actualmente la Uni¨®n Europea.
La integraci¨®n de la antigua RDA cost¨® a Alemania una suma similar al total de la deuda de los pa¨ªses PIGS
Las recetas de econom¨ªa pol¨ªtica propiciada por los consejeros ¨¢ulicos de la canciller Angela Merkel cabe resumirla en una sola idea: austeridad. Es todo lo que se necesita, se arguye, para el ajuste inevitable que implicar¨¢ otro distanciamiento c¨ªclico entre el centro y la periferia geogr¨¢fica continental (proponi¨¦ndose para Espa?a una devaluaci¨®n interna del 30%). Lejos quedan los objetivos de la Estrategia de Lisboa (2000) a fin de convertir a Europa en la econom¨ªa del conocimiento m¨¢s competitiva y din¨¢mica del mundo. Se estableci¨® entonces el M¨¦todo Abierto de Coordinaci¨®n como norma general de aplicaci¨®n en la implementaci¨®n de pol¨ªticas en la UE, identificando a las ¡°buenas pr¨¢cticas¡± (best practices) y a la evaluaci¨®n entre los Estados miembros con referentes comparativos (benchmarking) como los dos grandes pilares que facilitar¨ªan la convergencia real de sus econom¨ªas. Una filosof¨ªa que se ajustaba al despliegue de sobreesfuerzos realizados por los espa?oles desde la muerte del dictador. Desde 1975 y hasta los a?os de licuaci¨®n financiera que siguieron al crack de 2007, Espa?a hab¨ªa asombrado al resto de sus socios europeos por su gran capacidad para ponerse a su altura (catching up), alcanzando nominalmente la media respecto a los indicadores macroecon¨®micos nominales de crecimiento econ¨®mico, salvo en lo relativo al cap¨ªtulo social. El mayor activo econ¨®mico espa?ol hab¨ªa sido el impulso ciudadano por normalizarse y equipararse con los otros pa¨ªses grandes europeos. Ahora se comprueba amargamente que quiz¨¢ los pa¨ªses centrales no quer¨ªan que los PIGS se acercasen tanto a sus niveles de bienestar material y, desde luego, no parecen estar dispuestos a pagar su integraci¨®n y convergencia en la misma medida que los alemanes occidentales lo realizaron con sus compatriotas Ossis.
Es dif¨ªcil para Espa?a una salida a la crisis si no se recupera el nivel de confianza que hubo entre? 1977 y 2007
Parece poco razonable aplicar mec¨¢nicamente las soluciones del pasado a las crisis del presente. Cambian los actores intervinientes y las l¨®gicas situacionales, y a ¨¦stas es aconsejable ce?ir las propuestas de mejora y recuperaci¨®n. Pero las experiencias pret¨¦ritas tambi¨¦n pueden informarnos de las situaciones del presente y de los escenarios del futuro. La antigua civilizaci¨®n romana, referente civilizatorio del devenir posterior del mundo occidental, ya confront¨® ciclos y crisis capitalistas como la del crash de 1929 o del inacabado crack de 2007. Baste recordar, como bot¨®n de muestra, la situaci¨®n suscitada en tiempos de los emperadores Augusto (63 a. C. - 14 d. C.) y Tiberio (14 d. C. ¨C 37 d. C.), seg¨²n la cr¨®nica historiogr¨¢fica de T¨¢cito y recreada por el maestro de periodistas, Indro Montanelli, en su celebrada Storia di Roma (1957). Sucedi¨® que, cuando el emperador Augusto volvi¨® de Egipto trajo consigo un inmenso tesoro que puso en circulaci¨®n para reanimar un comercio languideciente. Tal abundancia de liquidez en los mercados estimul¨® el endeudamiento, la inflaci¨®n y los precios subieron a las estrellas. Con la llegada de Tiberio al poder se interrumpi¨® bruscamente esa espiral y se actu¨® a fin de reabsorber la moneda circulante. Quienes se hab¨ªan endeudado, convencidos de que la inflaci¨®n se mantendr¨ªa alta, se encontraron faltos de liquidez y se gener¨® un p¨¢nico al tratar de retirar los dep¨®sitos de los bancos. Muchos inmuebles y peque?as propiedades, cargadas de deudas, no pudieron hacer frente a sus pagos y se pusieron a la venta haciendo florecer a los usureros. Los precios se derrumbaron espantosamente y el Imperio pas¨® a encarar una situaci¨®n ag¨®nica. Al final Tiberio cedi¨® y, rindi¨¦ndose a la idea de que la deflaci¨®n no es m¨¢s sana que la inflaci¨®n, puso a disposici¨®n de los bancos cien mil millones para que volviesen a ponerlos en circulaci¨®n, y con la orden de prestarlos por tres a?os sin intereses. El resultado de este cambio de pol¨ªtica fue la revitalizaci¨®n de la econom¨ªa mediante la recuperaci¨®n de un elemento econ¨®mico frecuentemente orillado por los expertos financieros: la confianza.
Es dif¨ªcil entrever en Espa?a una salida a la crisis si no se recuperan los niveles de confianza generalizada que alumbraron la treintena 1977-2007, y que canalizaron los deseos generales de los espa?oles por modernizarse y equipararse con sus conciudadanos europeos. Se contraargumentar¨¢ que la confianza no puede sustentarse en el ¡°espejismo de la riqueza¡± y el riesgo moral (moral hazard) que supone incentivar gastos suntuarios sin base en las posibilidades reales de la econom¨ªa. O, formulado seg¨²n el conocido refr¨¢n castellano, como resultado de ¡°atar los perros con longaniza¡± en alusi¨®n al idiosincr¨¢sico deseo ib¨¦rico por mostrar el rango de ¡°nuevos ricos¡± (nouveaux riches) y de derrochar aquello que no se posee. Empero, legitimar la insolidaridad continental con la negativa, por ejemplo, a mutualizar la deuda mediante la emisi¨®n de eurobonos lastrar¨ªa irremisiblemente la confianza existente en unos pa¨ªses que quieren y necesitan m¨¢s Europa. Como Espa?a.
Luis Moreno es profesor de investigaci¨®n del CSIC en el Instituto de Pol¨ªticas y Bienes P¨²blicos y autor del libro, La Europa asocial.
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