Las siete vidas de Bowie
Visita a la exposici¨®n que el Victoria and Albert Museum de Londres dedica al cantante e icono pop David Bowie Una mirada personal sobre el artista clave de la subversi¨®n y la androginia a trav¨¦s de sus trajes m¨¢s provocadores y de sus fetiches
David Jones naci¨® en 1947, el a?o del baby boom brit¨¢nico, dos a?os despu¨¦s de finalizada la Segunda Guerra Mundial¡± explica Geoffrey Marsh, director del departamento de teatro y artes esc¨¦nicas del Victoria and Albert Museum de Londres y uno de los comisarios de la extraordinaria retrospectiva sobre el cantante e icono pop David Bowie. Hablamos mientras siguen los preparativos del montaje, rodeados del intricado mundo de ordenadores, pantallas de v¨ªdeo, cables y elaborados sets que muestran los vestuarios del cantante. Alrededor pululan asistentes del museo, periodistas de varios pa¨ªses, ejecutivos de Gucci ?¨Cque patrocina la muestra¨C, Gary Kemp (l¨ªder de Spandau Ballet) y directivos de la discogr¨¢fica que edita el ¨²ltimo disco de Bowie. Todos m¨¢s o menos camuflados y todos admirados no solo del despliegue y recorrido de la exposici¨®n, sino de la capacidad de archivo sobre s¨ª mismo, sus atuendos, sus textos manuscritos e influencias que demuestra tener David Jones sobre ese mito conocido como David Bowie.
¡°Bowie¡±, prosigue ?Marsh, ¡°es alguien nacido en lo m¨¢s com¨²n de la periferia, en Brixton, un barrio modesto londinense. Y en un a?o, 1947, que tambi¨¦n vio nacer a m¨²sicos como Elton John y Marc Bolan (y en Espa?a, a Mari Trini, Massiel y Maria del Mar Bonet). Era una vida completamente normal donde no exist¨ªa nada para imaginarse que en esa habitaci¨®n estar¨ªa viviendo un hombre que iba a subvertir, transformarse de la manera en que lo ha hecho Bowie¡±. La exposici¨®n subraya continuamente este mecanismo de subversi¨®n: no tengas miedo de ser un individuo, alguien diferente, de cambiar, de probar. De traspasar y confundir fronteras entre lo femenino y mascu?lino, lo estable y lo transitorio. ¡°Podemos asumir que esta visi¨®n la tenga un hombre occidental y blanco¡±, analiza Marsh, ¡°pero lo curioso es que si viajamos hacia culturas que no han tenido este nivel de culto al individuo, en ?frica u Oriente Pr¨®ximo, Bowie es un referente de lo que eso significa. Este fue el punto decisivo para hacer la exposici¨®n. No es solo la reflexi¨®n sobre un artista ¨²nico, sino c¨®mo ese componente ¨²nico, de diferencia, de democratizar el que puedas intentar ser lo que quieres ser, contin¨²a siendo la aut¨¦ntica influencia de Bowie¡±.
La aut¨¦ntica influencia de David Bowie es que democratiz¨® el intentar ser lo que cada uno quiere ser, de traspasar fronteras¡±
Desde la primera imagen en la exposici¨®n, un maniqu¨ª con el Tokio Pop, el mono de vinilo dise?ado por Kansai Yamamoto para el tour de Aladdin Sane en 1973, entendemos que en Bowie el futuro ya es presente. Unos pasos m¨¢s all¨¢ est¨¢ la foto de Little Richard, el artista inclasificable afroamericano que ¡°despert¨®¡± a David Bowie en muchos sentidos. Enfrente, la car¨¢tula del primer ¨¢lbum de Bowie, que desafortunadamente sali¨® a la venta el mismo d¨ªa que el Sgt. Pepper¡¯s de los Beatles. En ese primer impacto sabemos que Bowie es una creaci¨®n alimentada por m¨²ltiples tendencias, una especie de genial vampiro de la creatividad, pero un mortal que goza de una extra?a mezcla de suerte e infortunio. Cada tropiezo se convierte en un paso hacia delante; el fracaso del primer disco le obliga a indagar a¨²n m¨¢s en su capacidad de diferenciarse, de nutrirse de esos referentes que solamente ¨¦l puede observar y unir entre s¨ª.
Por ejemplo, su cabellera pelirroja asume los cardados y elaborados peinados de artistas negros como el propio Little Richard, de quien tambi¨¦n reproduce ese vestuario de gal¨¢n marginal y el descarado amaneramiento en gestos y bailes. El lenguaje corporal pasa a ser una exquisita bandeja de se?ales para Bowie, en parte por su aprendizaje como mimo y miembro de la compa?¨ªa de Lindsay Kemp, pero tambi¨¦n lo que capta en ese entorno: el maquillaje kabuki y la libertad de ir poco a poco liberando la parte femenina de su vestuario, pero tambi¨¦n el culto a personalidades como Marlene Dietrich y momentos pol¨ªticos como la Rep¨²blica de Weimar. Solo en una exposici¨®n de este tipo puede comprobarse la subterr¨¢nea relaci¨®n entre la decadencia del sistema pol¨ªtico alem¨¢n y la construcci¨®n de un icono pop. ?Y que todo esto quede atado con la aparici¨®n de la boa de plumas! Marlene Dietrich recuper¨® ese accesorio propio de las cabareteras del Berl¨ªn de los a?os veinte para la pel¨ªcula El ¨¢ngel azul, y se llev¨® consigo cientos de boas para deslumbrar en el Hollywood dorado. Bowie entendi¨® que la boa desprend¨ªa decadencia, androginia y una suave provocaci¨®n sexual que tambi¨¦n se manifestaba en el primer montaje de Cabaret en Londres en 1968 o en los musicales de Brecht y Kurt Weill, a los cuales asisti¨®. R¨¢pidamente, Bowie se enrosc¨® una boa de plumas, y de all¨ª en adelante la ropa fue un veh¨ªculo y continuo transmisor de informaci¨®n. El medio fue el mensaje.
Gary Kemp, paseando delante del dise?o guateado de Ziggy Stardust, gal¨¢ctico y adamascado, coment¨®: ¡°He sido est¨²pido, jam¨¢s he conservado ning¨²n traje ni de calle ni de escenario¡±. El extraordinario archivo de Bowie s¨ª lo ha hecho. ?D¨®nde est¨¢? ?En un almac¨¦n? Marsh ofrece una respuesta educada pero esquiva: ¡°No estamos autorizados para decirlo¡±. Pero insiste en que el nivel de documentaci¨®n y orden del archivo facilit¨® la exposici¨®n. ¡°Para nosotros fue un desaf¨ªo. La cantidad de material y el detalle de su conservaci¨®n eran abrumadores. Por eso decidimos no hacerla cronol¨®gica, sino siguiendo la construcci¨®n de David Bowie. En mi opini¨®n personal, el propio Bowie debe pellizcarse cada ma?ana dici¨¦ndose: ¡®?Esto es de verdad? ?No voy a volver a esa habitaci¨®n en Brixton de los a?os cincuenta, esa vida ordinaria?¡±. La muestra hace pensar que eso ser¨ªa imposible.
Entre el universo de personajes e influencias, algunas veces ilustradas con obras de la colecci¨®n del propio museo, un vasarely, un duchamp y una Marilyn de Warhol, se echan en falta aspectos biogr¨¢ficos de la estrella, como si Bowie fuese un objeto, un astronauta que flota en solitario. De todas las referencias femeninas a su alrededor, solo Dietrich consigue figurar, porque su ¨²ltima pel¨ªcula, Just a gigolo, tuvo a Bowie como protagonista masculino. No figuran sus mujeres ni hijos, pero pese a ello Angie, su primera esposa, consigue intrigarnos. ¡°Angie y Bowie se conocieron en una comuna de artistas en el norte de Londres a finales de los sesenta¡±, matiza Alice, una de las responsables de la exposici¨®n. ¡°Desde ese momento, es evidente que ella y ¨¦l invadieron mutuamente sus respectivas personalidades¡±. Causa sorpresa que la exposici¨®n evite ahondar en esa relaci¨®n, el Bowie esposo, pero incapaz de abandonar sus h¨¢bitos de vampiro. Al mismo tiempo que constru¨ªan el personaje andr¨®gino, que jugaban a declararlo gay y ten¨ªan un hijo, los dos provocaban con su particular mezcla de chic, bohemia y bisexualidad. Una actitud muy de finales de los sesenta, aliment¨¢ndose de la revoluci¨®n sexual de esos a?os, que asumi¨® la sexualidad como parte integral de la persona, recuper¨® la desnudez del cuerpo humano e incluso su exhibici¨®n en el escenario.
Bowie y su esposa Angie dieron un paso m¨¢s adelante en la androginia mezcl¨¢ndola con el dandismo. Las im¨¢genes de la pareja, y especialmente en el v¨ªdeo de Boys keep singing, donde Bowie se traviste en tres diferentes estrellas de cine, evidencian que la ropa y eso que hoy llamamos estilismo muchas veces se deb¨ªan a Angie. Las pelucas, la mezcla de satinados con lentejuelas y plataformas, y el elaborado maquillaje. Incluso el culto a la rumorolog¨ªa debido a lo bizarro de la pareja era fomentado por ella. Siempre se comenta ese episodio en que la propia Angie pudiera haber encontrado a Bowie y Mick Jagger en la cama. M¨¢s que escandalizar, la an¨¦cdota se transform¨® en parte de la promoci¨®n. ¡°El principio b¨¢sico de David Bowie es ser lo que quieras ser. Todo es posible, porque lo importante es la experiencia¡±, sintetiza Marsh. Tambi¨¦n se puede agregar que la belleza de Bowie ?hac¨ªa m¨¢s llevadera su bisexualidad. Era ?inevitable desearlo, tanto si eras chica como si eras chico.
El nivel de influencia de Bowie est¨¢ respaldado porque es un artista culto e interesado en aprovechar el arte del siglo XX que pueda alimentar su carrera. Esto result¨® novedoso en el panorama de la m¨²sica pop de finales de los sesenta, esa transferencia de informaci¨®n del mundo del arte al pop no pasaba antes. Bowie es capaz de acercarse a Warhol sabiendo que el origen de este es Marcel Duchamp. Y puede recurrir a personajes solitarios, diferentes, sexualmente neutrales como el pierrot y el astronauta. La carrera musical de Bowie despeg¨® con una canci¨®n sobre un solitario viajero espacial publicada unos d¨ªas antes de la llegada del hombre a la luna, Space oddity. Era m¨¢s que l¨®gico, era pop, que el artista se asociara a un astronauta, aprovech¨¢ndose del fen¨®meno medi¨¢tico de su tiempo y que se erig¨ªa como un novedoso h¨¦roe. Su protagonista, Major Tom, es un ser dividido, triste por alejarse de la Tierra y la familia y perderse en el espacio, en lo desconocido. Los sucesivos personajes que incorpora Bowie exponen esa capacidad de conocer bien el origen de cada tendencia para poder cautivar al p¨²blico una y otra vez.
Con el t¨ªtulo, Bowie rend¨ªa homenaje a 2001, una odisea del espacio, el cl¨¢sico de Stanley Kubrick, y en siguientes atuendos rendir¨ªa tambi¨¦n homenaje a otra joya del mismo autor, La naranja mec¨¢nica. En este proceso, Bowie siempre ha sabido y deseado rodearse de buenos colaboradores, muchos de ellos reconocidos en la exposici¨®n. Por ejemplo, Diamond dogs fue el fruto de un intento frustrado de adaptar 1984 de George Orwell a un musical. Las car¨¢tulas de sus discos, los vestuarios, los maquillajes¡ todos son producto de exigentes colaboraciones. Nombres como el fot¨®grafo de Vogue Justin de Villeneuve; el ilustrador Guy Peellaert, que hizo la car¨¢tula de Diamond dogs, y por supuesto el gran maestro del maquillaje, Pierre la Roche, responsable del rayo cruzando la cara del cantante en Aladdin Sane y que m¨¢s tarde firmar¨ªa el tambi¨¦n c¨¦lebre maquillaje de The Rocky Horror Picture Show. En uno de los v¨ªdeos de la exposici¨®n, el propio La Roche termina de barnizar las u?as de Bowie con un secador de pelo en el vestuario. Fuera, las c¨¢maras inmortalizan a los fans, que intentan de la mejor manera que pueden vestirse y maquillarse como su ¨ªdolo. Ambas im¨¢genes retratan el fen¨®meno Bowie. La mezcla de g¨¦neros, pero tambi¨¦n el conseguir en los armarios familiares esas prendas con aires de los a?os treinta y atreverse a pon¨¦rselas para salir a la calle.
El nivel de influencia de Bowie est¨¢ respaldado porque es un artista culto e interesado en aprovechar el arte del siglo XX¡±
Musicalmente, los colaboradores est¨¢n tambi¨¦n presentes, particularmente en la colecci¨®n de ¡°cad¨¢veres exquisitos¡±, los c¨¦lebres juegos de poes¨ªa que practicaban los surrealistas donde cada oraci¨®n desconoce la anterior y la siguiente, escritos por Bowie y Brian Eno. La conclusi¨®n de esta exhaustiva recopilaci¨®n de colaboraciones no es tanto agradecerlas, sino demostrar que una carrera como la de Bowie es impensable sin un equipo y que as¨ª redefini¨® la elaboraci¨®n de una pop star.
Cuando el recorrido llega al traje del pierrot en Ashes to Ashes, el single y v¨ªdeo de 1980, para los que vivimos aquel momento en primera persona a¨²n resulta emocionante. De alguna manera se concentra en ese traje la capacidad de Bowie para detectar y marcar el camino de casi todas las tendencias musicales y de estilo, desde los punkis hasta los new romantics, la misma Madonna y todas las estrellas en adelante. Su influencia tiende al infinito.
Es probable que la emoci¨®n ante el astronauta y el pierrot tambi¨¦n demuestre que los actuales responsables del Victoria and Albert Museum crecieron con la revoluci¨®n sexual y andr¨®gina de Bowie, viendo c¨®mo el hombre pisaba la Luna por televisi¨®n, y que ahora, mayores, al frente de empresas e instituciones, pueden ofrecer esas rupturas como sus marcas generacionales. Sin embargo, lo excitante de la exposici¨®n es que pareciera que acab¨¢ramos de redescubrir lo maravilloso de acercar fronteras, al menos las que existan entre lo femenino y lo masculino. De seguir buscando ser uno mismo a trav¨¦s del espacio y la diferencia. Lo fant¨¢stico que es poder elegir ser como quieras: astronauta o pierrot.
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