Un visado para Magda
¡°Si EE UU es la tierra de las oportunidades, denle la oportunidad de reunirse con su hijo¡±
Antes de salir de casa se mir¨® en el espejo. Hab¨ªa ido a la peluquer¨ªa, llevaba un traje de chaqueta muy bien planchado, unos pendientes de oro en las orejas, los zapatos relucientes. El ¨²nico detalle que desentonaba era el temblor de sus manos. Para tranquilizarse, cerr¨® los ojos y repas¨® mentalmente el contenido de la carpeta que apretaba contra el pecho.
Una carta de invitaci¨®n del Colby-Sawyer College para asistir, el 15 de mayo de 2013, a la ceremonia de graduaci¨®n de su hijo Jos¨¦ Carlos, estudiante de Medicina en aquella Universidad durante los ¨²ltimos cuatro a?os. Un certificado de vida laboral para acreditar su pertenencia al sistema de Seguridad Social espa?ol desde el a?o 2006. Una carta de su empleador certificando que cuenta con un puesto de trabajo estable en Madrid desde hace siete a?os. Un extracto bancario de una cuenta corriente a su nombre en el que figuraba el cobro domiciliado de su n¨®mina mensual. Una citaci¨®n del Ministerio del Interior convoc¨¢ndola para aceptar la nacionalidad espa?ola en un acto fijado para el 20 de mayo. Llevaba adem¨¢s 120 d¨®lares, que el futuro m¨¦dico le hab¨ªa enviado desde New Hampshire para que gestionara el visado. ?Qu¨¦ le pod¨ªa pasar? Un abogado amigo le hab¨ªa asegurado que no exist¨ªa ning¨²n otro documento que pudiera probar con m¨¢s eficacia su intenci¨®n de seguir viviendo en Espa?a. Pero, mujer, le hab¨ªa dicho, con todo el papeleo que has tenido que hacer para obtener la doble nacionalidad¡ ?A qui¨¦n se le ocurre que no vuelvas a tiempo de recoger el DNI? Magda le dio la raz¨®n, pero no dejaron de temblarle las manos.
Si EE UU es la tierra de las oportunidades, denle la oportunidad de reunirse con su hijo¡±
Paraguaya, casada, con cinco hijos y cincuenta y tres a?os, lleva quince trabajando en el servicio dom¨¦stico fuera de su pa¨ªs, primero en Buenos Aires, despu¨¦s en Madrid, viviendo con lo justo, enviando a su casa el sueldo casi entero, mes tras mes, desde hace ya m¨¢s de ciento ochenta. Una vida como la suya no cabe en una carpeta. La abnegaci¨®n, la voluntad, el sacrificio, la soledad y el esfuerzo de tantos a?os no se explican f¨¢cilmente, pero en el Consulado de Estados Unidos de Am¨¦rica se limitaron a pedirle que pusiera la documentaci¨®n en un sobre, el sobre en una urna. Despu¨¦s, cuando lleg¨® su turno, la recibi¨® una se?orita que le hizo solamente cuatro preguntas. Eso no le habr¨ªa parecido extra?o si no fuera porque todas las respuestas estaban en los documentos que, al parecer, no hab¨ªa le¨ªdo.
¨CLo siento, pero no le podemos dar el visado. Es que las cosas en Espa?a est¨¢n tan mal que muchos inmigrantes latinoamericanos intentan ir a Estados Unidos y¡
Intent¨® ense?arle la invitaci¨®n de la Universidad, su certi?ficado de vida laboral, el extracto del banco, la n¨®mina, la cita del Ministerio del Interior, pero ella ni siquiera le dej¨® abrir el sobre. Le dio, eso s¨ª, una carta en la que dice que le niegan el visado porque ¡°lamentablemente, Vd. no ha podido demostrar (¡) su intenci¨®n de abandonar Estados Unidos despu¨¦s de su visita¡±, ya que ¡°el oficial consular debe estar convencido (¡) de su estabilidad econ¨®mica o social en el pa¨ªs de residencia habitual¡±.
Magdalena ortiz de Diarte aprendi¨® a hablar, a leer y a escribir en el maravilloso espa?ol de Paraguay, y por eso descifra sin ninguna dificultad estas frases, pero no las entiende. Yo, que tengo esa carta delante mientras escribo estas l¨ªneas, las descifro igual de bien, pero las entiendo tan mal como ella. Comprendo a la perfecci¨®n, eso s¨ª, la perplejidad y la amargura de esta mujer ejemplar que no va a poder asistir a la ceremonia de graduaci¨®n de su hijo porque todav¨ªa no es espa?ola, porque no es sueca, ni belga, s¨®lo porque es paraguaya. Y recuerdo el d¨ªa que la conoc¨ª, lo que represent¨® su llegada para mi hermano Manuel cuando acababa de quedarse viudo con tres hijos, el mayor apenas adolescente, c¨®mo le ayud¨® a criar a mis sobrinos y c¨®mo dicen ellos que Magda es su segunda madre. Pienso en toda la gente que la quiere en Espa?a, en todos los espa?oles que har¨ªamos lo que fuera por ayudarla, y as¨ª escribo este art¨ªculo, que es una historia de amor, una desesperada llamada de socorro al mismo tiempo.
Por favor, ayuden a Magda. Si Estados Unidos es la tierra de las oportunidades, denle la oportunidad de reunirse con su hijo en un d¨ªa tan importante para los dos. Ustedes no la conocen, pero yo les aseguro que tanto trabajo, tanto esfuerzo, tanta distancia, tanto amor, representan la mejor de las garant¨ªas. Y no se f¨ªan de m¨ª, vuelvan a echarle un vistazo a sus papeles.
Muchas gracias.
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